PSICOLOGÍA

Mi pareja es homosexual

Los psicólogos cada vez observan más casos de personas con matrimonios tradicionales que salen del clóset. Un verdadero drama.

25 de julio de 2015

Dos mujeres septuagenarias con sus maridos están sentados en la misma mesa en un elegante restaurante. En medio de la cena uno de los hombres irrumpe y suelta la primera bomba: “Quiero el divorcio”, le dice a su esposa. La segunda explosión llega cuando le anuncia que se va a vivir con el marido de su amiga, ahí presente. Así transcurren los primeros cinco minutos de la serie Grace y Frankie, desarrollada por Netflix, en la que se cuenta la vida de estas dos mujeres cuyas parejas, también de 70, deciden salir del clóset.

Esta historia de ficción con tintes de humor refleja un drama que en la vida real genera más lágrimas que sonrisas. Los psicólogos cada vez ven más casos de parejas que se casaron y, por diversas circunstancias, tardíamente salen del clóset. Al parecer el fenómeno se debe a que hoy encuentran una sociedad más abierta y tolerante que hace 40 años, al menos en teoría, y evalúan con más tranquilidad la conveniencia de darse esa oportunidad de vivir su orientación sexual plenamente y sin tapujos antes de que sea demasiado tarde.

Es el caso de Alberto, un abogado de 73 años, casado con una colega de universidad desde hace 50 y con quien tuvo tres hijos. Hace tres meses decidió no ocultar más su romance de 20 años con otro hombre y se fue con él a hacer rancho aparte. Aunque sus amigos lo apoyaron en su decisión no faltaron las críticas y recriminaciones. Que es el colmo haberla engañado tanto, que por qué a estas alturas, que esta es la peor traición.

Según la terapeuta Carol Grever, autora del libro Mi esposo es gay, las esposas heterosexuales se sienten devastadas no tanto por el hecho de que su esposo sea gay “sino porque lo mantuvo en secreto y traicionó la confianza al mantener oculta la verdad sobre su sexualidad”, le dijo a SEMANA.

Eso es lo que sintió Carol, de 43, quien tenía una familia perfecta con su marido. Se casaron jóvenes y enamorados pero con el tiempo ella empezó a sospechar y solo confirmó que era homosexual cuando encontró que en internet buscaba incansablemente imágenes de hombres. Se separaron y si bien él encontró su felicidad, ella quedó en el limbo, asimilando la realidad. “Mientras a él lo felicitaban por tener las agallas de salir del clóset, yo no entendía cómo logró vivir la mayor parte de la relación mintiéndonos a todos y sobre todo a sí mismo”, dice.

Pero otros expertos consideran que no siempre la salida del clóset representa una traición. Según Carolina Herrán, psicóloga de Liberarte, las personas pueden vivir varias circunstancias que hacen difícil para ellas saber a ciencia cierta lo que son al momento de casarse. Es posible que algunos desde su juventud hayan reconocido su gusto por personas del mismo sexo pero dado su ambiente familiar o cultural no lo pudieron expresar o aceptar. Estos deseos, entonces, quedan guardados, olvidados y bloqueados hasta el punto que la persona piensa que desaparecieron y se casa con alguien del sexo opuesto.

Pero a mitad de camino, las personas se sienten insatisfechas en sus vidas, creen que ya no quieren a sus parejas y recurren a terapia para indagar, y sentadas en el diván descubren que son gais. “Esto no necesariamente es un engaño porque aman a sus esposas o esposos pero hasta ahora están explorando esa opción”, dice Herrán. Algunos simplemente se enamoran de alguien del mismo sexo y ese es el detonante que pone en jaque su relación de pareja.

También es posible que la gente cambie, y una de las posibles transformaciones es su orientación sexual, que, según Herrán, es fluida y no fija, como muchos creen. “En algunos se mantiene estable mientras que en otros cambia y eso puede suceder en cualquier momento, a los 40, 50 o 60”. Está, además, la posibilidad de que sean bisexuales, como Claudia, casada con un hombre con quien tiene una hija. Ha tenido varias experiencias homosexuales en el pasado con mujeres a quienes declara “haber querido profundamente”. Su esposo lo sabe y por eso tienen una relación abierta pero aun así hay roces porque él, como muchos en esta sociedad, se resiste a creer que exista el bisexualismo. “Siento que me juzga porque no me defino o porque cree que es una moda. Pero la verdad es que, como se dice coloquialmente, yo tiro para los dos lados”.

