CIENCIA
La hélice de la vida
Hace 50 años James Watson y Francis Crick descubrieron la estructura del ADN y cambió para siempre el curso de la biología.
Encuentra aquí lo último en Semana
Por falta de cuórum se levantó la sesión de la Cámara en la que se discutía la reforma a la salud
Alejandra Azcárate denunció que fue víctima de intento de robo; delincuente se llevó ‘su tajada’: “lamentable y asqueroso”
Ana Karina Soto se destapó sobre su retiro de la televisión; ventiló situación en los medios: “No soy monedita de oro”
Así se puede limpiar una casa infestada de garrapatas
El mapa del genoma humano; la clonación que dio como resultado a la oveja Dolly; pruebas genéticas que permiten identificar a los culpables de crímenes pasionales y atentados terroristas, pero también para endosarles paternidades no deseadas a figuras como Maradona o Julio Iglesias; alimentos transgénicos que enfrentan a multinacionales y a grupos ecologistas? en todos estos avances que se han vuelto moneda corriente en los últimos años hay un elemento común: el ácido desoxirribonucleico, o ADN, y su estructura molecular en forma de doble hélice, considerado como el más importante descubrimiento de la biología del siglo XX.
Detrás de este hallazgo están James Watson y Francis Crick, dos científicos anónimos que, por una serie de casualidades pero también por su inmenso talento para enfrentar los problemas de la ciencia de una manera desenfadada e intuitiva poco apegada a reglas y convenciones, lograron descifrar la llamada 'molécula de la vida'.
James Dewey Watson, un precoz estudiante de biología que entró a la Universidad de Indiana cuando tenía 15 años y que a los 22 ya era doctor, se fue de Estados Unidos a Europa. Estuvo seis meses en Copenhague y en ese lapso conoció en un congreso en Nápoles a Maurice Wilkins, del King's College, de Londres, quien intentaba determinar la estructura de la molécula del ADN. Watson no logró unirse al grupo de trabajo de Wilkins pero consiguió puesto en el laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge.
Allí conoció al físico británico Francis Harry Compton Crick, de 35 años, quien había nacido en 1916 en Northampton y era doctor en física. Fue un encuentro muy afortunado pues los conocimientos de Watson en biología y genética de bacterias se complementaban con los de Crick en física y en una técnica denominada cristalografía de rayos X, fundamental para escudriñar la estructura de las moléculas. "Jim y yo lo adivinamos inmediatamente porque nuestros intereses eran sorprendentemente similares y también porque teníamos cierta arrogancia juvenil", recuerda Crick.
Su relación no fue del todo fácil. Watson, 12 años menor, admiraba a Crick como a un hermano mayor pero lo veía como un rival a vencer. Esta rivalidad siguió muchos años después de que ambos siguieran sus carreras por sendas separadas. También solía gastarle bromas pesadas como, por ejemplo, enviarle una invitación a Pasadena a nombre del eminente químico Linus Pauling para que dictara una conferencia sin límite de tiempo, una irónica manera de recordarle a Crick su fama de hablador compulsivo. Cuando sir Francis cumplió 50 años, Watson le envió de regalo un enorme pastel con una modelo desnuda adentro.
En 1967 Watson le envió a Crick su manuscrito del que sería su best seller, La doble hélice, y éste se puso furioso por contar detalles de su vida privada. Watson le bajó un poco el tono al libro pero dejó muchos detalles acerca de los conflictos, dificultades y momentos alegres que vivieron en Cambridge mientras desarrollaban su modelo de la estructura del ADN.
La suerte del campeon
Watson y Crick contaron con la suerte de estar en contacto con científicos muy competentes como Rosalind Franklin, quien trabajaba con Wilkins. Esta brillante investigadora tuvo que afrontar el ambiente machista del King's College y en un principio ella fue muy hostil a las ideas de Watson y Crick, pero esa actitud crítica les resultó de gran apoyo, pues los ayudó a encaminar su búsqueda en una dirección correcta.
Ella y Wilkins fueron a Cambridge en 1951 y desbarataron la primera aproximación que Watson y Crick hicieron de la estructura del ADN. Como resultado de esto sus jefes les prohibieron seguir en el tema. Este fue otro factor que jugó a su favor. Como ya no podían realizar experimentos directos con el ADN, Watson y Crick enfrentaron el problema desde un punto de vista teórico y con modelos de cartón y hojalata ajustaban progresivamente sus aproximaciones a la estructura tridimensional del ADN.
Como si el azar no hubiera hecho ya suficiente, daba la casualidad de que a comienzos de 1953 Watson y Crick compartían su oficina con Peter Pauling, hijo de Linus Pauling, quien también andaba tras la pista del ADN y ya había dado a entender en un par de ocasiones que estaba a punto de resolver el enigma. Ambos tuvieron acceso a un manuscrito de Pauling padre, en el que le compartía a su hijo los avances de su investigación. Descubrieron que había cometido una serie de errores pero también hallaron allí nuevos datos experimentales que les permitieron darle el toque final a su modelo, que por fin tomó forma el 28 de febrero de 1953. Como señala el historiador Horace Judson, "ellos en su cabeza tenían clara la estructura del ADN, absoluta y simple, que ahora emergía a la luz luego de miles de millones de años de sombra".
En esta etapa final fueron de gran importancia dos nuevas imágenes que había obtenido Rosalind Franklin y las importantes deducciones que ella hizo a comienzos de 1953 acerca de la química del ADN. Rosy, como la llamaban, había dejado su hostilidad hacia Watson y Crick y su generosidad resultó fundamental para que este par de desconocidos, que durante varios meses deambulaban por Cambridge casi que sin ton ni son, se convirtieran en mes y medio en dos de las grandes leyendas vivientes de la ciencia del siglo XX.
El 25 de abril de 1953 enviaron un artículo con su descubrimiento a la revista Nature y el resto forma parte de la leyenda. En 1962 Watson, Crick y Wilkins recibieron el premio Nobel. A Rosalind Franklin no la premiaron porque ella había muerto en 1958 como consecuencia de un cáncer de ovarios que muy seguramente le provocó el haberse expuesto durante tanto tiempo a los rayos X. En La doble hélice Watson escribió: "Llegamos a apreciar mucho su honradez y generosidad personales, comprendiendo con años de retraso las luchas que debe arrastrar la mujer inteligente para ser aceptada en un mundo científico que a menudo considera a las mujeres como meras distracciones del trabajo reflexivo serio".