Más por menos

Mientras un libro establece que es posible trabajar menos y ganar más los colombianos siguen haciendo todo lo contrario.

23 de octubre de 2000

Trabajar menos y ganar más es posible. Aunque a los colombianos esa idea les suene a disparate eso es lo que piensa Jennifer White, una sicóloga estadounidense que estableció un programa con el cual se han beneficiado miles de empresarios y empleados en Estados Unidos. Su libro Trabaje menos y gane más, basado en dicho programa, acaba de aparecer en Colombia publicado por Editorial Norma.

En él la autora relata cómo su propia experiencia la ha llevado a descubrir que la vieja premisa de ‘a más horas trabajadas más éxito’ no necesariamente se aplica en el mundo moderno. Para tener un mejor salario, dice ella, no necesariamente se requiere trabajar más sino mejor. En lugar de tiempo hay que ofrecer calidad. Y para ofrecer calidad hay que encontrar un equilibrio entre el trabajo y otros aspectos de la vida que pueden ser tan enriquecedores como las jornadas en la oficina. El derecho al ocio, a tener tiempo para sí mismo y para ser más creativos es parte de su propuesta.

Estas ideas coinciden con una nueva tendencia mundial que busca que el trabajador no pase más de ocho horas en la oficina y que tenga reposo y otros estímulos. Una tendencia a la cual a Colombia le ha costado trabajo adaptarse porque tanto trabajadores como empresarios todavía están convencidos de que a mayor tiempo en la oficina mejor será la vida laboral.

Pero lo cierto es que en la vida real sucede todo lo contrario. Los colombianos trabajan mucho y producen pocos resultados. Un reporte del World Competitiveness indica que en el país un trabajador dedica 2.187 horas al año a su actividad laboral más que en Argentina, Estados Unidos, Bélgica, Alemania o Suiza. Ese esfuerzo, sin embargo, no es compensado monetariamente pues gana menos que los alemanes, los belgas y los suizos. Mientras aquí se trabajan más de ocho horas diarias y se gana en promedio 2,8 dólares por hora, un alemán trabaja sólo seis horas y gana en el mismo lapso 28,3 dólares.

Lo más triste de este asunto es que la productividad de los colombianos es menor a la de los trabajadores de otros países.

La explicación a este fenómeno no es sencilla. Para algunos tiene que ver con la vieja costumbre de medir el rendimiento por las horas trabajadas y no por los resultados. Para Juan Carlos Linares, de la empresa de consultoría DBM, existe la idea de que el más pilo de todos es el que pasa más tiempo en la oficina. Esas ideas cobran mucho más valor a la hora de cuidar el puesto. “No importa si lo que hace es bueno o malo. El empleado tiene la percepción de que si sus jefes ven que él se queda hasta tarde no lo van a despedir en caso de reestructuración”, afirma.

En cierto tipo de empresas el trabajador no tiene otra opción que imitar el ritmo de trabajo de sus jefes. Este fenómeno ha sido descrito por los teóricos como el efecto imitación y corresponde a la práctica de quedarse hasta que el jefe salga de la oficina. En estos esquemas empresariales el subalterno percibe que lo miran con malos ojos si sale antes que su superior o sus colegas. Eso le sucede a Paola García, ejecutiva de una firma de banca e inversión, quien debe estar disponible para sus jefes las 24 horas del día e incluso los fines de semana. Fácilmente termina su jornada a las 11 de la noche, las comidas son desordenadas, no hay tiempo para salir con amigos y cuando logra descansar es tal el agotamiento que no le provoca salir de la cama. “Yo detesto ese estilo de vida pero no puedo bajar el ritmo por que si lo hago pierdo el empleo. Si me fuera a las 6 de la tarde mis jefes pensarían que soy una persona poco comprometida con mi trabajo y no merecería estar en el equipo. Yo los he oído haciendo esos comentarios de otras personas”.

Ser organizados con el tiempo tampoco es una de las virtudes de los colombianos y esto hace que trabajen mucho tiempo extra sin ningún sentido. Según Luz Helena Cordero, sicóloga especializada en salud ocupacional del Ministerio del Trabajo, los colombianos, y en especial los que tienen mejor formación académica, son muy desorganizados con su tiempo. Muchos de ellos imponen procesos ineficaces dentro de la empresa que hacen perder horas a los trabajadores, que luego deben emplear en horarios extendidos. De ahí surge el síndrome de la ‘reunionitis’ sin objetivos claros ni preparación. “Son comités ineficaces, que no se planean bien y en los que siempre se concluye lo mismo: que hay que hacer otra reunión”.

La necesidad también hace que muchos pasen más horas frente al escritorio. Según una tesis realizada por Patricia Patiño, especialista en el tema de salud ocupacional en ciertas profesiones, es muy común doblar la jornada de trabajo para ganar más dinero. Esto se ha encontrado en operarios de telecomunicaciones, personal paramédico y controladores aéreos. “Si trabajan normalmente ocho horas hacen turnos de 16 para salvarse de la crisis”. Según expertos de medicina del trabajo, lo grave es que quienes laboran horas extras tienen 30 por ciento más riesgo de sufrir accidentes (ver recuadro).

Y así, como unos lo hacen por necesidad, otros trabajan como locos por puro placer. Según Jennifer White los adictos al trabajo permanecen ocupados para llenar vacíos en su vida familiar y afectiva. “Para un adicto trabajar es la fuente de su autoestima y es una manera para aislarse”, dice. Por lo general se sienten víctimas de su propia vida. Creen que un padre modelo es quien trabaja para sostener la familia o que basta llevar plata a casa para ser un buen esposo.

Pese a ese panorama existe una tendencia cada vez mayor para encontrar un balance entre vida y trabajo. Carlos Dávila Ladrón de Guevara afirma que ciertas empresas multinacionales están preocupadas por esas jornadas de trabajo extenuantes y están fomentando el descanso apropiado y los ratos ocio. “En estas compañías se ve como algo negativo que el empleado requiera más tiempo que el normal para hacer sus labores”. Una de las empresas que ha hecho este cambio es Comcel. Peter Burrowes, su presidente, afirma que han modificado ciertos procesos para aumentar la productividad y la calidad de vida. Así, cuando suenan las 6, en esta empresa se bajan los tacos de la luz y todos tienen que salir a darse su merecido descanso (ver SEMANA #943).

La creencia de que entre más trabajen más productividad tendrán ha sido desvirtuada por la ciencia. Los estudios demuestran que las personas son seres biológicos que tienen ciclos y estos determinan los períodos de atención. “Se ha demostrado que después de ocho horas la persona pierde su capacidad de reacción por cansancio y fatiga”, dice Cordero.

Todo indica que no hay tiempo que perder. Para Jennifer White los obstáculos que se deben superar están en la mente de cada individuo. Los expertos colombianos, sin embargo, piensan que esos cambios no pueden ser sólo individuales sino que también deben venir de arriba hacia abajo.

De todas maneras es preciso buscar el justo equilibrio de las cosas y establecer prioridades en la vida porque no sólo de trabajo vive el hombre.