EDUCACIÓN

En el colegio, a las niñas les va mejor que a los niños

Aunque por décadas fue al revés, estudios de la OCDE aseguran que ellas superan a los varones en temas académicos, especialmente en lectura. Los expertos explican cómo ayudar a que esa brecha desaparezca.

19 de enero de 2019
Sin importar el sexo, en Colombia el 60 por ciento de los jóvenes no entienden lo que leen, según los expertos. | Foto: ISTOCK

Por siglos, los niños han sido mejores que las niñas en el aula de clase. Pero eso está cambiando, según un informe de la OCDE, que monitorea la educación en el mundo. Este organismo concluye que en los países desarrollados las niñas están superando a los niños en temas de lectoescritura. Aunque ellos históricamente han tenido mejor desempeño en matemáticas, según recientes datos, la brecha en esta materia también se está cerrando. En Singapur y China ya no existe, y en Finlandia y Suecia, entre 2003 y 2012, las niñas igualaron a los niños en matemáticas y ampliaron su ventaja en lectura. En el caso de estudiantes de menor nivel académico, los niños tienen 50 por ciento más probabilidades de estar por debajo de los criterios básicos de enseñanza.

Este tema se ha convertido en un fenómeno global. Daniel y Susan Voyer, profesores de psicología de la Universidad de Brunswich, realizaron un estudio para el que revisaron 369 trabajos relacionados con el tema en 30 países. Encontraron que las niñas tienen mejores notas en todas las materias, incluida ciencias, en la que tradicionalmente las habían superado los muchachos.

En Colombia también sucede el fenómeno, aunque con matices. El informe nacional de resultados de las pruebas Saber 11 entre 2014 y 2017, un examen que el Icfes hace cada seis meses para monitorear, entre otras cosas, la calidad de la formación, muestra que en el puntaje global los niños aún superan a las niñas. Y aunque en el tema de lectura los puntajes entre hombres y mujeres no fueron muy diferentes, en los niveles más altos de lectura hay mayor proporción de mujeres que de hombres. En matemáticas sucede la situación inversa: hay más niños que niñas en los niveles altos.

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El tema de que los niños andan rezagados en lenguaje solo ahora comienza a estar en el centro de la dicusión pública, y tiene relevancia, pues aún los hombres, al menos los más sobresalientes, siguen liderando la fuerza laboral y reciben mejor salario que las mujeres. Además, hasta hace muy poco, la preocupación se había centrado en el rezago de las niñas. Por diferentes razones ellas asistían menos al colegio. Asimismo, el sexismo protegía a los varones: los profesores ignoraban a las niñas, sus compañeros las matoneaban y con el tiempo ellas asumían estereotipos negativos, como no ser buenas para matemáticas, lo que no les permitía destacarse.

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Pero en los años setenta, cuando este fenómeno comenzó a ceder, las niñas empezaron a igualarse con los niños e incluso a sobrepasarlos, como demuestra hoy la OCDE. Ahora ellas parecen tener mayores expectativas en su educación y en su carrera profesional. En 2014 más mujeres que hombres ingresaban a la universidad, según este organismo.

El problema de que los niños estén atrasados en esta área no es de poca monta. La evidencia científica muestra que la capacidad de leer y comprender un texto es, en la infancia y la juventud, una habilidad básica para todo el aprendizaje, desde las matemáticas hasta las ciencias sociales. “Garantiza una progresión académica exitosa”, dice Horacio Álvarez, especialista sénior en educación del Banco Interamericano de Desarrollo. Además, tener buena capacidad lectora en la adultez está asociada a una mayor probabilidad de tener empleo y mejores salarios, mejor salud, mayor autoestima y más participación en la vida social y política.

