A MOVER EL ESQUELETO

Para liberarse del estrés, conseguir pareja, fortalecer el espíritu o por simple diversión el país está reviviendo el goce del baile.

17 de agosto de 1998

Hace medio siglo la gente vivía de fiesta en fiesta. Un cumpleaños, las bodas de oro, un bautizo, un grado, los 15 años de la niña, todo servía como excusa para organizar un baile. Los anfitriones invitaban asus amigos, contrataban orquesta, disponían de un gran salón de la casa y se vestían con sus mejores galas para la ocasión. A estas fiestas la gente iba a lo suyo: a bailar hasta que los pies ya no dieran más. Con el tiempo, sin embargo, los equipos de sonido fueron reemplazando a las orquestas y las grandes fiestas privadas que tenían como escenario las casas de la ciudad se trasladaron para clubes y discotecas. El vestido largo y el smoking pasaron de moda para darle paso a los jeans y la camiseta.
Para muchos estos bailes hoy están prácticamente extinguidos. Debido al agite del trabajo la gente cada vez se reúne menos y cuando lo hace es para charlar, tomar unos tragos y comer, pero casi nunca para bailar en serio. El hecho de que una buena parte de colombianos viva en apartamentos donde no caben más de 20 personas también ha contribuido a que las fiestas se acaben.
A pesar de los obstáculos anteriores hay claras evidencias de un renacer del baile. Y el ejemplo más contundentes es el de un grupo de cachacos y costeños amantes de la música que fundaron el Pata-Pata Dance Club para revivir esas fiestas de antaño y poner de moda el goce del baile.
La idea fue del publicista Fernando Martelo. Hace un año él y un grupo de amigos _bailarines de tiempo completo_ se dieron cuenta de que cada vez las fiestas eran más esporádicas y más aburridas. "Estábamos cansados de tener que ir a sitios públicos e impersonales", dice Carlos Cubillos, uno de los socios fundadores. "Si en una reunión había 200 personas, sólo 50 bailaban y el resto se quedaban sentadas, hablando o bebiendo", dice. Para evitar esas situaciones hace ocho meses organizaron un club en el cual sólo se fuera a bailar. Las fiestas se empezaron a organizar en casas vacías, bodegas o locales donde la primera y más importante regla era "tener la mente abierta y la cadera dispuesta".

Baile aunque no baile
Si bien en un comienzo las reuniones eran entre 30 personas con el tiempo a las citas del Club Pata-Pata fueron llegando más y más miembros. A la última reunión, efectuada hace un par de semanas, asistieron más de 150. Por lo general asisten hombres y mujeres entre 30 y 45 años. Aunque no hay un límite de edad, ni se exige llegar con pareja, a una fiesta del Pata-Pata no es admitido cualquiera. Se requiere una invitación personal, previo estudio de la hoja de vida del solicitante. No se aceptan palancas ni presiones, advierten sus miembros. La razón de estas exigencias radica en que los socios no quieren 'colados' que desvirtúen el objetivo del club. Para controlar esto redactaron un estricto reglamento en el que lo más importante no es saber bailar sino querer hacerlo. "Si la persona no es amiga del baile no puede ser miembro del club", dice Pedro Ruiz, artista y socio fundador del Pata-Pata. La segunda regla de oro es que las personas deben estar dispuestas a bailar todo tipo de ritmo musical, desde boleros hasta música trance. Tampoco se permiten interrupciones de más de 15 minutos. "Quien se siente a hablar se puede ir de la fiesta", afirma Martelo. Fumar en la pista está totalmente prohibido y el consumo de alcohol es limitado. "No hay tiempo de nada, ni de beber ni de hablar porque no te dan ganas", dice la actriz Constanza Duque, una de las socias más antiguas del club. "Cuando uno cree que ya no puede bailar más te ponen 'Satisfaction', de los Rolling Stones, y tienes que seguir, dice.

