MENUDO FENOMENO

Cinco imberbes puertorriqueños desatan ola de histeria colectiva

18 de abril de 1983

En 1965, los Beatles visitaron los Estados Unidos y desencadenaron una ola de histeria colectiva que sólamente se repetiría años después durante la gira de los Rolling Stones en 1970. La llegada del grupo de Liverpool a los distintos aeropuertos era amenizada por bandas de adolescentes incapaces muchas veces de contener el llanto producido por la emoción. Gritos, rostros transformados por el éxtasis, carteles jurando amor a John, Paul, George y Ringo. Y policías por todas partes intentando contener aquel delirio de risas, gritos y lágrimas que opacaban el ensordecedor rugido de las turbinas de los aviones en plataforma. El camino del aeropuerto al hotel siempre se colmaba de jovencitas al borde de la histeria; los hoteles aumentaban sus medidas de seguridad y la vigilancia se redoblaba en el lugar de los conciertos.
Estas escenas, sin embargo, han quedado atrás. Sólo están grabadas en imágenes nostálgicas de la memoria de los 60's. Ningún otro grupo musical ha logrado crear ese delirium tremens que se llamó "beatlemanía". Ni siquiera Kiss o los Bee Gees, a pesar del enorme despliegue publicitario que los consagró en su momento, pudieron repetir esa época exuberante y feliz de los "early Beatles" .
NI BALADISTAS NI "ROCKEROS"
Ahora, sin embargo, especialmente en los Estados Unidos y los países de habla hispana se está gestando un extraño fenómeno en torno a un grupo de adolescentes puertorriqueños: Menudo. Pero en este caso, la música parece no ser el ingrediente de valor.
Mientras los Beatles cambiaron la cara del mundo con su música, Menudo a duras penas logra alterar la memoria de los adolescentes que superan los 15 años. Porque Menudo, ese grupo de cinco chicos imberbes a los que se les atribuye, como afirma María Teresa Herrán en el Espectador, "un halo de erotismo, desfachatez, sensualidad, homosexuolismo, mal gusto, imaginación, heterosexualismo, debido en gran parte a su afición por extraños vestidos: una mezcla de ropajes medievales y de proyecciones galáctico-espaciales", es esencialmente espectáculo. Definirlos musicalmente es difícil. No son baladistas, pero definitivamente no constituyen un verdadero grupo "rockero" a pesar del ritmo y la letra de algunos de sus éxitos.
"Paso todo el día escuchando la radio busco esta emisora que me da rock and roll no quiero mantequilla ni canciones de amor Quiero rock... "
Cantaron Ricky (13 años), Ray (12 años), Charlie (12 años), Johny (13 años) y Miguel (12 años), los integrantes de Menudo, en un estadio barranquillero que, acostumbrado al lenguaje del beisbol, se vio invadido la semana pasada por adolescentes de bluyines apretados y niñitas que prácticamente acababan de dejar sus muñecas. Iniciaron así una serie de presentaciones por Colombia que han obligado a publicar en la prensa sugerencias para que los fans no se aglutinen en los aeropuertos y ocasionen desastres y que han determinado que se tomen medidas especiales de seguridad.
En Barranquilla se vieron muchachitas histéricas, carteles y afiches del grupo. Un cerco de policías y miembros de la Cruz Roja separaba al grupo del público que, frenético, batía palmas y se movía al son de las cancioncitas pegajosas que componen su repertorio. No se trataba de ese delirio que desata un concierto de salsa en medio del olor a hierba y sudor, sino de un espectáculo como el que rodeó los comienzos del rock, mezcla de piñata y sano frenesí. Barranquilla fue sólo el comienzo de la gira que realizan por varias ciudades de Colombia. No son ni los Beatles ni los Niños Cantores de Viena; no aparecerán en las antologías del rock ni en las grabaciones de la Deutsche Gramophon, pero sus discos duran en los estantes lo que un merengue en la puerta de una escuela, a pesar del horror de unos padres que se ven obligados a escoger entre la cantaleta de sus hijos o las cancioncitas anodinas del grupo.
EL PRIMER GALLO
El grupo se organizó hace 5 años, al amparo de una regla de oro; al primer galo hay que dejar el grupo. La edad de 15 años no sólamente es la "frontera ideológica" de sus fans, sino también la máxima edad permitida, lo que ha hecho que el grupo reemplace, sin problemas, a sus integrantes. Un concierto en el Madison Square Garden, hace unas semanas, fue la despedida de Javier, el primero que dejó el grupo en los tiempos de furor. Como cualquier empresa que se respete, Menudo cuenta con una organización que incluye un tutor que les enseña inglés, matemáticas, español, literatura e historia; un director de programación; un director de prensa y un manager llamado Edgardo Díaz quien, además de ser el gerente de la empresa, es fundador y dueño del grupo. Todo este equipo detrás de los cinco cantores se justifica si se tiene en cuenta la cantidad de dinero que reciben. Solamente la gira colombiana les dejará 20 millones de pesos libres, además del incremento lógico en la venta de discos. En Colombia, afirman, hay 125 clubes de fanáticas admiradoras con nombres tan sugestivos como "Gente Menuda" "Las gatitas mimosas de Menudo" "Las Coqui de Menudo" y "Menudo fórmula 25". Ellas, al igual que las fanáticas de los Beatles, sueñan con un mechón de los cabellos de Ricky un trozo de la chaqueta de Charlie, tan valiosos como lo fueron alguna vez los calzoncillos de John Lennon para las chicas londinenses. Los miembros actuales de Menudo tampoco prometen tener futuro como sex-symbols. No son propiamente unos "adonis"; ni siquiera pueden calificarse como buenos mozos. Pero con sus caras morenas han logrado que los adolescentes latinos se identifiquen con ellos, al compás de sus movimientos insinuantes, sus voces infantiles, sus canciones pegajosas.
El fenómeno de Menudo es incuestionable. Pero las razones del éxito no tienen realmente mucho que ver con la calidad musical. Detrás de sus tontas cancioncillas lo que existe es una gran organización, una parafernalia publicitaria y promocional y el montaje de un show en que la música, a diferencia de la "beatlemanía", no es sino un ingrediente más.
Tal vez dentro de pocos años, millones de niñas recuerden con cierta nostalgia, algo de verguenza ajena y una pizca de tristeza aquellos días cuando se mataban por cinco pelados puertorriqueños.