Las explicaciones al fenómeno no convencen a todos. Está la teoría biológica que insiste en que la materia gris de las mujeres se desarrolla más pronto, lo que aparentemente explicaría por qué ellas maduran primero. Eso les daría una ventaja a la hora de aprender, pues tienen mayor oportunidad de leer más libros y de interactuar en contextos familiares que promueven un léxico más extenso, lo que facilita la comprensión de lectura. Otros dicen que las niñas dedican más tiempo a las tareas, mientras que los niños pasan más tiempo en videojuegos. Otra teoría se refiere al papel que juegan los estereotipos sexuales en la clase, en especial la idea de que las mujeres son buenas para unas materias y los hombres para otras.

Álvarez señala que el asunto también tiene que ver con los métodos, los profesores e incluso con el tipo de libros que usan en el colegio. “A las niñas les gustan los textos narrativos que son los que más recomiendan en clase, pero ellos prefieren los informativos o que expliquen cómo funcionan las cosas”.

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Aunque en Colombia la brecha de género en lectura existe, los expertos piensan que el país tiene otro problema: el nivel de lectura de los jóvenes frente al de otros países. “El 60 por ciento no comprende lo que lee, no importa si son niñas o niños”. Así lo confirma el informe Colombia en Pisa 2015, prueba que evalúa la calidad de la educación en los países miembro de la OCDE con jóvenes de 15 años. Aunque en los últimos años ha habido una notoria mejoría, el país aún queda por debajo del promedio de los demás Estados miembro de esta organización. “Incluso los estudiantes ricos de Colombia están por debajo de los pobres de los países desarrollados”, dice Álvarez.

Parte del problema consiste en que no hay una política para ayudar al que se queda atrás en lectura. Según los expertos, 30 por ciento de los niños no aprenden a leer y se van rezagando. Eso crea una brecha en el salón ya no de género, sino entre los que tienen nivel alto de lectura y los que no, y en muchas circunstancias el sistema educativo no logra sanarla. Esas brechas tienden a desaparecer, pero para eso el niño debe permanecer en la escuela y no desertar como hacen muchos cuando tienen mal desempeño académico. Los maestros solucionan todo con reprobar a los niños. Pero está demostrado que tal estrategia genera problemas de autoestima y otras dinámicas negativas que aumentan el riesgo de deserción. En todo caso, Colombia es uno de los países con más niños repitentes: 9 por ciento.

Las niñas leen más narrativa, mientras que ellos prefieren textos de cómo funcionan las cosas.

Para Álvarez el rezago en lectura no proviene del niño o de la niña, a menos que tenga un problema de aprendizaje o una dificultad auditiva. O sea que todos deberían aprender a leer en primer grado. Las soluciones tienen que ver más con políticas y métodos de enseñanza efectivos.

Luz Karime Abadía, profesora de economía en la Universidad Javeriana y coautora de un estudio sobre el tema, piensa que el problema sigue siendo la brecha de género a favor de los hombres en todas las áreas excepto en la lectura. Eso tiene un alto impacto en la economía. Teniendo en cuenta que estas pruebas sirven para ingresar a la universidad, si el desempeño de ellas en Saber 11 no es bueno, eso impactará en qué estudien y dónde. “Ellas tienden a irse más por las humanidades que por las áreas de matemáticas y ciencias. Son maestras y enfermeras, mientras que ellos son ingenieros y ejecutivos”. Esa decisión genera una brecha salarial.

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Lo ideal sería que no existan diferencias de género ni académicas, y que las disparidades solo correspondan a las habilidades e intereses de cada cual. Resultaría determinante aplicar políticas que ayuden a que niños y niñas aprendan lo que toca en el momento correcto y con el mejor método de enseñanza. En algunos colegios los profesores de matemáticas deben empezar sus clases por garantizar que los niños entiendan las palabras claves en los conceptos. Los docentes y los padres también deben tener conciencia de sus propios estereotipos de género para evitar que influyan en el aprendizaje de los niños.

El tema es complejo y, aunque hay una tendencia global que no favorece a los niños en la lectura, el panorama está lejos de ser bueno también para ellas. Pero hay soluciones. Como dice Abadía, la mayoría de estos obstáculos son culturales y, por lo tanto, susceptibles de corrección.