enigma

La última maldición

El cadáver milenario que apareció hace algunos años en los Alpes parece haber traído la desgracia. Siete personas relacionadas con él han muerto misteriosamente.

12 de febrero de 2006

La prensa europea está segura de que Ötzi, 'el hombre del hielo', trae una maldición. Siete personas relacionadas con este cadáver de la edad de piedra, hallado casi intacto en el hielo de los Alpes, han muerto desde su descubrimiento en 1991. La última víctima, el biólogo molecular Tom Loy, falleció a principios de noviembre en Australia, y las versiones sobre la presunta maldición se dispararon porque la autopsia no pudo precisar si había fallecido por causas naturales. Desde su hallazgo, Ötzi desató revuelo. Su cuerpo tiene 5.300 años de antigüedad y junto a él se encontraron ropa, zapatos e instrumentos de la edad de piedra. Es el hombre más antiguo y mejor conservado de la historia, gracias al hielo que lo protegió durante milenios. Fue descubierto accidentalmente por una pareja alemana, los Simon, que paseaba por las montañas Ötzal, en la frontera entre Austria e Italia, y de allí viene su nombre La creencia de la maldición comenzó en 1992, cuando tres austríacos que tuvieron contacto con Ötzi murieron trágicamente. El primero fue el forense Rainer Henn, de 64 años, quien recogió el cadáver y lo introdujo en una bolsa plástica para su traslado. Henn pereció cuando se dirigía a dictar una conferencia sobre sus descubrimientos sobre el 'hombre del hielo, y su automóvil chocó de frente con otro vehículo. El siguiente en morir fue el montañista Kurz Fritz, quien guió a Henn por los Alpes para rescatar el cuerpo. Fritz, de 52 años, fue una de las primeras personas en contemplar el cadáver y falleció pocas semanas después en una avalancha. Era un escalador experimentado y reconocido, pero fue la única víctima del alud. La tercera muerte fue la del periodista Rainer Hölz, de 47 años, quien filmó la extracción del 'hombre del hielo' en los Alpes y murió meses más tarde a causa de un tumor cerebral. Las sangres de Ötzi "Quizá lo que más ha alentado los rumores sobre una hipotética maldición son los recientes descubrimientos acerca de la muerte violenta del propio Ötzi, aunque la comunidad científica no cree en supersticiones", dijo a SEMANA Heinrich Delbrück, del Instituto de Medicina Molecular de Berlín. Al principio, todos pensaron que Ötzi había fallecido por el frío de los altos Alpes. Pero el biólogo molecular Tom Loy realizó pruebas de ADN y encontró cuatro tipos distintos de sangre humana. Según la teoría de Loy, 'el hombre del hielo' libró una sangrienta lucha contra grupos rivales, antes de morir. Ötzi fue un cazador y, junto a su cadáver, se hallaron un cuchillo con punta de piedra, un arco y flechas, una herramienta para despellejar animales y un hacha con hoja de cobre. O sea que Ötzi contaba con la mejor tecnología de la época, y algunas de estas armas tenían sangre de sus enemigos. Los científicos que han seguido las investigaciones aseguran que Tom Loy 'humanizó' a este ser de la edad de piedra y su trabajo atrajo la atención de la prensa y la televisión, que realizó varios documentales. De origen californiano y radicado en Australia, Loy consiguió el reconocimiento internacional por sus contribuciones, y sus colegas del Instituto de Biociencia Molecular de Brisbane (Australia) lamentan que el rumor de que Loy ha sido "la última víctima de la maldición" haya terminado por opacar los brillantes aportes del científico. Las versiones sobre la maldición fueron impulsadas por el diario The Australian y replicadas por el periódico The Intependent de Londres y luego por los principales medios europeos. Además de vender periódicos, Ötzi se ha convertido en una de las momias más rentables del mundo. Italia ganó un litigio a Austria sobre el lugar del hallazgo y a mediados de los 90 el 'hombre del hielo' fue trasladado, con escolta armada, a Bolzanc (Italia), donde el Museo del Sur de Tirol lo exhibe y gana varios millones de euros al año. La familia Simon, los verdaderos autores del hallazgo, quisieron parte de este