LOS EMBRIONES QUE REGRESARON DEL FRIO

En Australia, una enmienda especial da luz verde para la adopción de dos embriones congelados. El caso desata polémica ética, jurídica y científica

3 de diciembre de 1984


Desde el nacimiento del primer "bebé probeta" del mundo, Louise Brown, en 1978, mucha agua ha corrido por debajo del puente de la procreación. Sorprendentemente, en escasos seis años, lo que entonces fue recibido como un prodigio de la técnica científica, es considerado hoy un método casi anticuado y ya convencional de solucionar los problemas de infertilidad de una pareja. Hoy día se practican diferentes modalidades de fertilización, incluyendo la que pudiera llamarse de la "matriz alquilada", además de las múltiples posibilidades de donación de óvulos o de espermatozoides que hacen posible que una pareja en la que alguno de los dos es estéril, pueda tener un hijo.

En el caso específico de la fertilización in vitro, FIV, puede suceder que no todos los óvulos fertilizados se introduzcan en el vientre de la futura madre. Por lo general, se conservan congelados algunos de los embriones, con el objeto de que, en caso de que falle el primer implante, no sea necesario repetir la extracción de los óvulos y del semen, y la mujer pueda nuevamente ser inseminada. Esto es precisamente lo que acaba de suceder en Australia y que ha recorrido el mundo como el "caso de los embriones huérfanos".

Mario y Elsa Ríos, una pareja de suramericanos residentes en Los Angeles, viajaron a Melbourne en 1981, con el objeto de someterse a un tratamiento de fertilización, pues el señor Ríos era estéril. A Elsa le fueron extraídos varios óvulos que luego fueron fertilizados con el semen de un donante anónimo. Algunos embriones le fueron implantados y dos mas fueron conservados en nitrógeno líquido, con las instrucciones por parte de la pareja para repetir el proceso, ante la eventualidad de que el implante fallara, como efectivamente sucedió.

El año pasado, antes de que fuera realizado el segundo intento de inseminar a la señora Ríos, la pareja murió en un accidente aéreo en Chile. Paradójicamente, el accidente dejó dos embriones huérfanos, y posiblemente millonarios, pues los señores Ríos eran poseedores de una gran fortuna. Vino entonces el problema:
¿qué tipo de derechos tenían los embriones congelados? ¿Debían ser destruidos o podían ser implantados en la matriz de una "madre adoptiva"? ¿En caso de ser implantados y de llegar a nacer, podrían heredar la fortuna de sus padres biológicos?

En un comienzo, las autoridades locales consideraron tener la capacidad legal para destruir los embriones. Sin embargo, no lo hicieron y la decisión fue postergada y desató un debate de orden científico, filosófico y jurídico, que básicamente giraba en torno a un interrogante que la humanidad se ha hecho siempre: ¿cuándo comienza la vida humana? En caso de que la respuesta apunte hacia que la vida humana empieza desde el mismo momento de la fertilización del óvulo, ¿podría considerarse que el embrión tiene derecho a su viabilidad como ser humano?

En el caso de los embriones huérfanos, una enmienda especial aprobada hace pocos días en la Cámara Alta del Parlamento del estado de Victoria, Australia, acaba de dar luz verde a la posibilidad de que éstos sean dados en adopción a alguna de las cientos de mujeres que, generosa o interesadamente, se han ofrecido como madres.

Sin embargo, no todos los embriones congelados en múltiples laboratorios del mundo podrán correr con la misma suerte. No existe un criterio claro sobre a quién pertenecen esos embriones "sobrantes" de exitosas fecundaciones in vitro, entre otras razones porque a las mujeres que finamente dan a luz, ya no les importan las "posibilidades" que dejaron congeladas. Esto, pues, abre la puerta para que esas reservas de embriones se conviertan en una especie de materia prima de propiedad de los laboratorios donde fueron creados. Pero...¿en qué calidad? ¿En calidad de plastilina genética? ¿En calidad de huérfanos susceptibles de llenar las demandas cada vez más crecientes de adopciones? ¿O acaso como materia desechable por las cañerías?

Frente a estos interrogantes, las opiniones están divididas. Quienes piensan que la vida humana comienza en el mismo momento de la fecundación, sostienen que el embrión merece un cierto grado de respeto. El profesor Maurice Mahoney de la Escuela Médica de Yale ha sido categórico al afirmar: "Yo veo el embrión como un ser humano individual. No con los mismos derechos que un recién nacido, pero sí al menos como un individuo que reclama de mí un cierto grado de protección". En la otra orilla, están quienes sostienen que un embrión no puede ser considerado un ser humano, porque no tiene consciencia y que no existiría, por consiguiente, ningún impedimento ante el hecho de producir deliberadamente embriones para la causa de la investigación. Sin embargo, aún los que así piensan están divididos en torno al sentido mismo del concepto "investigación". ¿Se refiere éste solamente al tratamiento experimental que redunda en beneficio del embrión, o puede acaso llegarse al punto de hacerle mal al embrión en pos de conocimientos que puedan beneficiar a la humanidad en el futuro?

Como caso único en el mundo, el Parlamento británico estableció hace dos años un comité de 16 expertos bajo la dirección de Mary Warnock con el objeto de que examinara las implicaciones sociales, éticas y legales de esta nueva tecnología. Entre otras
recomendaciones, el comité hizo la de que sólo podrían utilizarse para investigación, embriones menores de 14 días. Sin embargo, la fijación de este límite no resuelve las objeciones éticas y filosóficas que hacen quienes sostienen que todo embrión posee derechos civiles que incluyen el derecho a no ser congelados, a no ser objeto de experimentos, ni siquiera a ser creados, excepto como consecuencia de una decisión personal nacida de una relación conyugal.

