ECOLOGÍA

Inteligencia verde

El más reciente libro de Daniel Goleman, quien estará en los próximos días en Colombia, es una invitación a conocer el impacto de los productos que se consumen, como primer paso para proteger el medio ambiente.

16 de octubre de 2010

Reciclar la basura, apagar las luces si no las necesita, caminar en lugar de usar el carro o imprimir por ambos lados una hoja son medidas que muchos ya empiezan a practicar en la vida para disminuir su huella ecológica y contrarrestar el cambio climático. Sin embargo, todo este esfuerzo podría ser borrado con la otra mano si un consumidor, a la hora de comprar alimentos, artículos de aseo, cosméticos, juguetes o ropa, no conoce el impacto de estos productos en el medio ambiente. Para lograrlo se necesita que "la gente se convierta en una masa de compradores que se preocupan por su entorno, y se vean a sí mismos como agentes activos". En otras palabras, "se necesita Inteligencia Ecológica".

Y quien lo dice es nada menos que Daniel Goleman, el mismo que en 1995 acuñó el término Inteligencia Emocional con el libro del mismo nombre, en el que estableció que el coeficiente intelectual solo garantiza el 20 por ciento del éxito en la vida. "El resto depende de las herramientas que conforman la inteligencia emocional". El libro, que se convirtió en un best seller, logró por primera vez que los colegios se interesaran en enseñar competencias emocionales en el aula como otra asignatura más.

Su obra más reciente, Ecological Intelligence, pretende una vez más generar una revolución, pero en el plano del medio ambiente, al estimular que los consumidores tomen decisiones sabias e informadas. El postulado es que la fuerza de las gentes, ilustrada acerca del impacto que tienen sus compras sobre los recursos naturales, forzará a las industrias a hacer mejor su trabajo para que sean sostenibles a largo plazo. Su libro, como los anteriores, ya ha generado voces críticas pero también muchos adeptos. La revista Time lo incluyó en su lista de las diez ideas que están cambiando al mundo. Goleman estará en Colombia hablando de este y otros temas en el debate Educación, Nueva Ciencia y Ética, que se llevará a cabo el 29 de octubre en Bogotá.

Para Goleman, el cerebro de los seres humanos está sintonizado con los peligros ancestrales, y si bien reacciona de inmediato ante la presencia, por ejemplo, de un animal amenazante, su sistema perceptivo falla cuando la amenaza llega en forma menos evidente, como un incremento en la temperatura del planeta o la acumulación de sustancias tóxicas en el organismo. Esto sucede por falta de información. Por ello, piensa el psicólogo, resulta crucial que las personas piensen más allá cuando ven términos como orgánico o reciclado asociados a un producto. Para él, detrás del precio de un objeto siempre hay un costo oculto tanto para la salud del usuario como para el planeta. "Desde el comienzo del proceso hasta que llega al consumidor final, un vaso de vidrio, por ejemplo, tiene 1.959 pasos", escribe Goleman. Según sus cuentas, 5 por ciento del potencial daño a la salud viene de añadir soda cáustica al sílice en estas fábricas y 16 por ciento del riesgo de cáncer se da por el gas natural utilizado para calentar los hornos. A esto se suma que en el proceso de elaboración se emiten 226 tipos de residuos. ¡Y eso que se trata de vidrio reciclado!

Un dilema puede ser saber qué opción es mejor entre comprar agua en botella de plástico o llevarla en un vaso de acero inoxidable. La respuesta no es sencilla. Cualquiera supondría que son mejores las botellas de acero inoxidable pero lo cierto es que para hacer este material se requiere cromo, que viene principalmente de minas en Kazajistán e India, donde los trabajadores se someten al riesgo de cáncer por la exposición a este material. Luego, para derretirlo se requieren altas temperaturas, lo que genera polución en el aire, el agua y la tierra, incluidos gases de efecto invernadero. Por otro lado, las botellas plásticas tienen el problema de que son hechas con BPA, un material que, se sospecha, es carcinógeno y provoca alternaciones en el sistema endocrino. "Dejando a un lado el problema del BPA, sería mejor usar la botella de plástico que la de acero inoxidable, pero si usa esta última tantas veces como para evitar un gran número de botellas de plástico, la matemática empieza a favorecer a la de acero inoxidable. El punto de inflexión es usarla más de 25 veces".