pastel y mantuvieron una larga demanda contra Italia. Al final, los jueces italianos admitieron que los Simon eran los descubridores oficiales del 'hombre del hielo' y les asignaron un pago de 50.000 euros. Pero el conserje jubilado Helmunt Simon, de 67 años, jamás vio ese dinero. En octubre de 2004, Helmunt salió a practicar el montañismo en los Alpes, cerca del lugar donde había encontrado a Ötzi, y nunca regresó. Su cadáver fue hallado una semana después. Cayó por un abismo de 240 metros en medio de un temporal. Entonces la prensa sensacionalista dijo que Simon era la cuarta víctima de la maldición. Para colmo, el jefe del equipo de rescate encargado de la búsqueda de Simon falleció ese mismo día por un paro cardíaco. Dieter Warnecke, de 45 años,según su familia,se encontraba en plena forma física. El infarto fulminante lo sorprendió cuando dirigía las labores para sacar del abismo el cadáver de Simon, y la prensa amarillista lo sumó a las víctimas de Ötzi. En abril pasado se registró la sexta muerte. Konrad Spindler, de 66 años, jefe de las investigaciones sobre 'el hombre del hielo' en la Universidad de Innsbruck (Austria), falleció por causas naturales. Sufría esclerosis múltiple. Spindler era un renombrado arqueólogo y el mayor especialista austríaco en el 'hombre del hielo'. En los últimos años se burló de las insinuaciones acerca de la maldición de Ötzi. "Me parece una tontería. Todo es un bombo mediático. Lo próximo que dirán es que yo seré el siguiente", dijo repetidamente a la prensa. En estos 14 años, el cuerpo de Ötzi, sus herramientas y armas prehistóricas han venido siendo estudiados por más de 30 grupos de científicos de todo el mundo. Los resultados han revelado que las últimas comidas del 'hombre del hielo' fueron ciervo rojo, íbex (mamífero rumiante de las montañas), polen y frutos secos. Algunos antropólogos y arqueólogos se han ocupado de analizar su traje de piel de cabra y su gorro de piel de oso. Incluso se han realizado reproducciones de sus zapatos, hechos con piel de animales rellenos de hierba seca. Ötzi era un hombre de entre 35 y 40 años, y medía 1,50 centímetros. Pero pese a todos estos descubrimientos "sobre nuestro antepasado de la edad de piedra, Ötzi es ahora más conocido mundialmente por su presunta maldición que por todas las grandes luces que ha arrojado sobre una etapa que resultaba bastante oscura para la ciencia", según dijo a SEMANA Walter Leitner, uno de los expertos en 'el hombre del hielo' del Instituto de Prehistoria de la Universidad de Innsbruck. Los científicos creen que la fuerza de la superstición puede ser mayor que las verdades de la ciencia. Hace dos años, el arqueólogo Mark Nelson, de la Universidad de Monash, Australia, demostró que la leyenda sobre la maldición de Tuntakamón no tiene ninguna base científica. Nelson dedicó varios años a analizar detalladamente los hechos que originaron este mito sobre el faraón egipcio. La apertura de la tumba fue presenciada por 25 personas, mientras otras 19 del mismo equipo se encontraban en una zona distinta de Egipto. Nelson siguió las vidas de estas 44 personas y, si bien encontró que las personas sujetas a la supuesta maldición vivieron menos años que las del otro grupo, de todos modos la mayoría de los miembros de la expedición alcanzó los 70 años. En el caso de Ötzi, las presuntas víctimas de la maldición han muerto entre los 45 y los 67 años. Algunos de ellos sufrían serias enfermedades, y sólo tres, Henn, Fritz y Simon perecieron en accidentes, los dos últimos en la nieve. La muerte de Tom Loy, cuyo cadáver fue descubierto en su casa y cuya autopsia dice que falleció "por causas naturales, accidente, o ambas cosas", han reavivado los rumores. Sin embargo, el elemento mítico que más se ha repetido en la prensa es la semejanza de las muertes del propio Ötzi, desangrado en mitad de la montaña nevada, y Helmunt Simon, el descubridor del 'hombre del hielo', desbarrancado en un abismo durante una tormenta de nieve. Ambos murieron en las mismas montañas alpinas, separados en el tiempo por 5.300 años, y en el espacio, por sólo 160 kilómetros.