LA "PERICA" DEL PERICO

La drogadicción no es un problema exclusivo de los humanos. Los animales también pueden sufrirla.

17 de diciembre de 1990

Aunque parezca increible, en Colombia, numerosos perros, galos, ratones y loros han llegado a comportarse como verdaderos "adictos". Pero no es que los animales a diferencia de los humanos busquen la droga por problemas afectivos o sicológicos. No. Lo de ellos es más complicado. Suelen enviciarse por tres razones principalmente: porque viven en un ambiente en el que se acostumbran al olor de sustancias; porque son utilizados como conejillos de indias para experimentos científicos, porque se les enseña a consumir, como a los famosos "perros policías" o simplemente porque a sus dueños les da por tener un "amigo en el vicio" y utilizan a su mascota como acompañante.
A los conejillos de indias no se les puede calificar de viciosos, pues simplemente son usados a la fuerza para estudios cientificos. Y con los "perros policias", el problema también es otro.
Su labor es ir tras el olor de la cocaína o de cualquier otra sustancia alucinógena.
El caso grave de adicción comienza con los animales "particulares".

Cerca de una bomba de gasolina o de un taller de mecánica casi siempre hay un perro que supuestamente está sirviendo de vigilante. Pero, aunque no sea fácil de creer, más del 50 por ciento de estos animales sufren problemas de drogadicción. "Estos perros viven buscando el tarro de gasolina o el frasco de bóxer y se entretienen todo el día oliéndolos", dice el empleado de un taller.
Pero, según médicos veterinarios, esta práctica no es una diversión. Es un "vicio". Estos animales son adictos al olor de esas sustancias y, en el momento en que se les impida el acceso a ellas, pueden llegar a morir. Por eso es que en esos lugares no hay perro que se vea saludable y animado. Por el contrario, se les ve tristes, lentos y lo que menos hacen es servir de cuidanderos.
El principal problema, para la Asociación Defensora de Animales, es que los dueños de estos animales adictos no son conscientes del problema. "No les pasa por la cabeza que su perro o su gato puedan ser drogadictos y entonces no buscan una solución a tiempo".

Pero el problema no es sólo de los perros "mecánicos". La moda de hoy, dentro de los jóvenes drogadictos, es tener una mascota con el mismo vicio.
Poco a poco se dedican a acostumbrarlos a las mismas sustancias. Según el veterinario Fernando Botero, "día a día les van dando cocaína o marihuana dentro de la carne y van haciendo que el animal se vuelva un verdadero adicto" .
Pero los animales no soportan, como lo hacen los humanos, las sustancias dentro de su cuerpo. Ellos sufren un cambio rotundo. De acuerdo con la cantidad de droga consumida, los animales se exaltan o se deprimen. Se desorientan totalmente hasta el punto de no saber en dónde están ni para dónde van. Algunos adelgazan en cuestión de días, otros -como por reacción les da por comer a cada minuto. Sufren de taquicardia, de vómito y empiezan a perder la vista y el olfato. El fin de su vida.
El caso del loro Simón es uno de los más dramáticos de todos los sucedidos con animales drogadictos. Era un animal sano y libre hasta que lo compró un muchacho adicto a la marihuana.
Ahi acabó el bienestar para Simón.
Todas las noches, durante el consumo acostumbrado de su dueño, el loro recibía el humo constante del cigarrillo. "De repente, su actitud comenzó a cambiar", recuerda el muchacho.
"Decía más palabras, hacía movimientos absurdos. Le comenzaba un exceso de actividad insoportable y, en cuestión de segundos, se quedaba dormído".

Día a día el loro fue volviéndose tan adicto como su dueño. El se divertia con su mascota e, incluso, lo vestia con pintas de chico in. "Le colocaba chalecos de lana y balaca, era toda una locura". Pero en el momento en que su dueño inició su rehabilitación, el loro comenzó a enfermarse. El muchacho acudió a consultas sicológicas y médicas que lo condujeron a su recuperación total. Mientras tanto el loro extrañaba su "porción" diaria de marihuana. "Era él o yo", dice el muchacho. La sicóloga le aconsejó que abandonara al animal pues podia llegar otra vez a consumir la droga, con el pretexto de darle al animal su "humo" acostumbrado. Entonces prefirió dejarlo morir, víctima de su vicio.
El principal problema es que si para los humanos drogadictos la recuperación es difícil pero factible, para los animales viciosos es imposible. "Esto es algo lógico porque a los perros o a los gatos no se les puede decir que tienen una familia que los quiere o que la vida es larga y bella. No. Simplemente se les deja morir, no hay otro camino", dice el veterinario.
Si los animales han sufrido tan sólo una intoxicación pasajera con alguna de esas sustancias, la solución es rápida con reposo y lavados de estómago.
Pero si es un consumo diario, no existe tratamiento, dice el veterinario de la Asociación Defensora de Animales.
"La única solución sería un cuidado médico de meses enteros, con costosas drogas. Pero si un dueño es capaz de enviciar a su mascota, no hará nada para salvarlo. Simplemente ha matado a un animal".