Música para el cuerpo
La música ha tenido un papel importante en el éxito del club. La idea es hacer contrastes entre estilos muy diferentes pero siempre mantener el ánimo y la energía fluyendo. Pero no todo este esfuerzo es en vano. Cuando el ambiente está prendido los organizadores del club hacen concursos de baile, tanto para duchos como para principiantes, e incluso se entrega premio a los mejores vestidos.
Pero lo que más atrae a los bailarines es el hecho de que al otro día no amanecen cansados. Pese a que la gente puede pasar fácilmente cinco horas azotando baldosa la sensación que tienen después es de relajamiento total. "Yo salgo feliz,con los zapatos en la mano", dice Constanza Duque. "El baile exorciza muchas tristezas y rabias. Como es un lenguaje corporal que no utilizamos a diario está es la oportunidad para desencadenar ese animal que se quiere mover", agrega. Para Pedro Ruiz bailar es un arte y una necesidad. "Yo siento las mismas sensaciones cuando pinto que cuando bailo. Es una necesidad primaria de moverse para expresarse".
Otro gran atractivo es que estas fiestas resultan menos costosas que salir a un bar o a una discoteca. En la última fiesta del club se cobraron 10.000 pesos por persona, y esto incluía la música, la bebida, pasabocas, luces y el parqueadero. Y tenía la gran ventaja de que era una reunión de confianza, entre amigos.

Todos a la pista
Aunque la idea de club de baile no se ha expandido las ganas de gozar al ritmo de la música sí se han propagado como un virus. Muchos jóvenes, cansados de la rumba impersonal de las discotecas, están buscando sitios más acogedores para mostrar sus dotes en la pista. A diferencia de los bares a los que se va a conocer gente o a charlar, estos lugares están especializados en un tipo de baile. Uno de ellos es El Antifaz, un bar ubicado en el centro de Bogotá que ha logrado prestigio entre los amantes de la salsa y que permanece lleno de miércoles a sábado. "Uno va a lo que va, a bailar y sudar", dice Mariana Gómez, una asidua cliente.
Para el sicólogo César Camargo todo el auge que tiene el baile en este momento se debe a que es una actividad necesaria para el ser humano, no solo por placer sino como una forma de comunicación. Desde hace un año este experto organiza fiestas para solteros y solteras de todas las edades. El único objetivo es bailar y de paso facilitarle a las personas solas el encuentro con su media naranja. "Yo había ensayado conferencias, paseos, competencias deportivas, citas a ciegas, pero ninguna ha dado mejores resultados que el baile". Aunque no tiene un registro de cuántas parejas han ido al altar gracias a sus fiestas, el sicólogo afirma que las parejas se pueden aislar a pesar de estar en medio de una multitud, lo cual no ocurre en un coctel ni en ningún otro tipo de reunión.
Para este experto el baile es un lenguaje corporal _menos conceptual e intelectual que la palabra_. Esto le permite a las parejas conocer su química y por lo tanto saber qué tipo de afinidad tienen. Por eso él hace cada viernes un baile en un sitio arrendado y a la cita semanal siempre llegan cerca de 80 personas dispuestas a moverse al ritmo de lo que suene. "Yo diría que me cuesta prender la fiesta pero es aún más difícil apagarla", afirma Camargo. Como en el club de baile Pata-Pata, la materia prima de estas fiestas es la música. Por eso es de vital importancia tener un disc-jockey experto. En los bailes para solos se usa todo tipo de música, desde bolero, cumbia, rock, salsa hasta el cha cha chá.
Pero la fiebre por el baile ha llegado a temperaturas inimaginables. Tanto que muchos han adoptado esta actividad como una terapia. Este es el caso de la biodanza, una técnica inventada por el chileno Rolando Toro en los años 60 y que hoy está en pleno apogeo. En ella el baile demuestra que no solo es liberador de tensiones del cuerpo sino también de las del alma. Para Toro, la danza puede curar desde depresiones hasta el estrés. Y gracias a ella se pueden despertar elementos vitales como el erotismo, la creatividad, la afectividad y la trascendencia.
Ya sea por diversión, terapia o moda, lo cierto es que el baile es una necesidad del ser humano y pasará mucho tiempo antes de que los pies dejen de moverse al ritmo de una buena pieza musical.