Hay evidencia contradictoria sobre la relación entre edulcorantes y las alteraciones del metabolismo de la glucosa. | Foto: archivo particular

ESTUDIO

¿Los endulzantes predisponen a la obesidad?

Una investigación halló que estos productos aumentan la intolerancia a la glucosa, condición que predispone a la diabetes.

18 de septiembre de 2014

Los edulcorantes artificiales como el aspartame, también conocidos como endulzantes, podrían inducir a la intolerancia a la glucosa en ratones y algunos humanos, reportó un nuevo estudio publicado este 18 de septiembre en la revista Nature.

Los investigadores encontraron que los edulcorantes produjeron cambios en la composición y la función de los microbios del intestino, lo cual, aseguran, favorecería la intolerancia a la glucosa. Por ello, el equipo pide más investigación y tal vez una nueva evaluación del uso de estos aditivos alimentarios.

Los endulzantes artificiales son sustitutos sintéticos del azúcar que pueden ser hasta 20.000 veces más dulces. No aportan calorías a la dieta ya que no se pueden digerir, por lo cual han sido ampliamente utilizados en todo el mundo como coadyuvantes en la pérdida de peso y la prevención de la diabetes.

Sin embargo, hay gran controversia en torno a estos aditivos por investigaciones que han reportado resultados contradictorios.

Una cantidad nada despreciable de evidencia sugiere que son eficaces para ayudar a controlar el peso cuando hacen parte de una dieta saludable, pero algunos estudios han encontrado que su uso puede estar asociado al aumento de peso y la aparición de diabetes.

Los contrastes entre estos hallazgos estimularon a los investigadores del Instituto Weizmann a llevar a cabo una serie de experimentos en ratones y humanos.

Los científicos agregaron tres endulzantes comunes –aspartame, sacarina y sucralosa– al agua potable de un grupo de ratones jóvenes. La cantidad fue el equivalente a la ingesta máxima diaria en humanos aconsejada por la Administradora de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés).

Después de 11 semanas, los ratones que tomaron el agua endulzada mostraron una intolerancia a la glucosa significativa en comparación con los roedores control que consumieron agua sola o glucosada. El equipo investigador repitió el experimento con diferentes razas de ratones y obtuvo los mismos resultados.

Dado que estos edulcorantes no son absorbidos o digeridos por el cuerpo, los científicos plantearon la hipótesis de que los microbios del intestino pueden ser los culpables de los efectos observados. Para probar esta hipótesis, redujeron la cantidad de bacterias intestinales de los roedores dándoles antibióticos, mientras continuaban alimentándolos con sacarina.

Los antibióticos eliminaron por completo las diferencias de tolerancia a la glucosa entre los ratones alimentados con la sacarina y los roedores control.

Adicionalmente, los animales previamente sanos desarrollaron intolerancia a la glucosa cuando les trasplantaron las heces de los ratones alimentados con endulzantes.

Al momento de identificar los microbios intestinales presentes en los diferentes ratones, el equipo encontró que los que fueron alimentados con sacarina o los que recibieron un trasplante fecal de estos tuvieron poblaciones de bacterias muy diferentes en comparación con los sanos. Además, hubo un aumento en ciertas especies que otros estudios han vinculado con la obesidad en seres humanos.

Para averiguar si los edulcorantes tienen el mismo efecto en los humanos, los investigadores analizaron datos recolectados de 381 personas y encontraron una asociación entre la percepción subjetiva del consumo de endulzantes y la intolerancia a la glucosa. También hubo diferencias en los tipos de flora intestinal entre quienes consumían estos productos en grandes cantidades y quienes no.

Para ir más lejos, pidieron a siete voluntarios sanos que no endulzaban sus bebidas que ingirieran la ingesta diaria admisible máxima de sacarina durante una semana. Cuatro mostraron una disminución significativa en la tolerancia a la glucosa, mientras que tres no mostraron cambios. Curiosamente, los cuatro que respondieron tenían una flora intestinal diferente a los que no respondieron antes de iniciar el experimento.

Los investigadores también hallaron que sus bacterias intestinales cambiaron significativamente después de consumir los edulcorantes, mientras que aquellos que no respondieron mostraron pocos cambios.

Aunque esta investigación podría sugerir que los edulcorantes artificiales tendrían consecuencias metabólicas, en esta etapa no está claro cómo ejercen tal efecto, por lo cual los expertos llaman a que se hagan más estudios.