Maña vieja...

Una de cada cincuenta personas tiene su manía.

1 de mayo de 1989

Dicen por ahí que de médicos, poetas y locos todos tenemos un poco. Y parece que la forma más frecuente en que esas pequeñas dosis de locura se manifiestan es en las manías. Pequeñas obsesiones y compulsiones de las cuales el protagonista muchas veces no es plenamente consciente, pero que ante los demás es un rasgo que forma parte de sus características más sobresalientes. En el medio periodístico son conocidas las manías de Julio Nieto Bernal, quien lleva siempre consigo un vasito de icopor pues jamás utiliza otro vaso, o la de Plinio Apuleyo Mendoza que rompe todos los lápices que pasan por sus manos. A veces, una manía caracteriza a una familia y de eso dan fe los redactores de El Tiempo que ven a varios de los Santos desfilar por la redacción "mecateando" por los escritorios. No hay papas, almojábanas o bocaditos que se salven a su paso.

El tema es tan extenso y los casos tan curiosos que, desde 1972, una sicóloga norteamericana, Judith Rapport, viene estudiando y reseñando las obsesiones de los personajes. La autora señala por ejemplo, que el tenista Iván Lendl se arranca las pestañas. El político español Manuel Fraga se reacomoda los genitales en público para sonrojo de las señoras y el vicepresidente Alfonso Guerra es un chocohólico empedernido al que, aún en mitad de las ceremonias oficiales, los fotógrafos sorprenden desenvolviendo sus tabletas de chocolate. Otro político español, Adolfo Suárez es famoso porque desde que dejó de fumar, carga un puro que huele todo el tiempo y, lo que es peor, se sienta siempre en medio de los fumadores para respirar el humo ajeno. Pero si estas manías de las altas esferas del poder son la comidilla de los españoles, quien mantiene en ascuas al protocolo es el presidente Felipe González quien a su arribo a La Moncloa no dejó su afición por la siembra de tomates y pimientos, y no sólo destroza los jardines del palacio sino que mantiene en los bolsillos semillas para regalar a los visitantes extranjeros.

Simpáticas, molestas o extrañas, la verdad es que se calcula que una de cada 50 personas tiene una manía. Estas costumbres reiteradas se alimentan, según los sicólogos, de pensamientos obsesivos que se convierten en rituales compulsivos y, como los tics, pueden ser heredadas o desarrolladas y reforzadas por algunas experiencias. "Estos procesos obsesivo compulsivos, entre los cuales también se encuentran las fobias, tienen un componente genético, o surgen de posibles acondicionamientos sicológicos a partir de experiencias infantiles. También pueden ser aprendidos de personas que tengan un gran ascendiente sobre la persona", señala el sicólogo Jaime Gómez Salazar. Y agrega: "Aunque la mayoría no pasan de ser conductas curiosas también puede constituirse en graves problemas que esclavicen o imposibiliten a una persona y que, por tener raíces profundas, requieren de un largo y complejo tratamiento. Esto se da especialmente en el caso de las fobias".

En cuanto a los temores irracionales es famoso el caso de Michael Jackson. Obsesionado con los virus, prácticamente vive metido en una sofisticada cámara de oxígeno para purificar su organismo. Según los especialistas, ese temor fóbico a la contaminación es más común de lo que se piensa y son muchas las personas que limpian obsesivamente los objetos, utilizan en exceso los desinfectantes o se bañan constantemente para protegerse.

Las manías sin embargo, no entran en el caso de los trastornos síquicos graves porque no pasan de ser comportamientos curiosos que no producen mayores preocupaciones. El mundo de la literatura está plagado de ejemplos, pero no en los personajes de ficción sino en cabeza de los escritores. Se dice que el escritor Guillermo Cabrera Infante se queda de pie en los teatros porque no resiste sentarse en una hilera de cine si tiene espectadores adelante. Y nuestro Nobel viste un overol de mecánico cada vez que se sienta frente al computador, porque cuando se bloquea ante una página en blanco, decide tomar las herramientas y desmontar las puertas de la casa hasta que encuentra la inspiración. Su colega, el español Fernando Fernán-Gómez, no puede escribir si no tiene al lado una copa de brandy y un cigarrillo, los cuales no prueba. Por su parte, el compositor Manuel Alejandro sólo puede escribir con su pluma de oro. Se cuenta que hace poco tiempo, cuando trabajaba en un tema para Julio Iglesias, se le cayó la pluma en una laguna y el cantante tuvo que ordenar a dos buzos que bajaran a buscarla para que pudiera seguir trabajando.

También el mundo de los seductores tiene sus exponentes. El legendario Alfred Hitchcock no iniciaba el rodaje sin pasarle antes la mano por las nalgas a la actriz de turno. Y el presidente Kennedy, se dice, tenía la costumbre de acariciar los muslos de la invitada que se sentaba a su lado en las cenas oficiales. "Malas mañas" dirían las señoras. Sin embargo, hay algo a favor de estos curiosos maniáticos. Según los especialistas, quienes desarrollan manías son también personas ordenadas, puntuales limpias y estrictas en su trabaJo. Y, en cierta forma, son una ventaja para la sociedad.--


Javier Ayala, codirector del Noticiero Nacional

Reconocido "catador" de papel, Javier Ayala era temido por sus compañeros del periódico El Tiempo porque podía desaparecer un artículo: se lo comía. Hoy, reconoce "al dente" cualquier clase de papel, desde la página del directorio telefónico hasta una fotocopia. Y en el noticiero ya se sabe que cuando una cuartilla está mordida es porque él ya la revisó. Pero su extraña manía también lo ha puesto en aprietos: una vez se comió la mitad de un cheque.

Marta Bossio de Martínez, libretista de televisión

La libretista de "Las Ibáñez" convirtió la saludable recomendación de tomar ocho vasos de agua al día, en una manía que le hace comer hielo constantemente. A veces, hasta quemarse los labios. Coleccionista de cubetas de hielo, Marta no puede iniciar su trabajo frente al computador sin tener en la mesa seis vasos llenos de cubitos de hielo.

Jorge Alí Triana, director de teatro, cine y televisión

A falta de una, Jorge Alí tiene tres manías, las cuales ejerce simultánea o alternadamente según el grado de tensión en que se encuentre. No sólo se muerde los dedos, hasta el punto que ya se los ha deformado, sino que se arranca el pelo. Confiesa que más que herencia ésta es la causa de su calvicie. Y, cuando las cosas se complican, empieza además a caminar en círculo. El director de "Los pecados de Inés de Hinojosa" relata que sólo se dio cuenta de sus manías el día que vio a Jaime Santos imitándolo.

Ana María Escallón, crítica de arte

Sin ser una mujer vanidosa en extremo, la editora dominical de La Prensa confiesa que quizás es un deseo compulsivo por encrespar sus pestañas, frecuentemente se descubre halándolas. Inconscientemente, cada vez que habla por teléfono o necesita concentrarse, arranca sin querer sus crespas pestañas.

Carlos Duque, diseñador gráfico y publicista

La generalizada costumbre de hacer dibujos mientras se habla por teléfono o se asiste a una reunión no es extraña. Sin embargo, si siempre se hace el mismo trazo ya puede hablarse dé obsesión. El autor del afiche de Galán trabaja desde hace diez años el mismo tema: mientras su interlocutor habla, Duque siempre escribe la expresión: never mind (olvídese).--