En el caso de los embriones huérfanos, está por establecerse si el largo período de congelación ha disminuido sus posibilidades de verse algún día convertidos en rozagantes bebés.

Es difícil asegurar que la decisión de darlos en adopción haya sido la correcta. Pero lo que sí es seguro es que no son pocos los que se aterrorizan ante la idea de que algún día los seres humanos puedan escogerse, como la comida congelada en las neveras de los supermercados, en las probetas de los laboratorios.

LOS CIENTIFICOS OPINAN
Frente al problema de la investigación y experimentación con embriones, los científicos del mundo no están todos de acuerdo. SEMANA interrogó a dos científicos colombianos, los doctores Jaime Bernal Villegas, profesor de genética de la Universidad Javeriana, y Hugo Hoenigsberg, director del Instituto de Genética de la Universidad de los Andes, con el objeto de conocer sus opiniones al respecto.

SEMANA: ¿Cuándo comienza la vida humana? ¿Cuándo se hace un embrión humano y cuándo se hace ese embrión un individuo?
JAIME BERNAL: Es frecuente la pregunta sobre cuándo empieza la vida humana en el embrión, pero quien ésto se pregunta lo debe estar haciendo porque asume que durante alguna parte del proceso embrionario, el embrión no está vivo. Luego quien pregunta si el embrión está vivo, tal vez pregunta más bien si ya es humano o si ya es un individuo. El embrión está vivo desde el momento de la fecundación. Pero, ¿es uno distinto de su madre? ¿Un individuo? Necesariamente tendríamos que contestar que sí, si proyectamos ese embrión hacia el futuro, ya que sepamos, de la unión de un óvulo y un espermatozoide humanos sólo han salido seres humanos. No existe un caso de no humanidad en un embarazo humano. Por otro lado, el ser humano sólo deja de desarrollar su potencialidad el día en que se muere. Si aceptamos que un individuo sólo llega a serlo el día en que desarrolla toda su potencialidad, estaríamos aceptando que lo es solamente el día en que se muere.
HUGO HOENIGSBERG: La vida propiamente dicha comienza como la de todos los seres que existen, o sea desde el momento de la fecundación. Pero la vida humana, como ser humano perfecto, es un proceso ontogenético. O sea, un devenir vivencial, bioquímico y genético que es imposible determinar. Somos una serie de pasos evolutivos anteriores a lo que fue nuestra especie. Pasamos por todos esos estadios durante el estadio embrional, hasta conformarnos en una ontogenia humana, varias semanas de gestación después. Es imposible determinar el momento, el minuto. Es imposible ser tajante en cuanto a señalar que "a partir de aquí" hemos iniciado nuestra carrera como seres humanos. Pero sí se puede dar claridad, para no confundir una vida fetal con una vida no fetal. El feto es una serie de informaciones codificadas que va a regular una norma de reacción sobre lo que seremos eventualmente. Eso es así en el caso de un ser humano, de una crisálida, de un futuro caballo. Pero son estadios diferentes y el primero es el estadio fetal, bellísimo, que nos une con la historia evolutiva de nuestro pasado.
S.: ¿A quién pertenecen y qué utilización puede dársele a los embriones que quedan sobrando en un laboratorio después de un proceso de fecundación in vitro?
J.B.: El problema es de índole familiar. La paternidad de los hijos exige más respeto que tener los embriones congelados hasta que algo suceda. Creo que no deben hacerse inseminaciones artificiales no proyectadas hacia un uso inminente. La ciencia no puede ir contra natura.
H.H.: A mi juicio, debe haber una acción legal, inclusive a través de las Naciones Unidas, para que en los países donde se están utilizando úteros complacientes de madres fecundas, para llevar hasta sus últimas consecuencias de nacimiento a los embriones de manipulación humana por disposición de sus padres legítimos. Es decir, una legislación que conlleve a una rápida utilización de esos embriones en otras madres que quieran adoptarlos. Por ejemplo, en Suecia e Italia, existen disposiciones del ministerio de Ciencia de reciente creación, con este propósito muy específico.

S.: ¿Existe algún tipo de problema ético frente a la manipulación de embriones?
J.B: El problema de manejar embriones es la idea de que no se están manejando seres humanos. Los científicos no podemos convertirnos en productores de tecnología para que otros la aprovechen como quieran. Creo que sobran razones para pensar que nos estamos acostumbrando a la vida y que ella ha dejado de ser para el médico el objetivo de sus esfuerzos, para pasar a ser simplemente el objeto de su conocimiento. Si se acepta el comienzo de maltratar al embrión, quién sabe a dónde se llegará. Quizás a la producción de clonos, que son seres humanos sin padres, con los cuales puede experimentarse e incluso mandarlos a la guerra sin ningún problema. Son robots biológicos. Sencillamente, la fórmula para desbaratar la prohibición de experimentar con seres humanos, es producirlos.
H.H.: Para el trabajo investigativo sobre embriones, habría primero que tener una legislación clara sobre el aborto. Esta decisión no debe venir sino de la mujer misma. Ninguna religión o política, por buenas intenciones que tengan, deben meterse en esta decisión. El ideal de toda mujer es que el embrión que lleva en su vientre se vuelva un ser humano perfecto. Pero si es necesario el aborto por razones patológicas, éste debe hacerse y la decisión sólo la debe tomar la madre. Nosotros (tanto los científicos como el Estado), debemos proporcionarle a la madre nociones elementales de genética para que pueda decidir por su cuenta, en cambio de que se le imponga el temor de que abortando va a ser condenada por haber pecado. Ella debe estar serena y tranquila en el momento de tomar su decisión y ése es el aporte humano que la genética debe dar.