LOS VIRUS CONTRAATACAN

El terror de los 90, los virus mortales, se apoderan del cine. Ese es el tema de la última película de Dustin Hoffman.

1 de mayo de 1995

DOS SEMANAS DESPUES DEL EStreno en Estados Unidos, la taquilla de Outbreak está confirmando que los virus mortales son el tema de horror del fin de siglo. Así como hace dos décadas el terror generado por Tiburón alejó a muchos bañistas de las playas durante un buen tiempo y, en los 80, el cine plasmó en Un día después el temor colectivo a los efectos de una guerra nuclear, ahora Outbreak (Epidemia) se anuncia como la película de horror de los 90. "Y tal vez más emocionante -dice el director alemán Wolfgang Petersen-. Ante un tiburón, usted sólo tiene que salirse del mar para escapar al peligro. Un virus puede estar en todas partes y no hay escape posible. Usted no puede verlo o sentirlo, pero en cualquier momento puede atacarlo"
Sus palabras explican el interés que ha despertado la primera película de suspenso que trata sobre la epidemia desatada por un virus mortal. Era inevitable que esos seres microscopicos causantes de todo tipo de males, desde la gripa hasta el sida, y que tienen en jaque al mundo científico, no solamente por su enorme capacidad para replicarse sino porque son cada vez más agresivos, llegaran al cine.
En la trama de Outbreak, un virólogo coronel del ejército (interpretado por Dustin Hoffman) descubre durante una expedición al Africa que una población ha sido diezmada por una terrible enfermedad. El causante es un extraño virus que, poco después aparece en Cedar Creek, un pequeño pueblo de Estados Unidos. Hasta allí ha llegado desde el Valle de Motaba, en Africa, un mono infectado. Pocos días después empiezan a aparecen las primeras víctimas de una macabra epidemia. Entonces comienza la carrera del coronel y su esposa (interpretada por Rene Russo), una científica del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, por controlarlo y encontrar un remedio antes de que se propague no sólo a todos los habitantes del pueblo, sino también a los de California, Estados Unidos y el mundo entero...
Aunque todos los ingredientes califican para una buena historia de ciencia ficción, la trama de Outbreak surge de un hecho verdadero. Todo comenzó en octubre de 1992, cuando apareció en The New Yorker un artículo titulado 'Crisis in the Hot Zone', escrito por Richard Preston. El autor contaba en él los pormenores de una batalla librada en 1989 por un grupo de científicos estadounidenses para contener el virus Ebola -tan mortal y macabro como el sida pero con un período de incubación de sólo una semana- que había sido detectado cerca de Washington. La narración, salpicada de frases como "Karl, ven rápido al laboratorio, algo espantoso ha sucedido" o "No había un lugar seguro en el mundo", era una invitación a hacer una película.
Y eso fue precisamente lo que pensaron dos de las más grandes productoras cinematográficas, Twenty Century Fox y Warner Bros. La primera obtuvo, por 400.000 dólares, los derechos del artículo de Richard Preston. Pero la segunda llevó primero la historia a la pantalla, en Outbreak.

GUERRA DE ESTRELLAS
Los planes de la Fox por realizar Crisis in the Hot Zone nunca lograron concretarse. Luego de adquirir los derechos, contrató al director Ridley Scott y a Robert Redford y Jodie Foster como protagonistas. Sin embargo el equipo nunca se puso de acuerdo. Scott quiso hacer una película de ciencia ficción al estilo de Aliens. Redford aceptó por ocho millones de dólares hacer una película de mensaje ecológico en la que su personaje, un virólogo del ejército, fuera el héroe. Pero Jodie Foster, quien firmó por seis millones de dólares, también quiso que su personaje, una patóloga del ejército, fuera la heroína. Como ni el actor ni la actriz se sintieron satisfechos con el libreto, desecharon la oferta. Y aunque Scott sugirió nuevas estrellas, como Paul Newman, Jeff Bridges, Susan Sarandon y Warren Beatty, la Fox consideró que no había suficientes nombres para vender un proyecto de 50 millones de dólares y lo abandonó.
El productor Arnold Kopelson también leyó el artículo en el New Yorker y desde ese momento no tuvo duda acerca de cuál sería el tema de su siguiente película. Por ello, a pesar de haber fallado en la oferta por adquirir los derechos a Preston, iniciò un proyecto similar para la Warner Bros. "Yo le dije a Preston que ibamos a hacer la película, con él o sin él", dice Kopelson, quien convenció a la Warner Bros de gastar 250.000 dólares en un guión original sobre virus asesinos, el cual fue escrito por un equipo de libretistas, entre los que se encontraban varios médicos especialistas. "Tomamos la historia un paso adelante de la de Preston", dice. Lo cierto es que al escoger entre una película en la cual un virus mortal es controlado, como sucedió en la historia real, y otra en la cual su propagación se convierte en una amenaza mundial, Kopelson optó por la segunda. "Era solo cuestión de elevar el filme por encima de la categorìa de historia médica", dice Kopelson.

