LA PESCA MILAGROSA

A pesar de gigantescos esfuerzos, tres ballenas atascadas en Alaska están condenadas a morir.

21 de noviembre de 1988

Las ballenas, esos parientes mamíferos que tiene el hombre con forma de peces, suelen despertar en los seres humanos una solidaridad que no tiene parangón con ninguna otra especie del mar. Como por otra parte tienen la extraña costumbre de suicidarse masivamente, lanzándose a las playas como si quisieran salir a conocer el mundo, no son raras las ocasiones en que se organizan verdaderas operaciones de salvamento que terminan en rotundo fracaso, entre otras cosas, porque no consultan la soberana voluntad de las interesadas, que no quieren dejarse salvar por ningún motivo.
Pero la semana pasada la situación que se presentó en el norte de Alaska no tiene comparación con ninguna otra, no sólo porque en esta oportunidad las ballenas no querían suicidarse puesto que quedaron atrapadas en un pozo aislado, ni por las dimensiones del esfuerzo desplegado para liberar tan solo tres ejemplares, sino por la increíble alianza en el esfuerzo, de varios grupos humanos que en otras circunstancias son tan enemigos como el agua y el aceite.
La situación se presentó cuando un grupo de balleneros esquimales descubrió en el norte de Alaska a tres ejemplares jóvenes de la "ballena gris de California" -una especie en peligro de extinción- atrapados en un pozo de tamaño apenas suficiente como para contenerlas. Como los animales deben respirar constantemente, todos se habían lastimado fuertemente contra los bordes de hielo en su desesperado esfuerzo por obtener el aire.
El responsable de esa situación fue naturalmente el frío, por debajo de los 40 grados centígrados bajo cero, un nivel en que la congelación se presenta casi ante los ojos del espectador. Los esquimales comenzaron a mantener abierto el agujero superior por medio de sierras eléctricas, para ganar tiempo mientras conseguían ayuda.
Esta se presentó personificada en los más variados intereses. Una compañía petrolera, VECO, ofreció una gigantesca barcaza usada para perforar grandes masas de hielo en la región, pero para ello era necesario remolcarla desde una distancia de más de 300 kilómetros, para lo que se requirió la presencia de dos de los helicópteros más potentes de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, los Sikorsky CH-54B. Pero para eso, era necesaria la aprobación de las autoridades de Washington. Fue necesario que un senador por Alaska, Ted Stevens, metiera el hombro aduciendo que los petroleros pondrían el combustible si el gobierno ponía las aeronaves. Entre tanto, VECO preparaba la barcaza (que se sostiene sobre la superficie por medio de enormes ventiladores) para su nueva tarea, luego de un retiro de cinco años. Se requirieron turnos de 8 a 10 hombres trabajando 48 horas seguidas para poner el aparato en forma. Según uno de los voceros de VECO, hasta se contrató un jet expreso para que transportara un par de turbocargadores necesarios para la reparación.
Pero las cosas no mejoraban para las pobres ballenas. Los cazadores es quimales se turnaban con los activistas de Greenpeace -un grupo radical que se opone a la caza de ballenas y otras especies en todo el mundo- en una insólita alianza para mantener el agujero abierto. Pero mientras la gigantesca operación de salvamento se ponía en marcha, y los equipos se transportaban a toda prisa para no llegar tarde, se descubrió que uno de los ejemplares estaba con neumonía.
Al cierre de esta edición aún no se sabe cuál será el destino de los pobres animalitos, aunque ya se había previsto la aplicación -créase o no- de inyecciones antibióticas para la enferma. Lo único cierto es que el costo de la operación, tanto si resultaba exitosa como si los animales morían, iba a ser gigantesco. Aunque algunos de los involucrados afirmaron que era "como salvar a Bambi en el bosque", muchos se preguntan si los contribuyentes norteamericanos considerarán bien invertido su dinero en tres ejemplares que, tal vez cuando fueron encontrados, ya tenían sellado su destino.