LAS VITAMINAS, AL BANQUILLO

Un nuevo estudio sugiere que esas superpìldoras no son tan benéficas ni tan inocuas como las pintan.

30 de mayo de 1994

MILLONES DE personas las ingieren a diano para combatir el resfriado, aliviar el estrés, y mejorar la concentración o la potencia sexual. Es el boom de las vitaminas, simples e inocuas píldoras que como fórmulas mágicas garantizaban la salud, retrasaban el envejecimiento y protegían incluso contra las más temidas enfermedades. Pero era demasiado bueno para ser verdad. Un estudio realizado en Finlandia ha puesto en entredicho no sólo los beneficios de las vitaminas, sino su inocuidad.
Los resultados, dados a conocer hace unas semanas, señalan que esos extraordinarios beneficios pueden ser sólo un mito. Pese a la confianza que la gente ha puesto en las vitaminas, esta mirada revisionista señala que no existen evidencias contundentes de que ellas protejan contra ninguna enfermedad. Los investigadores encontraron que la vitamina E y el betacaroteno -los dos más publicitados antioxidantes- no pueden proteger contra el cáncer ni contra el ataque cardiaco. No obstante, lo que más impacto ha causado es que, según los investigadores finlandeses, pueden incluso causar daño.
Si bien está comprobado que la buena alimentación es un factor importante en la salud y que las vitaminas son necesarias para vivir, al parecer quienes las ingieren lo hacen basados más en la fe que en la evidencia científica. En los últimos años, diversos estudios han suserido los beneficios de los suplementos vitamínicos, pero lo que el estudio señala es que esas recomendaciones surgen de sofisticadas teorías bioquímicas, por más que no existen evidencias clínicas que las respalden.
El estudio que derrumba el gran mito de las vitaminas fue realizado entre 29.000 hombres fumadores, con el único propósito de comprobar el poder protector de la vitamina E y el betacaroteno contra el cáncer y el infarto. Para sorpresa de los investigadores, las vitaminas no mostraron ejercer ninguna protección. Y lo que es peor, entre aquellos hombres que las tomaban hubo 18 por ciento más casos de cáncer de pulmòn y ataques cardiacos, así como una rata de muerte un 8 por ciento más alta. Esta es la primera vez que se encuentra evidencia de que las vitaminas pueden no ser tan inocuas como se piensa.
Esta no es la última palabra, pero la sospecha que se ha lanzado sobre estas maravillosas píldoras ha generado un fuerte debate científico. Si para unos existen suficientes indicios de que las vitaminas pueden ayudar en la portección de la salud, para otros es necesario esperar pruebas clínicas más extensas que lo demuestren.
En los últimos años, numerosos estudios han comparado la salud de la gente que toma vitaminas con aquellas que no lo hacen, y han hallado diferencias que sugieren beneficios. Sin embargo para los escépticos, estas investigaciones tienen el problema de la carencia de controles. Los consumidores de vitaminas pueden ser personas más inclinadas a comer dietas balanceadas o a tener hábitos de vida realmente más saludables, señalan.
Y la verdad es que la clase de efectos que muchos investigadores esperan encontrar en el consumo de vitaminas -como la reducción de las tasas de enfermedad de un 10 a un 30 por ciento- no han sido establecidas en un examen a gran escala.
Al parecer, lo que existe en la actualidad es un ferviente y generalizado anhelo de prevenir los males que afectan a la humanidad y, aparte de eso, retrasar el envejecimiento. Es algo que todos quieren oír.