IDOLOS PRECOCES

Para muchos, el gran reto de la selección prejuvenil de fútbol no será el mundial de Tokio sino superar la crisis del triunfalismo.

22 de marzo de 1993

LLEGARON DE TOdos los rincones del país para representar a Colombia en el campeonato suramericano prejuvenil de fútbol. Muchos venían de ganarse la vida con dificultad, otros provenían de familias desintegradas y algunos con la costumbre obligada de comer sólo una vez al día.
Cuando fueron convocados eran simplemente un grupo de muchachos imberbes jugadores de fútboi aficionado, con ganas de conquistar la copa para Colombía.
Hoy cada uno de ellos tiene en su bolsillo más de un millón y me dio de pesos, una popularidad creciente frente a la prensa y el país, y la fama prematura de ser campeones suramericanos. En corto tiempo han saltado del barro a la cúspide. Y la pregunta es: ¿Son conscientes estos quinceañeros de lo que están afrontando? ¿Sabrán manejar el éxito para no perderse en el camino, como tantos otros que se han quedado sólo en promesa? Con algunas excepciones, la gran mayoría de los ídolos del deporte colombiano han sido erigidos como dioses por sus triunfos y luego han terminado sus carreras dramáticamente. El caso de Antonio Cervantes Kid Pambelé, gloria del boxeo mundial en los años 70 y ahora enfrentado a la ruina económica, física y síquica, basta para ejemplarizar la teoría. En el ámbito internacional, la historia también es pródiga en figuras con destinos similares: Mané Garrincha, el futbolista brasileño que algunos catalogaron mejor que Pelé, murió empobrecido, alcohólico y abandonado, víc tima de cirrosis. Otro boxeador, este norteamericano Joe Lewis, terminó muriéndose de hambre en una silla de ruedas y acosado por desórdenes mentales.
En el fútbol colombiano, en los últimos años el fenómeno es patético. Muchos ídolos se han convertido en verdaderas promesas en su juventud y se han perdido en el camino de la gloria, como consecuencia de la falta de preparación sicológica para afrontar el triunfo prematuro. De hecho, de la prometedora selección juvenil de 1985, fueron pocos los que respondieron a las expectativas. John Edison Castaño, presupuestado como el sucesor de Willington Ortiz, se perdió derrotado por sucesivas crisis emocionales. Algo similar estuvo a punto de sucederle al popular "Palomo" Usuriaga y al propio René Higuita. Si el mismísimo Diego Maradona, que lo tuvo todo para ser el número uno, sufrió las consecuencias dcl éxito y la fama, ¿qué se puede esperar de los Pana, Ciciliano, Bolaño y demás? A la hora de las evaluaciones, por primera vez en la historia de una selección de fútbol, el trabajo del cuerpo técnico jugó un papel quizás más importante que el de los propios futbolistas. Tanto, que los cronistas deportivos se sorprendieron de la madurez con que los quinceañeros se desenvolvieron a lo largo del torneo, de cómo asumían cada partido, de cómo contestaban a las preguntas, de cómo asimilaban el triunfo.
Todo esto se debe al criterio con que se manejó la selección. Si en el pasado el deber de un sicólogo era solamente lograr que el jugador se concentrara en el partido sin perder el control, en la úItima década los sicólogos deportivos se han preocupado más por las reacciones del jugador por fuera de la cancha que dentro de ella. Esta modalidad, que busca formar personas antes que atletas computarizados, es la que ha utilizado Fernando Clavijo, sicólogo de la selección prejuvenil, con excelente resultado.
"La crisis y el descontrol, dentro y fuera de la cancha, son ocasionados generalmente por tres factores muy comunes en los deportistas: la falta de criterio para administrar el dinero, la poca experiencia que tienen para manejar su imagen, y la carencia de un proyecto personal de vida". Para Clavijo, el problema más común, pero el más difícil de manejar en los futbolistas, es la falta de conciencia del jugador sobre su futuro. ¿Si está triun fando, porque se siente onnipotente. Si está fracasando, porque siente que la derrota es para siempre".
En el caso de los prejuveniles, el trabajo sicológico ha sido un soporte fundamental para el triunfo. "¿Se trata de que los muchachos entre los 15 y 16 años -una edad ideal para asimilar las enseñanzas, se formen ante todo como personas, con objetivos definidos no sólo en el ámbito profesional sino en el campo humano. Es la única manera de que el jugador acepte con madurez la presencia de los enemigos comunes: la presión del triunfalis mo, las posibles derrotas y la tentación de la vida desordenada".
Para los expertos, los integrantes de la seleeeión han respondi do bien a las enseñanzas. Pero los verdaderos frutos de esta innovación se verán en el año 2000, cuando los prejuveniles de hoy tendrán la edad ideal para estar en la selección de mayores.