LA GENERACION MIMADA

Los sicólogos consideran que los niños de hoy, que lo tienen todo, se estan "madurando biches".

15 de noviembre de 1993

LOS ADULTOS PARECEN CADA VEZ más sorprendidos de la precocidad de las nuevas generaciones. Muchos padres de hoy se maravillan y enorgullecen de la independencia, autonomía y seguridad de sus pequeños retonos.
Sin duda los niños de hoy viven una infancia muy diferente de la que tuvieron las generaciones anteriores.
Hace sólo dos o tres décadas los hijos debían obediencia y respeto a sus padres, jamás opinaban en asuntos de los mayores, jamás elegían cómo querían vestirse, jamás exigían explicaciones a las órdenes paternas. Pero los niños de hoy hablan de sus derechos, intervienen en las discusiones familiares, deciden qué usan y qué no, exigen una explicación para cada cosa, son reacios a aceptar la autoridad "porque sí", y cuestionan las decisiones de sus padres. En pocas palabras, la mayor parte del tiempo esta gente menuda se comporta como adultos. Y si bien sus progenitores señalan orgullosos de que son "muy maduros", en opinión de los sicólogos, en varias ocasiones deben enfrentar situaciones, decisiones y responsabilidades mucho antes de que en realidad hayan madurado.
Y esta precocidad no hace parte de un proceso natural de evolución. Aunque científicamente está visto que cada generación es más precoz que la anterior, lo que esta sucediendo con los niños de hoy no es accidental. Esa multitud que anda entre los cuatro y los 18 años, son los hijos de la generación de Woods tock, de aquellos jóvenes contestatarios, idealistas y rebeldes que pedían "prohibido prohibir" y que eran tratados como niños,
incluso cuando ya tenían edad para salir a las calles a protestar contra la guerra y la forma en que los adultos manejaban el mundo. Desde entonces, esos hippies de los 60 y 70 juraron educar a sus hijos brindándoles mayor respeto y libertad. Y así fue: como padres les concedieron la importancia y la confianza que ellos nunca tuvieron a esa edad. Hicieron de sus hijos los niños o que ellos añoraron ser.
Pero ahora, varias décadas. después, están confrontando los resultados. Y aunque aún es muy pronto para hacer balances, lo cierto es que muchos sicólogos se preguntan si esos niños que hoy parecen ser el centro del universo familiar, que no aceptan un "no", como respuesta, no estarán perdiendo una parte de la infancia que nunca podrán recuperar.

PEQUENOS, GRANDES CONSUMIDORES
Los niños de ayer vagaban buena parte de su infancia en medio de sus fantasías. Sus preocupaciones y retos se circunscribían al mundo de los juegos y sus lágrimas estaban reservadas para las rodillas raspadas y los juguetes rotos.
Hoy, en lugar de estar en el parque jugando a ladrones y policías con los vecinos de barrio, están encerrados en su cuarto simulando la misma cosa en su pantalla de nintendo. Y antes de haber dejado los pañales, debe competir para obtener un cupo en un colegio. Pero además tienen tantas o más actividades que sus trabajadores padres, quienes tratan de sacar lo mejor de sus aptitudes matriculándolos en lecciones de música, francés y equitación. El caso es que cada niño es un mago del computador, un pequeño filósofo, un diminuto abogado, un enano conversador que apenas aprende a hablar ya opina sobre los candidatos presidenciales, conoce los sitios "in.' de la ciudad, sabe cuáles son los mejores lugares de vacaciones o cual es la universidad donde piensa estudiar.
Pero además vive en un mundo de confort infantil que sus padres ni siquiera alcanzaron a soñar.
Mientras ellos recibían de Navidad un carrito o una muñeca y su dosis anual de calzoncillos y medias, hoy quieren poseer y posee todo lo que está anunciado en los comerciales del TV Cable o la parabólica. Paradójicamente, los hijos de aquellos rebeldes que tildaban a sus padres de "capitalistas", por las pocas comodidades que habían obtenido, son hoy los mayores consumistas del mundo.