No se necesita ir con la Enciclopedia Británica al mercado para tomar la decisión de cuál producto escoger. Goleman sugiere recurrir a sitios como GoodGuide, especializados en calcular el impacto ecológico de un artículo . El sitio, que cuenta con una aplicación gratuita para el iPhone, integra información de cientos de bases de datos y resume el impacto en un puntaje de 1 a 10, que es un promedio de la medición de tres variables: el impacto en la salud, en el medio ambiente y en la sociedad. El experto llama esta información transparencia radical.

Estos sitios se basan en una nueva disciplina que se denomina ecología industrial, que ha creado el método Life Cycle Assesment (LCA), que se traduce como Cálculo de Ciclo de Vida. Esta medición toma el producto y escudriña cada uno de los pasos que se necesitaron en su elaboración, empezando por el momento en que se extraen de la tierra los materiales para hacerlo, hasta que llega a manos del consumidor y este lo usa y lo tira. Gracias a este es posible saber hoy que muchos de los productos que se venden como 'verdes' en realidad no lo son. El ejemplo más evidente es el del algodón orgánico, con el cual se hacen camisetas que se promueven como ambientalmente sostenibles. "Pero es un espejismo", dice el experto de Harvard. Aunque hay que reconocer que el algodón orgánico no usa pesticidas, cuyos residuos terminarán contaminando un río, son cultivos que requieren mucha agua, lo que crea un problema ambiental de sequía. Este fenómeno se conoce como 'Greenwashing', pues "nos venden el producto como 'verde' por una sola cualidad, pero desconocemos una cantidad de impactos en los otros pasos de su fabricación que borran totalmente ese beneficio".

Se critica al planteamiento de Goleman por que el cambio climático es un problema grande que requiere soluciones de mayor impacto. Sin embargo, Karen Heshusius, consultora en sostenibilidad, considera que su alternativa es astuta pues busca generar un cambio siguiendo las reglas de juego del mercado al afectar una sola variable: la demanda. "Hay tendencias claras entre los consumidores a comprar artículos 'verdes' y a conocer su'trazabilidad' , es decir, qué pasó con ellos antes de llegar a mis manos", dice. Según la experta, si un artículo es vetado por los compradores se genera un costo enorme para la empresa, que se ve obligada a preocuparse por mejorar su proceso de producción.

Otra preocupación es que el consumidor está más interesado en comprar el producto más barato que invertir en los que protegen el medio ambiente, que aparentemente son más costosos. Goleman ha encontrado en los sitios web ya mencionados productos muy bien catalogados que, para su sorpresa, resultaron más económicos que los demás.

Con todo esto Goleman busca acabar con la asimetría en la información que existe entre el consumidor y el fabricante. "Estos saben muchas cosas que los compradores ignoran", explica. El trabajo ya ha dado sus frutos. Algunos detergentes cuyos productores catalogaban de seguros con el ambiente porque no contenían fosfatos, un químico que contamina el agua, tuvieron que rediseñarse porque requerían agua caliente para el lavado de la ropa, lo cual es nefasto en términos ecológicos. "Ya se han introducido detergentes que son efectivos con agua fría".dice. Se trata sin duda de una revolución pacífica, silenciosa, pero revolución al fin y al cabo porque, como lo dice el propio Goleman, "una vez los compradores se apropien de ese poder, las industrias tendrán que pensar completamente en nuevos términos para producir productos biodegradables".
 
Dónde buscar
 
Daniel Goleman recomienda dos sitios web para conocer la huella ecológica de los productos disponibles en tiendas y supermercados. Uno es GoodGuide, que cuenta con una revisión de más de 65.000 productos. El sitio facilita el trabajo de los consumidores a través de puntuaciones de 1 a 10. Mientras más alto el número más seguro es el producto. www.GoodGuide.com

El otro es SkinDeep y está dedicado a productos cosméticos y de cuidado personal, desde champú hasta esmalte de uñas. www.cosmeticdatabase.com.