Matrimonio

'Muévase pues, mijo'

Un libro reciente les enseña a las mujeres cómo lograr que sus maridos dejen la pereza y ayuden en la casa.

3 de abril de 2005

De vez en cuando circula por Internet un correo electrónico que invita a los hombres a hacer un curso especializado en temas del hogar. La cátedra incluye materias diversas como 'La plancha: de la lavadora al armario, introducción a ese proceso misterioso'; 'La lavadora, esa gran desconocida' y 'Diferencias fundamentales entre el cesto de la ropa sucia y el suelo (con dibujos y gráficos descriptivos)'. El diplomado incluye además conferencias magistrales para explicar temas intrigantes como '¿Nace el papel higiénico en el baño?', '¿Por qué una taza no levita hasta el lavaplatos?', y 'Cocinar no provoca impotencia: últimos avances científicos'.

Aunque obviamente se trata de un chiste, el correo electrónico refleja la noción generalizada de que los hombres no saben nada sobre las labores domésticas porque son las mujeres quienes cargan con todo el peso del trabajo en el hogar.

Joshua Coleman, un reconocido sicólogo de Estados Unidos, encontró que el desequilibrio en estas labores afecta en forma negativa la relación de pareja pues las mujeres con excesivo trabajo en la casa tienden a deprimirse, desarrollar enfermedades y a fantasear con la idea de divorcio con más frecuencia que las mujeres que reciben ayuda de sus cónyuges. Coleman acaba de lanzar The lazy husband (El esposo perezoso, en castellano), un libro que explica el fenómeno y da consejos a las mujeres para lograr que sus maridos tengan mayor participación en los asuntos domésticos de la casa.

El problema de la poca ayuda que reciben las mujeres es universal. En casi todo el globo terráqueo ellas siguen haciendo el doble de las labores hogareñas que los hombres, pese a que muchos hoy son más hacendosos de lo que fueron sus padres. Un estudio hecho por el Council of Contemporary Families encontró que los hombres escandinavos eran los que más contribuían. Les seguían los norteamericanos, los alemanes y los italianos. Los que menos colaboran, los japoneses.

En Colombia hay toda una gama de situaciones, dependiendo del nivel cultural y económico de la pareja. Según la sicóloga Nelly Rojas de González, están las mujeres de estrato alto, que cuentan con todo un staff integrado por niñera, chofer y empleada doméstica, gracias al cual las tareas en el hogar no les generan roces con sus maridos. Pero también se observan casos de profesionales que trabajan por fuera de la casa y deben asumir por la noche la segunda jornada sin que el esposo les dé una mano y sin posibilidades de sueldo ni ascensos. Recientemente, con la crisis económica aparecieron nuevas historias de parejas en las cuales el marido perdió su puesto y fueron las mujeres las que tuvieron que salir a trabajar y mantener el hogar. Rojas asegura que no todos han logrado adaptarse a compartir con ellas los compromisos caseros. "Unos ayudan en las tareas o con los hijos, pero otros se deprimen y se quejan y no son capaces de cambiar su rol", dice la experta.

Para Coleman el problema parte de una división de roles que aún hoy, después de todos los cambios que ha vivido la mujer en la educación y el trabajo, sigue siendo muy arraigada. "A la gente no le sorprende que un soltero sea desordenado, pero pocos culpan a un marido de una casa desarreglada", dice.

Y pese a que las grandes damnificadas con este esquema son las mujeres, el autor no cree que el villano de la película sea el hombre. Es una situación en la que ambos tienen cierto grado de responsabilidad. "El mejor indicador del nivel de compromiso que un padre tendrá en el hogar es el nivel educativo de la esposa",dijo Coleman a SEMANA. El nivel económico también influye. "Los hombres de Estados Unidos hacen más labores en la casa cuando sus esposas trabajan". Por eso, tal vez, uno de los casos más difíciles es el de aquellas mujeres que dependen económicamente de sus maridos y no tienen una vida profesional propia porque se han dedicado a ser amas de casa de tiempo completo. En estos casos hay baja autoestima y depresión y poca capacidad de negociar un cambio. La única posibilidad para ellas es volver a la universidad y mejorar su situación económica, "volverse más seguras de sí mismas o dejar de hacer cosas que el marido valora para presionar el cambio", afirma el sicólogo.