Así las cosas, la única víctima de estos triángulos amorosos no es la persona heterosexual. Felipe Zuleta cuenta que cuando se enamoró de un hombre y le contó a su mujer ambos lloraban de tristeza por lo que estaba pasando. “Realmente nos queríamos, pero estaba enamorado de un hombre por primera vez y era imposible seguir en ese matrimonio”. Fue una experiencia dolorosa para todos y asegura que “se necesita ser muy macho para salir del clóset aún hoy porque es una sociedad que te va a señalar y a discriminar”. Por eso, no juzga a los que se quedan ‘enclosetados’, que, según él, son muchos, porque en la mayoría de casos lo hacen para proteger a sus hijos. “El costo de la separación es altísimo cuando hay hijos adolescentes porque aceptar esa nueva identidad del padre es difícil a los 18 años”, dice López.

En términos generales, este drama es muy similar al de un divorcio pero elevado al cuadrado, porque el estigma que aún prevalece en la sociedad hace que la decisión de quedarse o salir sea más difícil. “Estas personas se debaten entre sacrificar su felicidad a cambio de la de toda su familia, en cuyo caso el dolor es muy grande, o arruinar la vida de los demás por su satisfacción personal, en cuyo caso la culpa es enorme”.

Quienes lo hacen siguen teniendo conflicto porque todas las dificultades del divorcio se potencian. Para solo mencionar un ejemplo, López señala que cuando los hijos tienen el fin de semana con el padre gay, el heterosexual, que aún tiene prejuicios frente a estas relaciones, se queda con el alma en la mano. “Algunas mujeres se escandalizan porque los niños ven a la pareja gay en ropa interior o durmiendo juntos y les parece que eso puede llegar a ser una mala influencia para ellos”.

Grever añade que los homosexuales, especialmente los hombres, buscan matrimonios heterosexuales por otras razones, como ambiciones profesionales, tener hijos propios o porque creen que un matrimonio tradicional borrará sus inclinaciones. “Esto último no funciona”, dice ella. Para Bonnie Kaye, médica especializada en casos de mujeres casadas con hombres gais, estos matrimonios son tóxicos porque “un esposo gay no podrá proveerle a una mujer lo que ella necesita. Quedarse genera tanta frustración en ellos que terminan siendo física o emocionalmente abusivos con ellas”. Por eso considera que siempre que la verdad del homosexualismo de alguien sale a flote, esta relación debe terminar.

Pero no todos los expertos están de acuerdo y en la práctica algunas parejas se adaptan a la situación o les dan la oportunidad a estas personas de que exploren esa inquietud sexual. Otras tienen relaciones abiertas porque el vínculo que las une no es solo la sexualidad.

Herrera cree que en la medida en que la sociedad sea poco tolerante, estos casos van a seguir ocurriendo y generando culpas, dolor y resentimiento. Por eso, lo ideal no es buscar culpables ni hacer señalamientos sino entender y aceptar que existen estas opciones. Pues solo con una mayor apertura las personas podrán explorar con tranquilidad y desde temprano su sexualidad y decidir qué hacer con ella sin presión externa, sin necesidad de maltratar a otras personas.

Pero como dice Zuleta, “todavía somos muy biches en eso”.

Cómo saber si mi pareja es gay

Los expertos señalan que si bien no hay señales claras para saberlo a ciencia cierta, estos puntos pueden ayudar.

1. Sale con nuevos y misteriosos amigos o amigas que la pareja no conoce.

2. Viaja mucho solo o sola.

3. Deja de interesarse sexualmente en él o ella.

4. Es homofóbico y habla negativamente de las parejas gais.

5. En las fiestas o en la playa observa más a las parejas del mismo sexo.