Mientras aquellos, provenientes de familias numerosas, envidiaban a los hijos únicos a quienes sus progenitores satisfacían sus caprichos y eran los primeros del barrio en tener bicicleta o patines, hoy cada uno de sus dos o tres hijos son tratados como "unicos" y acumulan en su cuarto más aparatos electrónicos que los que ellos mismos compraron para casarse.
Esta carrera consumista parece no tener límites. Cuando los tenis no han sido gastados, ya tienen el siguiente par de moda. Lo mismo sucede con los juegos de video, no han terminado de gozarlos cuando ya piden otro. Hoy un niño de siete años que espera tener un nintendo apenas sale al mercado. Cada dos meses quiere un casete diferente, cuyo costo equivale practicamente a la mitad del valor del aparato. Y apenas los padres comienzan a resignarse sale uno nuevo, el supernintendo, que hace que todos los casetes anteriores sean obsoletos y así se forma un círculo vicioso de consumo infinito. Esta es una de las razones por las cuales las casas de video juegos comenzaron a alquilarlos, porque no todos los padres están en capacidad de comprarlos y de esta manera el niño obtiene el juego mientras pasa de moda.
Este fenómeno, desde luego, no es común a todos los niños colombianos. Se da básicamente en las familias de clase media y media alta de las grandes ciudades. "En ese consumismo, los padres van a la par. El cambio de marca de tenis en el niño esta homologado con el cambio de carro del padre. La generación de los 60 y 70 pasó de la protesta contra el sistema al consumismo, y sus hijos no pueden ser distintos ", el doctor Roberto Chaskel,
médico siquiatra y vicepresidente de la Sociedad Colombiana Siquiatría.
Al parecer esos adultos solo conservan de sus épocas de juventud la onda ecológica, pero, como sus padres, también quieren hacer plata. Ellos son "verdes", pero también tienen discos laser.
Cuidan su estado físico, pero quieren darse gusto en todo. "El mayor peligro de ese consumismo en los niños radica en el elemento de su perficialidad anexo, es decir que las satisfacciones de tipo material llenen tanto como que las de tipo intelectual desaparezcan", dice Chaskel.
Auque no pueden negarse el beneficio de las oportunidades que tienen los niños hoy, los especialistas están, sin embargo, preocupados de que esta generación que cambia el tetero por el computador sea una generación sin fantasía.
"La imaginación infantil puede estar siendo alterada por el temprano uso de los computadores y la peligrosa tendencia a intelectualizar todas sus actividades. No es lo mismo pintar en una hoja en blanco que en una pantalla de computador porque este crea ya unos limites para el juego que truncan la creatividad".
SE ROMPIO LA BRECHA Aunque no ha corrido mucha agua bajo el puente desde la era cuando los niños eran ocasionalmente vistos y casi nunca escuchados, la brecha generacional se ha acortado en estas últimas décadas más que en los siglos anteriores. Y como lo describe una abuela asombrada "entre padres e hijos hay hoy mucha familiaridad y muy poca distancia".
Incluso no es raro encontrar familias donde los hijos llaman a sus padres por su nombre y los términos "papá" y "mamá" han de saparecido. "Estos niveles de intimidad, que sin duda contribuyen a una mejor relación y a una mayor confianza, y de hecho han mejorado enormemente la comunicacion familiar señala el doctor Chaskel- puede hacer que se pierdan o confundan los límites de la autoridad y el respeto".
Pero además de tener voz y voto en el ámbito familiar, muchos padres tratan de romper con la figura autoritaria y lejana de su propio padre, toman a sus hijos como confidentes y no sólo reconocen ante ellos sus fallas sino, además, les confiesan sus errores. "Un padre que confiesa a su hijo de 13 años una aventura amorosa, por ejemplo, advirtiéndole: "la entenderás cuando seas mayor", más que manifestarle su confianza pone al niño en una situación de conflicto porque el adolescente no está preparado para sobre llevar esa carga emocional, que además lo coloca en un triángulo por la lealtad a su madre". La verdad es que en aras del diálogo, cada vez más, los niños están siendo lanzados en medio de conflictos de pareja de sus padres, teniendo muchas veces que actuar como mediadores.
