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¡Ni uno más!

14 de agosto de 2005

En noviembre de 2004, después de divertirse con un grupo de amigos en los bares Andrés Carne de Res y West, en Chía, José David Domínguez Becerra, de 17 años, murió atropellado por un carrotanque. El trágico desenlace tuvo su origen en el alcohol. Un taxista lo empujó a la vía y, por el exceso de licor en su organismo, Domínguez no pudo sostenerse. La noticia llenó las primeras planas de los periódicos e hizo visible la problemática del consumo de alcohol en los jóvenes.

El caso de José David no es el único. Según el Fondo de Prevención Vial, muchos sufren accidentes similares porque no saben manejar sus tragos. Algunos hacen combinaciones mortales, como tomar y conducir. Pero el peligro no es sólo al volante. Movilizarse borracho, así sea a pie, como le sucedió a Becerra, representa un grave riesgo que cobra vidas diariamente.

El Fondo de Prevención Vial ha hecho campañas desde entonces para promover el consumo responsable entre esta población. Consisten en educar a través de programas lúdicos y culturales a los adolescentes, un segmento que usualmente se expone a estas sustancias sin ningún tipo de conocimiento. Recientemente un nuevo ingrediente se sumó a esta campaña. Diageo, la compañía distribuidora de licores más grande del mundo, presentó una propuesta para educar a los meseros de bares y restaurantes en manejar mejor a sus clientes cuando beben. "La idea es que se tomen unos buenos tragos y no que pasen por malos tragos", dice Edgar Garzón, administrador de Harry Sasson, restaurante que se ha convertido en punta de lanza de este proyecto.

El programa, conocido como TIP (por su sigla en inglés Training Intervention Procedures) busca que los meseros aprendan a analizar las conductas características de la persona pasada de tragos. Normalmente el tomador no coordina bien sus movimientos, no mira fijamente a los ojos, es más desinhibido y conversador, y, lo más importante, pierde su capacidad de juicio.

Otro aspecto de la capacitación es enseñarles a los bartenders y meseros a tener mucho tacto a la hora de interactuar con el cliente borracho. Nunca se le puede decir a un cliente: "Señor, usted está ebrio", porque una de las particularidades del alcohólico es no aceptar su condición.

Además, deben tener en cuenta otros factores como la contextura del cliente y la cantidad de licor ingerido en un lapso determinado. "A mayor masa corporal, la persona tendrá una más alta tolerancia al trago", dice José Marín, gerente de Diageo. También es importante observar si el cliente ha comido porque el estómago vacío facilita la embriaguez. Las mujeres tienden a asimilar el alcohol más rápidamente, es decir, se emborrachan con menos trago y en menos tiempo. Los estados de ánimo también son clave, pues quienes están tristes o deprimidos, con seguridad van a tener malos tragos.

Estos elementos le dan criterios al mesero para saber cuándo dejar de suministrar alcohol. Cuando el cliente se pone difícil, el mesero le comunica al administrador o a una persona que pueda tomar decisiones. Muy diplomáticamente, éste le habla, lo invita a sentarse, le ofrece algo de comer, le pide las llaves. Después llaman a su casa para que lo recojan o le consiguen un taxi. Ante todo, lo que buscan es evitar que se movilice solo en ese estado. Por supuesto, hay clientes que se salen de las manos y se van.

Muchos verán esto como inmiscuirse en los asuntos ajenos. Pero los promotores de la campaña piensan que TIP es un servicio a la comunidad y "el hecho de que ahora el lugar donde estoy tomando se preocupe por mi estado es un cambio muy positivo", dice Francisco José Fernández, director ejecutivo del Fondo Vial.

Para otros resulta paradójico que los interesados en vender trago se preocupen porque sus clientes tomen menos. Sin embargo, los dueños de los establecimientos empiezan a ver las ventajas del programa. La imagen del negocio mejora porque se protege la vida. Además, es preferible evitar accidentes y, en la medida en que la gente aprenda a tomar con responsabilidad, ellos saben que habrá negocio para rato.