POLÉMICA.

Matar jugando

Un nuevo estudio científico asegura que los videojuegos violentos incrementan las conductas agresivas en niños y adolescentes. ¿Es el final del debate?

15 de noviembre de 2008

El sicólogo Craig Anderson, director del Centro de Estudios sobre Violencia de la Universidad Estatal de Iowa, lo afirma enfáticamente: "ahora tenemos evidencia concluyente de que los videojuegos violentos sí tienen efectos perjudiciales en niños y adolescentes", dijo a la prensa. Su pesquisa, cuyos resultados aparecen en la revista Pediatrics de este mes, pretende acabar con la vieja discusión entre quienes creen que estos juegos vuelven agresivos a los jóvenes, e incluso pueden llevarlos a cometer delitos, y quienes piensan que son el chivo expiatorio de una sociedad que no quiere asumir sus verdaderos problemas.

El nuevo trabajo cruzó los datos de una investigación realizada en Estados Unidos con 364 niños de entre 9 y 12 años, y dos hechas en Japón con más de 1.200 adolescentes de entre 12 y 18 años. Los jóvenes jugaron por varios meses títulos de contenido sangriento y se comparó su comportamiento en el colegio antes y después del experimento. Se tuvieron en cuenta factores como las horas de juego por semana y el género de los participantes.

Tras cinco o seis meses se encontró que tanto en Japón como en Estados Unidos quienes dedicaban más tiempo a jugar eran más propensos a involucrarse en peleas o a ser vistos por sus profesores como físicamente agresivos. "Cuando usted encuentra efectos uniformes en dos culturas tan diferentes, está frente a un fenómeno bastante poderoso", aseguró Anderson en entrevista al diario The Washington Post.

No es la primera vez que los videojuegos son mostrados como los malos del paseo. En la década de los 90, por ejemplo, hubo debates en el Senado de Estados Unidos que buscaban prohibir su venta a menores de edad. Para muchos, permitir su uso a niños es igual a darles material pornográfico e incluso el profesor de sicología David Grossman, uno de los mayores críticos de esta industria, se refiere a los juegos violentos en primera persona (en inglés First-person shooter games) como simuladores de asesinatos que deberían ser prohibidos. Actualmente la máxima legislación contra estos juegos está en el Reino Unido y algunos estados de Estados Unidos en donde es ilegal proporcionar juegos clasificados para adultos a menores de edad. En la mayor parte del mundo, incluido Colombia, la cosa no pasa de un rótulo de advertencia a los padres sobre el contenido del juego.

Las sospechas han aumentado desde cuando varios jóvenes criminales resultaron ser jugadores fanáticos. En 1999, por ejemplo, los dos adolescentes que masacraron a 12 de sus compañeros en el Instituto Columbine resultaron ser obsesivos de Doom, uno de los primeros juegos en tercera dimensión en los que el protagonista debe disparar a sus enemigos. Alguien afirmó que antes de empezar a disparar, uno de los dos muchachos habría dicho que iba a ser como en el juego.

Pero tal vez el episodio relacionado que más preocupó a la opinión pública ocurrió en 2003. El 7 de junio de ese año, Devin Moore, un joven estadounidense de 18 años investigado por el robo de un auto, fue llevado a una estación de Policía. Moore le quitó su pistola calibre 45 al oficial que lo interrogaba y le disparó dos veces a la cabeza. Luego mató a un segundo agente, y a un transeúnte que pasaba por ahí le propinó cinco tiros en la cabeza antes de huir en una patrulla. Horas después, cuando fue atrapado, la prensa reportó que el joven había declarado que "la vida es como un videojuego y en algún momento tienes que morir". Con el tiempo se supo que Moore era un jugador compulsivo de Grand Thieft Auto:Vice City y el caso fue tomado por muchos como una prueba irrefutable de que los videojuegos violentos pueden generar comportamientos agresivos y hasta criminales. Hoy Moore está tras las rejas a la espera de cumplir su sentencia a morir por una inyección letal.

Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con que los videojuegos violentos son peligrosos. De hecho, varios estudios adelantados especialmente durante los años 90, mostraron que eran inofensivos. En 1999 una investigación pagada por el gobierno estadounidense concluyó que si bien había una asociación entre la violencia en los medios y los comportamientos agresivos, que su impacto era muy pequeño. Otra, de la escuela de medicina de Harvard, enfocada en los videojuegos violentos, no encontró ningún efecto negativo en los 1.200 jóvenes que participaron.

El estudio de la semana pasada tampoco convence del todo a algunos expertos. Jean Decety, profesor de sicología de la Universidad de Chicago e investigador sobre el tema, le dijo a SEMANA que "si bien la violencia de los medios como la televisión, las películas y los videojuegos no ayuda, no todos los niños expuestos a verla se vuelven agresivos. Se necesita de una compleja interacción entre factores biológicos y genéticos con el entorno".

Christopher Ferguson, profesor de sicología de la Texas A&M University y quien estudia el tema del comportamiento violento, criticó el estudio en una entrevista al portal PC World. Para él, se trata de un problema generacional, pues los mayores de 40 años no saben nada de videojuegos y se preocupan porque los menores están haciendo algo que ellos no entienden. "Si uno mira a través de la historia del siglo XX, el pánico respecto a los nuevos medios ha saltado de un lado a otro, pasando por las películas, el jazz, el 'rock and roll' y los libros de cómic", asegura. Y sugiere que los padres de niños con problemas de comportamiento deberían preocuparse más por los lazos afectivos y por el cariño que les brindan a sus hijos, ya que ahí puede estar la verdadera causa.n