Como dice un sicólogo, "hoy la mayor parte del tiempo los niños se comportan como adultos y los adultos como niños". Lo que los expertos ven en estos comportamientos es que por no parecer autoritarios muhos padres rehúyen su papel. "Quienes trabajamos en sicoterapia de familia frecuentemente tenemos que hacerles caer en la cuenta de que más importante que ser amigo de su hijo es ser el papá del niño. Un padre no puede, en su deseo de compartir las vivencias del hijo, rehuir su tarea como guia", señala el doctor Chaskel.
ADULTOS EN MINIATURA Si dos décadas atrás el sexo era un tema que no se trataba entre padres e hijos, hoy este tipo de conversación es frecuente no sólo como parte le una formación adecuada sino porque el riesgo del sida, el peligro del abuso sexual, ha llevado a que a los niños se les abran los ojos y que se tenga que tratar, mucho más allá de las antiguas lecciones de anatomía.
Pero también por que a través de los medios de comunicación los niños estan muy expuestos a los temas sexuales y estas nuevas generaciones están hablan o y tomando actitudes que hace unos años eran prerrogativa de los mayores. Enviados desde el preescolar, no es raro que las fiestas infantiles sean minitecas que terminan a la media noche y que las niñas asistan ataviadas con trajes que en otras épocas eran diseñados para mujeres adultas.
Y también como adultos, muchos de ellos, hijos de padres trabajadores, son los responsables de hacer las tareas escolares en las cuales no les pueden ayudar muchas veces porque los países ya no son los mismos de hace 30 años y desconocer el moderno lenguaje de las matemáticas pero también se preparan su propia comida en el horno microondas.
Y deben cuidarse así mismos, no sólo en sus casas si no en los frecuentes paseos de convivencia cuando no parten a "vacaciones de verano", en otras latitudes, acumulando experiencias que los padres vienen a conocer al regreso de los viajes.
NIÑOS, ¿SIN INFANCIA? Aunque sin duda con oportunidades, seguridad y responsabilidades serán individuos más completos, también lo es el hecho de que al perder su efímera oportunidad de ser niños puede tener repercusiones.
De hecho, los especialistas encuentran en esos pequeños pacientes con altos niveles de ansiedad y problemas causados por la enorme presión que esta siendo puesta en ellos antes de que esten, listos. " Los siquiatras infantiles vemos hoy mucha más ansiedad, mucha más depresión y soledad que la que vieron los especialistas hace 30 años. Y es preocupante por que vemos casos de niños en los cuales el significado de la vida carece del elemento felicidad", dice Chaskel.
Hace 30 años la única reocupación infantil era el juego, ahora muchos pequeños parecen abrumados por las responsabilidades y todo lo lúdico se ha perdido. "El niño necesita para su identidad sicológia, mensajes muy claros de que el puede estar tranquilo porque hay unos adultos que lo van a cuidar", señala el sicólogo René Soulier, especialista en adolescentes. "Una persona que no tiene la oportunidad de pasar a través de los estadios le la infancia a su propio tiempo termina sintiendo que ha perdido algo, y que, como adulto, lo buscará".
De otra parte, los niños que son educados para ser los mejores, que siempre son gratificados, que gozan de grandes libertades y que no tienen límites o reglas, terminan presentando dificultades de adaptación. "Se ven casos de niños que no tienen capacidad para aceptar la frustración inevitable del proceso de socialización", dice Soulier.
Tal vez los niños de hoy no se rebelen contra sus padres en la forma que estos lo hicieron hace unas décadas.
Pero la generación de los 60 cambió las reglas del juego de la relación filial y esto tendrá su natural reacción. "Los padres de hoy rompieron con los esquemas tradicionales y crearon unos diferentes, con todo lo valioso y lo complejo que eso tiene", dice Soulier. Y, por supuesto, pasará tiempo antes de conocer los resultados que tendrá en los adultos del mañana haber pertenecido a la generación mimada de hoy.