Desde hace más de dos décadas los expertos saben que hay algo en el estilo de vida de los habitantes del Mediterráneo que los hace vivir más y sin problemas coronarios. Solo ahora se confirma que la dieta es clave en su longevidad. | Foto: Pantherstock

CORAZÓN

La dieta mediterránea es la perfecta

Un reciente estudio señala que el 30 por ciento de las muertes por infartos, derrames y enfermedades coronarias se puede prevenir con el régimen alimenticio del Mediterráneo, rico en nueces, pescado y frutas.

2 de marzo de 2013

Desde hace dos décadas la gente sabe que la dieta del Mediterráneo tiene efectos positivos en la salud debido a que los habitantes del sur de Europa, principalmente de España, Italia y Grecia, tienen menos enfermedades coronarias y viven más que los del norte. Sin embargo, la evidencia científica hasta el momento era muy débil, pues no se había demostrado si esos años de vida saludable podían atribuirse a la dieta o a otros factores del estilo de vida. 

Un estudio publicado la semana pasada en el New England Journal of Medicine confirmó que la relación sí existe y es muy poderosa: este régimen, basado en aceite de oliva, nueces, frutas, verduras, granos enteros y pescado, puede disminuir en un 30 por ciento el riesgo de derrame cerebral y de eventos cardiovasculares severos en pacientes en alto riesgo. 

Varios expertos que no estuvieron involucrados en la investigación la catalogaron como ‘impresionante’, ‘significativa’ y ‘crucial’. “No esperábamos tal magnitud de reducción”, dijo a SEMANA Ramón Estruch, del hospital de la Universidad de Barcelona, quien dirigió el estudio. El diario The New York Times la definió como la más seria y amplia investigación hecha hasta hoy sobre el tema. “Lo importante es que su fin no era mirar factores de riesgo como el colesterol, sino que observó la incidencia de ataques, derrames y muerte, que al final es lo que importa”, dijo al diario neoyorquino la nutricionista Rachel Johnson, vocera de la Asociación Estadounidense del Corazón. 

Participaron en el trabajo cerca de 7.500 hombres y mujeres entre 55 y 88 años, quienes en 2008, cuando comenzó, no tenían problemas cardiovasculares, pero sí factores de riesgo como diabetes, hipertensión y tabaquismo, la mayoría de los cuales tomaba medicamentos para estos problemas. El grupo se dividió en tres. Al primero le asignaron una dieta baja en grasa, consistente en frutas, vegetales, productos lácteos descremados, pescado y carnes magras, pan y pasta. Todo tipo de aceites, incluido el de oliva, les fue prohibido. A los dos restantes se les sometió a una dieta mediterránea, basada en frutas, verduras, pescados y granos. La diferencia entre estos dos era que mientras unos debían consumir aceite de oliva, los otros lo reemplazaron por nueces.

Cinco años después, del total de la muestra 288 sufrieron un infarto, un derrame o murieron por problemas coronarios: 96 de ellos estaban en el grupo del aceite de oliva y 83 hacían parte del de las nueces. Los 109 restantes estaban en el de la dieta baja en grasa. En términos estadísticos, esta diferencia significativativa representa un 30 por ciento menos riesgo para los que aplicaron la dieta mediterránea. 

Los resultados fueron tan claros que el estudio se suspendió por razones éticas antes de la fecha programada. Esto significa que el beneficio en los pacientes era tan evidente que los científicos no podían seguir recomendando a los demás no hacer la dieta del Mediterráneo. 

“Ahora podemos afirmar con todas las garantías científicas que este régimen protege frente al infarto de miocardio, el derrame y la muerte cardiovascular”, señaló Estruch. 

Algunos consideran que los resultados son tan dramáticos que dicha dieta podría ser mejor que un medicamento debido a que genera casi la misma protección. Los estudios han mostrado que las estatinas, las drogas más usadas para el corazón, reducen el riesgo de infarto entre un 20 y un 40 por ciento, pero tienen efectos secundarios. “Por eso creemos que es mejor que una droga”, dice el investigador. Así mismo, se trata de un régimen más fácil de seguir porque es mucho más balanceado. Incluso permite tomar una o dos copas de vino diarias por lo cual muchos lo consideran perfecto.

“Reduce la enfermedad cardiaca en un 30 por ciento y se puede disfrutar de la vida”, dice Steven Nissen, presidente del departamento de Medicina Cardiovascular de la Cleveland Clinic Foundation. Mientras tanto, las dietas bajas en grasa, que no han demostrado científicamente ser efectivas, “se caracterizan por su baja palatabilidad” agrega Estruch. De hecho, muchos más participantes en dicho grupo abandonaron el estudio que en el de la dieta del Mediterráneo.

Estruch y sus colegas creen que el beneficio de este régimen se da por el patrón alimenticio, pero consideran que hay elementos clave como el aceite de oliva extra virgen –rico en polifenoles y vitamina E– que contribuyen a bajar los niveles de inflamación, un factor asociado a la enfermedad coronaria. Otro elemento es el ácido oleico que contiene mucha menos grasa saturada, la misma que se tiende a acumular en las arterias. 

Para Walter Willett, quien en 1990 dio a conocer los beneficios de esta dieta, su éxito está en consumir grasas buenas, como el omega 3, presente en el salmón y las nueces del nogal. “La grasa en las dietas está satanizada, aunque la evidencia demuestra que hay algunos tipos que mejoran el colesterol. Este estudio es una prueba más de que las dietas altas en grasas saludables son mejores que las bajas en grasa”, apuntó el experto.

Algunos critican, sin embargo, que la dieta del Mediterráneo no se comparó con una baja en grasa puesto que los pacientes asignados a dicho régimen solo consumieron ese elemento entre un 39 y un 37 por ciento menos de lo habitual. Dean Ornish, profesor de la Universidad de California, uno de los principales contradictores del estudio, dice que la Sociedad Estadounidense de Cardiología sugiere niveles de grasa por debajo de 30 por ciento para una dieta baja. “Los autores han debido concluir que la del Mediterráneo reduce el riesgo cardiovascular cuando se compara con cualquier régimen que los pacientes tuvieran antes, pero no con una dieta baja en grasa”, dijo a los medios.

Estruch es consciente de ello y acepta que los participantes del grupo sometido a la dieta baja en grasa no lograron la meta y esto pudo afectar el resultado. También observó que muchos en este grupo desertaron, lo cual pudo inclinar la balanza hacia la dieta del Mediterráneo. A pesar de lo anterior, la mayoría de los expertos elogió el trabajo en el que se demuestra esta relación, que para muchos era casi imposible de probar. 

Como se trata de una muestra de personas en alto riesgo, algunos investigadores creen que se necesitan mas estudios clínicos para confirmar el efecto en personas sanas. Argumentan que formular a pacientes saludables una dieta Mediterránea –rica en grasas– podría ser nocivo. Pero Estruch cree todo lo contrario. Como la aterosclerosis es una enfermedad progresiva, piensa que adoptarla desde jóvenes podría ayudar a detener ese proceso. Él y sus colegas ya tomaron cartas en el asunto. “Yo, poco a poco, he ido cambiando mi régimen alimentario a una dieta mediterránea más tradicional”.

Javier de la Torre Galvis / Semana