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LIBROS

Entrevista con Mario Vargas Llosa por su reciente libro ‘La fiesta del chivo’

El tema de la dictadura sigue siendo una obsesión para Mario Vargas Llosa. ‘La fiesta del chivo’ revive los tiempos de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana.

26 de junio de 2000

La dictadura ha perseguido siempre a Mario Vargas Llosa. No sólo fue el eje central de Conversación en la catedral, una de sus novelas más elogiadas, sino también el de su más reciente libro: La fiesta del chivo. Desde 1975 tenía la idea en la cabeza y desde hace cuatro años se dedicó de lleno a ella. La teatralidad de Trujillo, quien estuvo en el poder 31 años, fue uno de los aspectos que más llamó la atención. Episodios como nombrar a su hijo de 9 años coronel, y a los 11 como general, con la complacencia de todas las fuerzas militares y ante un imponente desfile, fueron algunas excentricidades que lo impactaron.

SEMANA: ¿Cómo nace Urania Cabral, el personaje central de la novela?

Mario Vargas Llosa: Es un personaje inventado pero que encarna lo que han padecido muchas mujeres dominicanas. En cierta forma el machismo, sumado al autoritarismo, hizo que la mujer fuera la víctima de la dictadura de Trujillo. Desde el principio decidí que tenía que haber una protagonista que reflejara esa experiencia.

SEMANA: ¿Hay algún aspecto que usted admire de Trujillo?

M.V.L: Es difícil hablar de admiración en el caso de Trujillo. Es, desde luego, un personaje fascinante, complejo. No es una persona sino muchas personas. Era muy distinto según sus interlocutores, con sus hijos, su madre, su mujer, era otra persona para sus amantes, otra para sus colaboradores, en fin. Pero es imposible sentir admiración por una persona tan cruel, tan fría. Podía estar conversando con alguien y cinco minutos después mandar a matarlo sin distraerse un minuto y continuar luego su vida normal. El fenómeno más interesante es ver cómo una dictadura va creando monstruos.

SEMANA: ¿Dejó algo bueno Trujillo a República Dominicana?

M.V.L: Digamos que todo régimen estable hace una obra, hace carreteras, puentes, pero no se pueden hacer ese tipo de balances. Lo que la dictadura costó en abusos, en violencia, en corrupción, en la manera como atrasó al país no tiene precio.

SEMANA: Cayo Bermúdez, el personaje real de su novela ‘Conversación en la catedral’, le mandó a decir que si usted lo hubiera consultado no se hubiera imaginado todas las cosas que le hubiera dicho. Tuvo algo de temor que se repitiera el episodio con Joaquín Balaguer en el caso de ‘La fiesta...’?

M.V.L: Pues yo creo que si Balaguer hablara y contara todo lo que sabe de Trujillo esa sería la novela del siglo. Pero él no va a hablar ya. Hay muchas cosas de que no puede hablar sin hacerse un daño muy profundo.

SEMANA: Aún así Balaguer es un personaje clave en la novela...

M.V.L: Claro. Balaguer encontró su momento en la muerte de Trujillo. Siempre había vivido en un segundo plano, mostrando una falta de ambiciones que le permitió salvarse de esas pruebas a que sometía Trujillo a sus colaboradores. Gracias a un gran maquiavelismo siempre estuvo cerca del poder y fue mostrando que tenía una serenidad en un mundo de desvarío y convulsión total. Allí comienza otro Balaguer, el que se convierte en presidente siete veces, el que todavía está ahí codeteando a sus 94 años.

SEMANA: ¿Cuál fue la opinión de Balaguer al leer la novela?

M.V.L: Dijo que le parecía una muy buena novela, entretenida, bien escrita y, además, la definió como una novela instructiva para los dominicanos (risas). ¡Es maravilloso!

SEMANA: El eje de la novela es la conspiración contra Trujillo. Usted conoció a Antonio Imbert, el único conspirador que aún vive...

M.V.L: Con él estuve varias veces y me dio muchos datos. Guardaba mucha prevención, era difícil tocar temas que para él tienen que ser muy aterradores.

SEMANA: ¿Hubo algún testimonio que lo impactara especialmente?

M.V.L: El de José Luis León Estévez, uno de los peores torturadores, yerno de Trujillo. Huyó a España durante 20 años y regresó a la República Dominicana convertido en un católico integrista. Excepcionalmente aceptó recibirme porque él nunca ha dado una entrevista. Me impresionó la frialdad como recordaba ciertos hechos. El momento más dramático de esa entrevista fue cuando yo le dije que un amigo, José Israel Cuello (a quien dedica el libro), había sido torturado en ‘la nueve’, un sótano siniestro. Lo tenían allí desnudo, sentado en el trono, recibiendo descargas eléctricas y yo le dije: “En ese momento entró usted y le reventó la cara con un fuete”. Yo lo vi descomponerse, permaneció callado un rato y me dijo: “La verdad: no me acuerdo”. A mí me impresionó mucho porque eso quiso decir que estuvo tantas veces en esos sótanos que ya no recordaba, o que era un hecho tan absolutamente banal que lo había olvidado. Ese fue un hecho crucial en mi investigación.

SEMANA: Al comienzo del libro se hace referencia a un merengue. ¿La música dominicana también le sirvió de testimonio para su investigación?

M.V.L: Muchísimo. El título se debe a un merengue famoso que, entre otras cosas, muchos dominicanos me han dicho fue compuesto por un colombiano. Los merengues trujillistas estaban de moda y celebraban todos los actos de la dictadura.

SEMANA: ¿Todavía se sienten resentimientos en el país? ¿Se siente aún la presencia de Trujillo?

M.V.L: Desde luego que sí, aunque en casos muy aislados. Yo estuve con trujillistas que formaron parte del régimen. Y se referían a él con una reverencia como si todavía viviera. Pero el trujillismo no existe como fuerza política, son casos muy aislados. Hay ciertas tendencias autoritarias que llevamos todos dentro. Esa es la realidad. Todos tenemos ese ingrediente de violencia y de intolerancia que una dictadura acrecienta y aprovecha.

SEMANA: ¿Es el libro que más trabajo le ha costado?

M.V.L: Junto a Conversación en la catedral y La guerra del fin del mundo, sin ninguna duda.