LOS BOYS DE `LA CITY'

Los jóvenes británicos vuelven a los valores tradicionales.

15 de diciembre de 1986


Los Beatles, la minifalda, Pink Floyd y los punk, símbolos de la juventud británica de las tres últimas décadas podrían estar condenados al olvido y en poco tiempo ser solamente parte de la memoria colectiva atesorada por Madame Tussaud en su museo de cera en Londres. Y el amor libre y el hachis podrían convertirse en hábitos escandalosos propios de viejos y renegados de la sociedad.

Al menos eso parecen demostrar estudios recientes sobre los jóvenes británicos de hoy, realizados por centros de investigación ingleses. De acuerdo con el Center for Child Studies (Centro de Estudios sobre el Niño), la libertad sexual y el creciente uso de narcóticos no presentan una realidad general de los jóvenes en Inglaterra. Los "cocacolos" de dieciseis años, en su mayoría, no han hecho el amor, no ingieren bebidas alcohólicas con frecuencia, no fuman, apoyan la aplicación de la pena de muerte para crímenes violentos y tachan de ilegal el consumo del hachís. Expertos en la materia, como el profesor Neville Butler de la Universidad de Bristol, aseguran que estos resultados constituyen un movimiento hacia valores más tradicionales.

Encuestas realizadas por el Social and Community Planning Research (Centro de Investigación Social y Planeación Comunitaria) revelan, por otra parte, que entre personas de 18 y 24 años de edad existe una verdadera voluntad de participación política a nivel individual y colectivo, contrariando así la imagen de despreocupación y anarquismo prevaleciente sobre lo que son hoy los jóvenes ingleses. Según las estadísticas, estas gentes creen en la eficacia de su acción, para cambiar el rumbo de las decisiones del gobierno. Además, esperan del establecimiento la solución de problemas como la inflación y el desempleo. También, favorecen una mayor intervención del Estado en la economía, particularmente en áreas como el control de precios y salarios, y siguen teniendo fe en el sistema de seguridad social.

Por otra parte, los sondeos de opinión desvirtúan la creencia tradicional de que en Europa nadie actuaría contra la ley en señal de protesta. En realidad, el cincuenta por ciento de los hombres y el treinta y uno por ciento de las mujeres entre los dieciocho y los veinticuatro años, estarían dispuestos a violar las normas si fueran consideradas intolerables. Esta disposición es evidente en las múltiples manifestaciones realizadas contra el apartheid, las cuales demuestran los límites del conformismo entre la nueva generación.

En el terreno político, las conclusiones que traen los estudios no son menos sorprendentes. El estilo Thatcher parece haber convencido a un gran número de estudiantes no sólo en Gran Bretaña sino también en el resto de Europa y prueba de ello sería el hecho de que aunque las concentraciones populares no faltan en Europa, no se ve, como en 1968, el cierre de universidades como la Sorbona o la London School of Economics (el Colegio de Economía de Londres).
Los desórdenes estudiantiles no tienen el color político de antes. La adhesión a partidos diametralmente opuestos, como el Conservador y el Laborista en el Reino Unido, ha decaído. La juventud rechaza las posiciones extremas y prefiere alojarse en el centro del espectro político. Para algunos sociólogos, esto demuestra el crecimiento del civilismo de la nación entera. Sus características son, entre otras, la mayor tolerancia hacia sectores contrarios. Pero no todo el mundo cree en el afianzamiento de este civilismo. Por ejemplo, el profesor Mike Ridden, jefe del Departamento de Políticas Sociales de la London School of Economics, afirma que esa tolerancia sólo constituye un fenómeno de apatía por parte de los estudiantes. Entre tanto, otros profesores de la misma institución opinan que puede haber más conciencia cívica, pero no de centro sino de derecha.

Hoy por hoy, en lugar de discutir sobre los sistemas predominantes en el mundo: el socialista y el capitalista, los jóvenes parecen entretenerse más en temas como la defensa y las armas nucleares. El 61 por ciento de los británicos, entre los dieciocho y los veinticuatro años, piensa que los misiles norteamericanos hacen a su país más inseguro en caso de una guerra nuclear. Además, en estas edades la gente, en su mayoría, ve a las armas rusas como a las norteamericanas como la mayor amenaza a la paz mundial. También es fácil encontrar un aumento en el deseo de eliminar unilateralmente los cohetes atómicos. Sociólogos atribuyen este incremento al desarrollo de nuevos valores denominados "postmaterialistas". Conforme a los mencionados principios, los individuos cifran más esfuerzos para elevar su calidad de vida y su participación política.

El problema radica, sin embargo, en que las estadísticas no se pueden proyectar tan alegremente. La heterogeneidad de ambientes familiares, de educación y la rapidez con que se suscitan los cambios hoy en día, hacen difíciles las generalizaciones e inciertas las tendencias. Las evidencias recogidas en los estudios sugieren, no obstante, que el deseo de participar en asuntos políticos y en el mejoramiento de las condiciones de vida es más fuerte hoy, que en las dos décadas anteriores. También han cambiado los temas de discusión y acción popular. Tópicos como la defensa y el desarme nuclear se cuentan ahora entre los favoritos. Finalmente, en cuanto a la transformación moral de la nueva generación, las encuestas revelan un renacer de los principios tradicionales. Pero aún así, muchas personas se preguntan hasta qué punto ese cambio es cierto. -