El autor menciona otros factores como la falta de modelos diferentes. Cuando miran hacia atrás ven que sus madres asumían todo el trabajo: cocinaban, sabían coser, bordar y, encima de todo, velaban por sus hijos. Esta imagen las culpabiliza pues sienten que cuando trabajan abandonan a sus hijos, pero al mismo tiempo se sienten frustradas en el papel típico de amas de casa. Ellos, en cambio, cuando se comparan con sus padres, salen bien librados porque hoy sin duda hacen mayores aportes, sobre todo en la crianza, que los hombres de generaciones anteriores.

Las mujeres también promocionan la pereza masculina con su silencio. Muchas de ellas creen que no deben pedir apoyo y que la casa es su lugar en el mundo. Cuando finalmente reciben ayuda de sus esposos, critican lo que hicieron o repiten la tarea porque consideran que quedó mal hecha. Aunque tener bajos estándares de calidad es una estrategia de algunos para evitar hacer trabajo doméstico, la actitud exigente de las amas de casa puede favorecer que un hombre no se asome por la cocina.

Los hombres pecan por pensar que con aportar dinero es suficiente. En otras ocasiones son conscientes de la situación injusta que soportan las mujeres, pero no saben cómo desempeñar esas tareas. Otros piensan que perderán su identidad masculina si tienen que encargarse de lavar la ropa sucia o cocinar.

El tipo de creencia sobre el papel de hombres y mujeres en la casa también incide. Una de las posibilidades que más conflicto genera es cuando una mujer democrática se casa con un hombre tradicional. En estas situaciones ella quiere que el hombre haga la mitad del trabajo, mientras que para él está claro que es su esposa la que lo debe hacer todo. Si el hombre incrementa su participación en un 25 por ciento, lo cual puede ser un acto muy generoso desde su percepción, para ella seguirá siendo muy poco. El tipo de personalidad del esposo también afecta el porcentaje de ayuda que la mujer recibe. (Ver recuadro).

El libro trae una mala noticia y es que a las tantas labores que desempeñan actualmente las mujeres deben sumarle una más y es tratar de convencer a sus esposos de que colaboren más en la casa. "Son ellas quienes deben hacer el cambio porque los hombres no sienten la necesidad. El sistema actual los beneficia".

Una manera de comenzar es no guardar silencio y comunicarle al esposo lo difícil que es el trabajo en el hogar y lo importante que es para ambos y para la relación de pareja compartir esas tareas. Para la sicóloga María Cecilia Betancur, colaborar es laborar con la otra persona para facilitar el despliegue del otro, crecer y construir. "Una relación en la que dos personas no aportan generosamente es un calvario". Algunas expertos han sugerido un pago por la labor doméstica como una estrategia para hacer más visible el trabajo de las mujeres. Ann Crittenden, autora de El precio de la maternidad (The price of motherhood), no aboga por un pago directo pero sí por un mayor reconocimiento de la crianza en caso de divorcio. La autora dijo a SEMANA que "el trabajo doméstico debería tener créditos en los sistemas de seguridad social o planes de pensión que tenga un país". Esto, con el fin de evitar la pobreza de las mujeres en la vejez, pues según Crittenden, la maternidad, la crianza y ser ama de casa es el más alto factor de riesgo de pobreza en la tercera edad.

A pesar de que aún se ven casos extremos en los cuales los hombres, como en la canción, amenazan con un "no voy a mover un dedo" , el panorama empieza a cambiar. "Cada día hay mayor conciencia de los hombres colombianos de la importancia de participar en las labores hogareñas", dice María Cecilia Betancur. Se necesita prepararse, estudiar, fortalecer la autoestima y saber pedir en forma amorosa la ayuda necesaria. De esta forma, la participación de los hombres en el hogar podrá ser más activa que simplemente levantar los pies del piso cuando ella pasa limpiando con la aspiradora.