LOS COLOMBIANOS TAMBIEN TEMEN

Una investigación entre niños y jovenes muestra que sienten tanto miedo por una guerra nuclear como los norteamericanos o los soviéticos

9 de junio de 1986

Si la planta nuclear más próxima a Colombia queda en el Brasil, si en el país no hay ni planes remotos para montar uno de estos complejos, si ni geográfica ni políticamente estamos en la franja de riesgo de una guerra devastadora, si todo eso es cierto podría ser una extravagancia preguntar opiniones aquí sobre un posible conflicto entre las grandes potencias.
De esa presunción partió hace ocho meses un equipo de investigadores, pero un primer tanteo entre un grupo de jóvenes y niños en Bogotá, dio una sorpresa inicial: el tema no sólo no les es extraño, sino que les preocupa. Y ahora, después de todos esos meses de encuestas y de análisis, un libro de 107 páginas recoge el impacto sicológico que una eventual guerra nuclear tiene entre los colombianos.
La investigación--que es, además, la primera que se conoce en un país del Tercer Mundo--, pone al descubierto que a pesar de la lejanía de la amenaza del fin de la vida por una explosión nuclear, el tema alcanza a quitar el sueño y hace pensar que todo se acabará antes de que los encuestados lleguen a ser adultos.
"Lo primero que queda en claro en el estudio es que la interdependencia entre los países es un hecho del que nadie escapa y, desde luego, al que ayudan básicamente los medios de comunicación", dice el sicólogo Rubén Ardila, orientador de la investigación y autor del texto que, sin proponérselo, concluyó cuando el bombardeo a Trípoli y el accidente en Chernobyl le dieron más vigencia al tema.
El tanteo inicial, para determinar si la investigación tenía cabida, se hizo entre un grupo de 35 personas y de ahí, tras comprobar la preocupación que causaba la mención de las palabras guerra nuclear, se pasó a la elaboración de un cuestionario y se eligió un universo de 800 encuestados entre los siete y los 18 años de edad.
Mientras se adelantaban las encuestas en colegios de Bogotá, estratificados en clases alta y baja, los investigadores recogieron información sobre sondeos similares hechos en países desarrollados e involucrados en la posibilidad de un conflicto nuclear. De esa manera supieron, por ejemplo, que un 84 por ciento de los niños norteamericanos considera que ni ellos ni sus familiares sobrevivirán a una guerra y que un 97 por ciento de los menores soviéticos encuestados piensa que tampoco logrará la supervivencia. Ante la pregunta de si creían que una guerra se podría evitar, el 65 por ciento de los interrogados en Estados Unidos dijo que sí y el 93 por ciento de los soviéticos también se acogió a esa especie de tabla de salvación. Pero la cotejación de estas respuestas, de acuerdo con el sicólogo Ardila, deja en claro una interpretación dramática: creen que sí se puede evitar, pero están seguros de que no se va a evitar.
Aunque con una metodología diferente y con cuestionarios también distintos, una de las conclusiones que dejó la encuesta entre ese grupo de colombianos, es la de que los de aquí y los de allá comparten iguales nervios: "Al igual que los niños europeos y norteamericanos, los ninos y jóvenes colombianos consideran que la guerra nuclear va a Jener lugar durante sus vidas".
El cuestionario que se sometió a las respuestas de los 800 colombianos escogidos, incluyó diez preguntas, se les advirtió que "no hay respuestas malas", se repartió en salones de los colegios elegidos
La primera pregunta fue ¿qué asocia usted con la palabra nuclear? y la más frecuente respuesta entre todos los encuestados fue la asociación con guerra. En el grupo de niños de clase alta, la primera asociación fue con el hombre nuclear y posteriormente con la guerra, la bomba nuclear y la palabra fuerte. Para los niños de clase baja el orden fue: guerra, potencia, destrucción y hombre nuclear.
El grupo de jóvenes (entre los 17 y los 18 años), piensa más que el de los niños (entre los 7 y los 8 años) en una guerra nuclear y en la posibilidad de que les corresponda asistir en sus vidas a un conflicto de esta naturaleza.
El 56 por ciento de los jóvenes de clase alta y el 47 por ciento de los de clase baja creen que les tocará una guerra fulminante.
Sobre la posibilidad de evitar una guerra nuclear, las respuestas permiten ver que los niños son más pesimistas que los jóvenes: el 34 por ciento de los niños de clase alta, el 26 de los de clase baja; el 55 de los jóvenes y el 56 de los de clase baja, consideran que sí es posible evitarla. Pero al igual que en los porcentajes de las encuestas en Estados Unidos y la Unión Soviética, así se piense que se puede evitar, también se considera que de todas maneras va a ocurrir.
El deseo de supervivencia se revela en la octava pregunta de la encuesta dirigida por Rubén Ardila. Los niños (el 86 por ciento de la clase alta y el 79 de la baja) quieren sobrevivir, mientras que sólo el 47 por ciento de los jóvenes de clase alta y el 56 por ciento de los de la baja, desean ser sobrevivientes. De acuerdo con los investigadores, en el análisis de esta respuesta se advierte el nivel de información que tienen los dos grupos de edades: son menos dados a querer sobrevivir los jóvenes porque saben la devastación que traería una guerra y la secuela que dejaría.
En este sentido, la respuesta número nueve de la encuesta permite deducir la información --o la imaginación--que existe sobre los resultados de un conflicto nuclear. A la pregunta ¿después de una guerra nuclear qué sucedería?, las respuestas fueron éstas:
Niños de clase alta: todo sería muy feo; muy triste; se destruiría el mundo; tal vez todos moriríamos; el mundo sería como un desierto; Dios no nos amaría; los habitantes de la Tierra tendrían que irse a otro planeta; no habría felicidad.
En niños de clase baja, las respuestas más comunes fueron: habría pobreza; se matarían las personas unas con otrás; habría muertos y heridos; habría suciedad; todo sería muy malo y muy solo y habría muchas personas quemadas.
Para los jóvenes de la primera clase, las repercuciones de la guerra serían: crisis y caos total, desaparición de la vida sobre la Tierra; hambre y miseria; irradiación continua y degeneración de la especie; regreso a una etapa primitiva y retardo mental.
Y para los jóvenes de clase baja, estas serían las secuelas: muertes; destrucción; fin del mundo; desastre definitivo y total; hambre, escasez de comidas y medicinas y los sobrevivientes se apoderarían de todo.
Tras averiguar en la encuesta opiniones, temores y vaticinios sobre lo que acarrearía un conflicto nuclear, la investigación tocó tierra colombiana para conocer conceptos sobre un problema cotidiano tan concreto como la situación económica. La pregunta fue ¿cuál problema considera más importante, la posibilidad de una guerra nuclear o la crisis económica en Colombia? Y en las respuestas, el 53 por ciento de los niños de clase alta, el 24 de los de clase baja, el 50 de los jóvenes de la primera clase y el 46 de los de la baja, consideraron más importante la guerra nuclear que la crisis económica.
"En esta forma nuestra hipótesis acerca de la mayor importancia de la guerra nuclear en los grupos de altos recursos económicos se probó para los ninos, no para los jóvenes", dice la investigación en sus conclusiones.
En el análisis de las respuestas obtenidas ("la encuesta se adelantó sólo en Bogotá por razones prácticas", cuenta Ardila), queda en claro que el impacto sicológico de una posible guerra nuclear es sentido por la población infantil y juvenil porque "les afecta sus v.idas e influye en la planeación de su futuro".
A que no se mire esperanza en el horizonte también contribuye el hecho de que en un pais como el nuestro la muerte no es extraña. Para el sicólogo Ardila, quien desde 1970 viene haciendo y publicando investigaciones sobre distintos aspectos de la sociedad colombiana, "la presencia de la muerte es algo tan normal en una comunidad como la colombiana, que también se convierte en un factor de derrotismo". Al estar afectados por las amenazas de un conflicto nuclear y al ver a su alrededor los problemas económicos y sociales propios del país, los jóvenes y los niños sienten, ciertamente, que la vida es corta y que no depende de ellos el futuro: A diferencia de los adultos, que "crecieron en un mundo en el cual la amenaza nuclear no era tan obvia" y para quienes "hay otros problemas más prioritarios y urgentes", la juventud y la niñez colombiana, contra lo que puede pensarse por la lejania geográfica del tema, siente miedo de que se desate ese apocalipsis. Tantos nervios como los que siente un niño de Kiev o un joven de Filadelfia. --