UNA HISTORIA REAL
La película se estrenó el 17 de marzo, dos años después de publicado el artículo y seis meses después de que Richard Preston publicara su libro The Hot Zone, que es ya un best seller. El mensaje es que la Tierra tiene sus propias defensas y está cobrando cuentas por la intromisión de los humanos. Y en cada línea se percibe el horror que puede desatar la amenaza de un virus mortal. "Los médicos que han visto alguna vez los efectos en un ser humano no pueden olvidarse de ellos y de cómo liquidó en pocas horas a su víctima", escribe Preston. La víctima en cuestión es Charles Monet, un investigador francés residente en Kenia, quien pasó el Año Nuevo de 1980 hurgando las entrañas de Kitum Cave, una misteriosa caverna de la selva africana. Pocos días más tarde Monet estaba muerto. Su cuerpo había sido literalmente disuelto por un virus tropical altamente contagioso y extremadamente letal.
De esta forma Preston introduce a sus lectores en el terror de los filovirus, una recién descubierta familia de microorganismos encontrada en la selva de Africa Central. Preston describe también una epidemia ocurrida en 1976, que se propagó a través de los pueblos cercanos al río Ebola, en Zaire, y mató al 90 por ciento de los infectados. Hoy el llamado virus Ebola-Zaire se conoce como el más mortal de todos los filovirus.
A pesar de lo distante que pueda parecer la amenaza de contraer un virus africano, tanto el libro como la película ponen de presente que las posibilidades son reales. No en vano ese es también el origen del virus de inmunodeficiencia adquirida que ocasiona el sida, el cual apareció en 1981 y que ya ha mostrado varias mutaciones que tienen en jaque a los científicos del mundo.
Pero el episodio de Monet es sólo un ejercicio de calentamiento para el principal evento del libro de Preston, el descubrimiento, en 1989, del virus Ebola-Zaire, no en las selvas del Africa sino en Reston, un pueblo de Virginia, a unos cuantos kilómetros de Washington. Todo comenzó cuando en la Unidad de Cuarentena de Primates de una compañía que importaba y vendía monos para investigación en los laboratorios se registró un inusual número de muertes de animales. El embarque había llegado poco antes procedente de Filipinas. Cuandó las muestras de tejido fueron enviadas al Centro de Investigaciones Médicas del ejército de Estados Unidos, los técnicos las identificaron como un virus Ebola-Zaire o algo muy parecido. Luego, un incidente ocurrido en el edificio pareció confirmar que este virus, al contrario del africano, podía transmitirse a través del aire.
El edificio de Reston fue declarado, en términos militares, una 'Hot Zone', es decir, un área que contiene organismos infecciosos letales. Preston hace el recuento de los esfuerzos del gobierno para contener el virus y a la vez evitar el pánico de la gente que hace llamadas frenéticas a las autoridades de salud. Finalmente, un equipo conformado por oficiales del ejército, utilizando trajes espaciales, mató con una invección a los 450 monos sobrevivientes y los cadáveres fueron puestos en bolsas plásticas e incinerados por disposición de seguridad. Antes de que el edificio fuera ocupado nuevamente, el ejército esterilizó cada pulgada de su interior. Los médicos examinaron detalladamente a todos aquellos empleados y personal militar que había estado expuesto. Entonces se supo que la versión del virus aparecida en Reston era menos peligrosa para los humanos que la africana. Pero el virus aún es considerado como una amenaza. "Un leve cambio en su código genético -escribe Preston- y éste puede propagarse a través de la raza humana".
En un mundo en el cual cada día se habla a diario de los virus como los causantes de todo tipo de males, sólo pensar que existe en el aire un virus tan contagioso como el de la gripa y tan mortal como el del sida pone la piel de gallina. Y el productor de la Warner Bros, Arnold Kopelson, sabe eso y lo explota. "El mundo está entrando en una nueva fase de peligro totalmente diferente de aquella de las armas nucleares, -dice Kopelson-. La gente se metiò con la naturaleza y ahora ella se vuelve contra sus agresores", y es ese ingrediente de realidad lo que está aterrorizando a los espectadores de Outbreak.