La Vida en el espacio

Después de seis semanas a bordo la tripulación de la Estación Espacial Internacional se adapta a la vida en condiciones de microgravedad.

22 de enero de 2001

Uno de los sueños más anti-guos del hombre es vivir en el espacio. Esa fantasía se logró el pasado 31 de octubre cuando el transbordador espacial Atlantis dejó a tres astronautas en la Estación Espacial Interna-

cional, donde permanecerán hasta marzo próximo, cuando una nueva tripulación los relevará. A partir de ese momento siempre existirán seres humanos viviendo en el espacio. La estación hace parte de un ambicioso proyecto en el que participan más de 15 países y servirá de laboratorio para explorar la posibilidad de permanencia humana en el espacio y mejorar la calidad de vida del planeta azul.

Desde hace seis semanas la estación se ha convertido en la vivienda más lejana de la Tierra. No tiene dirección postal y llegar allí es complicado pero goza de una ubicación perfecta a 350 kilómetros de la superficie terrestre. Es un hábitat exótico, la vista es magnifica, se viaja por todo el mundo sin salir de casa y se ve el amanecer cada 90 minutos.

Es también la casa más costosa de la historia. La construcción total del laboratorio —que se inaugurará en 2004 cuando se termine de ensamblar— tendrá un valor aproximado de 96.000 millones de dólares. Para no ir mas lejos, cada kilogramo de peso que se sube a la órbita —desde el aire hasta el papel higiénico— cuesta alrededor de 20.000 dólares.

A pesar de las grandes ventajas que ofrece, vivir allí puede resultar un poco incómodo. Si bien la estación espacial es más amplia que la Mir, su predecesora soviética, lo cierto es que la vida cotidiana de Shepherd, Krikalev y Gidzenko transcurre en un espacio muy reducido, no más grande que dos cuartos de baño. Su hogar está ubicado en el módulo Zvezda (palabra rusa que significa estrella), el cual consta de dos pequeñas recámaras, donde se encuentran comedor, cocina, equipos de ejercicio físico, dormitorios y baño.

Dentro de las dos recámaras está todo lo necesario para vivir. Los dormitorios no son otra cosa que cabinas telefónicas con bolsas de dormir que tienen correas para amarrar a los astronautas y así evitar que salgan volando mientras descansan. También tienen una pequeña cocina equipada con refrigerador, congelador, dispensadores de agua caliente y fría y horno microondas para calentar los alimentos.

Comer es toda una hazaña pues los alimentos flotan en el ambiente hasta que alguien los atrapa con su boca, como sucede con los peces en un acuario. Con los líquidos pasa algo similar. Un vaso de agua en el espacio es una gran burbuja que los astronautas deben atraer a su boca por succión.

Dentro del módulo hay equipos para hacer ejercicio, actividad que es indispensable para proteger los huesos y también para mantener en forma a los tripulantes. Aunque parezca difícil es posible bañarse en el espacio mediante una esponja jabonosa que limpia el cuerpo. Otra ducha aspira el agua del cuerpo y las paredes. El agua se recicla, así como otros desechos líquidos.

La casa aún está en construcción. Por ahora se han podido ensamblar tres de los módulos: Zvezda, donde viven los astronautas; el Zayra, en donde se encuentran los controles de navegación, la energía eléctrica y los equipos de comunicación, y el Unity, que servirá de puerta de salida a los astronautas que tengan que hacer sus caminatas espaciales. Después se irán acoplando las piezas restantes hasta que la estación tenga sus 100 módulos. Entonces la estación será el objeto más grande circundando la Tierra y gracias a su tamaño —similar al de dos canchas de fútbol— será posible observarla a simple vista. Y allí, en ese punto luminoso casi tan brillante como Venus y mucho más que cualquier estrella, navegará el que podrá ser, en un futuro no muy lejano, el punto de partida para la conquista del cosmos.