RESPUESTAS DE MIEDO
Para ilustrar el temor que los colombianos sienten ante una guerra nuclear, el equipo de investigadores orientado por el sicólogo Rubén Ardila, incluyó en el libro algunas respuestas de jóvenes y niños encuestados. Extraemos a continuación varias de ellas que, al igual que en el texto excluyen los nombres de los interrogados:
Mujer de 18 años: "Olvidate, yo no voy a traer chinos a sufrir a este mundo. Dime ¿quién quiere tener muchachitos deformados, con dos cabezas, o cuatro manos o unos completos brutos? Nadie, nadie. Las radiaciones van a llegar, tú sabes y no tenemos nada que hacer".
Niño de 7 años: "Los grandes no entienden, nunca han entendido. Creen que son cosas de nosotros. ¿Sabes? yo pienso que ellos también tienen miedo, pero no dicen nada. Yo preferiría que las historias de Blanca Nieves fueran ciertas y no que lo fuera lo de la guerra que va a llegar".
Niño de 7 años: "El hombre nuclear no es capaz de hacer volar esto en pedacitos. Pero me han dicho que los grandes saben de esto y que esto sí va a reventar mañana o pasado".
Mujer de 18 años: "A mí me da miedo salir de bachillerato. Sé que tendré que decidirme por una carrera pero al mismo tiempo de que la que no tengo futuro soy yo. Imaginese morir antes de terminar bachillerato, antes de casarse, de tener hijos, de arnar y ser amada".
Niño de 7 años: "Yo no sé qué es eso de la guerra nuclear. Yo se que la bomba atómica es una cosa muy fea. Sé que a mí me van a pasar cosas feas.
Nosotros nos vamos a morir todos, incluyendo a mi mamá que trabaja para que no nos muramos de hambre.
Ella y yo y mis hermanitos y todos nos vamos a morir porque la bomba atómica va a caernos encima".