HÁBITOS

Las tecnologías de la culpa

Eso de que el conocimiento nos hace más libres no es tan cierto.

Ómar Rincón*
27 de junio de 2010

A mayor conocimiento, más tecnología, y a mayor tecnología, más vigilancia y control. Eso de que la información nos hará más democráticos es más ficción. Antes nuestra intimidad era nuestra; hoy somos habitados por los otros y por los ojos del Poder.

Se inventó el teléfono (1876) y nos comunicamos sin salir de casa, y ya no pudimos vivir sin este aparato. Y nació un límite: si alguien quería saber si estábamos o no, llamaba; cedimos un poco de anonimato y ganamos una mentira: “Diga que no estoy”. Pero no solo eso, el Estado y la compañía de teléfonos tenían nuestros datos y hasta oían nuestras conversaciones, y así cedimos otro poco de libertad: nuestra intimidad.

Y llegó el computador (1950) y nos olvidamos de pensar linealmente con esas fastidiosas máquinas de escribir, y comenzamos a escribir complejo, y las ideas se liberaron, y todos nos convertimos en escritores. Pero la máquina de escribir no tenía memoria, el computador sí. Y así perdimos más libertad de intimidad, ya que nuestros pensamientos pueden ser habitados por otros. El Poder, llamado jefe, marido, esposa, novia, envidioso, mafia, Policía, puede entrar y mirar qué estábamos pensando y acusarnos de esos pensamientos, o robarnos esas ideas. Por eso las autoridades se han vuelto especialistas en leer los computadores.

Vino la maravillosa cámara de video (1960) y pudimos hacer películas, y grabar la fiesta de 15, y el cumple, y el viaje, y todo lo demás. Y nos convertimos en film-makers. Y, desde entonces, la Policía, los jefes, el Estado, la pareja, la empresa, las mafias se la pasan grabándonos para poder culparnos de algo o hacerse famosos con nuestras imágenes. ¡Grabar imágenes puede ser muy peligroso! Y perdimos intimidad y el poder ganó en vigilancia.

Y llegó Internet (1980) y una cantidad de cosas en inglés (e-mails, chat, Second Life, Facebook, YouTube y Twitter) y la poca libertad e intimidad que teníamos se terminó. Los e-mail siempre se conocen, aunque los borremos, y serán usados para demostrarnos que somos culpables; en el chat todo queda para los investigadores; en Second Life dejamos de existir como seres biológicos; en Facebook nuestra intimidad es pública; en YouTube nos producen una imagen de uno mismo que ni conocemos.
Y lo último que nos quedaba de lo más íntimo se acabó con el celular y los blackberries (puro siglo XXI). Ya somos habitados por la mirada del Poder.

No podemos hablar por teléfono (porque los ‘chuzan’), no podemos escribir nuestros pensamientos en computador (porque los leen y quedan para siempre), no podemos grabar imágenes (porque son peligrosas para alguien), no podemos estar en Internet (porque la nube nos controla), no podemos ser nuestro celular (porque esa memoria interesa al Poder).

¡El Poder lo sabe todo! El Poder que se llama Estado, mercado, jefe, pareja. Y el poder se ejerce a través de las tecnologías de comunicación que producen la sociedad de la vigilancia y el control. El filósofo francés Michel Foucault lo demostró: a mayor conocimiento más control, a más tecnologías más vigilancia.
¿Se ha puesto a pensar cuántos aparatos tiene y cómo estos aparatos lo dominan a usted? ¿Se siente libre o vigilado? ¿Nos quedará algo de libertad? Pregúntele al DAS, o a su jefe, o a Microsoft, o a Google, por favor.

En la sociedad de las Tecnologías de la Comunicación escapar al control significa ser libres. Por ahora, ¡me declaro culpable… (pero no se de qué)!
 
*Profesor asociado a la universidad de los Andes