COMPORTAMIENTO

Páreme bolas

Se ha vuelto viral una campaña contra la práctica de quienes chatean mientras están en la compañía de otras personas. Estas son sus características.

10 de agosto de 2013

¿Quién no ha sufrido cuando la persona con la que está almorzando interrumpe la conversación para contestar un mensaje de texto, escribir un trino en Twitter o actualizar el estatus de Facebook? Muchos, y al parecer se trata de una de las costumbres sociales que más genera molestias hoy. A tal nivel ha llegado la molestia, que ha surgido una campaña internacional que pretende acabar con ese terrible hábito. Se le llama phubbing, una mezcla de las palabras inglesas phone (teléfono) y snubbing (despreciar).

La iniciativa comenzó en Melbourne, Australia, cuando espontáneamente un grupo de amigos empezó a hablar de las molestias que les producía la falta de cortesía de quienes ignoran la conversación por centrarse en el celular. Alex Haigh, un estudiante de mercadeo de 23 años decidió hacer una página web, www.stopphubbing.com , y enseguida recibió el apoyo de muchos damnificados de esta práctica, no solo en su país sino en todo el mundo. 

El sitio web muestra una tendencia real. Estudios previos señalan que los adultos jóvenes, o sea entre 18 y 29 años, envían en promedio 110 mensajes de texto diarios y más de 3.000 mensuales, y reciben un número similar. El éxito de la campaña se debe, según le dijo Haigh a SEMANA, a que “toca una cuerda muy sensible de la sociedad acerca de un problema que necesitaba discusión”.

Haigh explica que la gente hace esto por muchas razones y aunque en algunos casos tienen excusas justificadas porque deben enviar un mensaje urgente, “la campaña va dirigida hacia los que practican esta actividad permanentemente, es decir los ‘phubbers’ seriales, aquellos que están en el teléfono solo para ver qué pasa en Facebook o para jugar Angry Birds”, dijo Haigh. 

Este joven cree que a veces la gente comete esa falta de educación sin darse cuenta. Por eso la estrategia de la campaña consiste en darle un nombre al fenómeno y en señalar a quienes lo practican para que sientan vergüenza de su comportamiento.

En su sitio web y en Facebook hay una sección para subir fotos de personas atrapadas en flagrancia, desde anónimos, como una pareja de novios consultando el aparato en plena boda, hasta celebridades como Barack Obama, que no se salva de estos malos modales. También ofrece la opción de descargar afiches diseñados contra este comportamiento, como uno pensado para sitios de atención al público en el que se lee: “Mientras termina de actualizar su estatus atenderemos al cliente que está detrás de usted”. 

Los expertos en etiqueta señalan que el phubbing es, sin duda, una falta de cortesía. El mensaje que envía quien asume esa actitud es que quienquiera que esté al otro lado del teléfono es más importante que la persona que tiene al frente. “En esos momentos no estamos valorando al otro”, dijo a SEMANA Maggie Jackson, autora del libro Distracted. 

Haigh señala que es una paradoja pues el descortés se desconecta de la charla para favorecer la interacción con una persona ausente. “Esto es muy patán a no ser que ambos estén haciendo lo mismo”, dice el joven. 

Curiosamente, un sondeo hecho por la multinacional McCann, la compañía donde Haigh trabaja como pasante, mostró que el 37 por ciento de los encuestados considera que es más descortés no contestar un mensaje de texto o un chat. Esto ha llevado a pensar que posiblemente la tecnología va a un ritmo muy rápido y no permite a los usuarios entender las implicaciones de su uso. 

Tal vez por ello hay un resurgir de libros sobre etiqueta, así como de sitios web y blogs donde se resuelven dudas que van desde si es bien visto usar el iPod en un carro donde van otras personas hasta si se debe anunciar una enfermedad en Facebook. “El regreso de la etiqueta es en parte una respuesta a la descortesía de las relaciones que se tienen en la esfera digital”, explica Jane Pratt, editora en jefe de xoJane, un sitio dedicado al tema. 

“Vivimos en un momento de ansiedad que refleja el constante cambio y la confusión en la tecnología y los códigos sociales”, dice Steven Petrow, quien ha escrito cinco libros de etiqueta, el último de los cuales está dedicado a los buenos modales y la tecnología. 

Pese a todo lo anterior, muchos de los que practican el phubbing argumentan que esa etiqueta es anticuada pues la tecnología ha traído sus propias costumbres y reglas. Además, ellos tienen la capacidad de poner atención a dos asuntos al mismo tiempo. 

Pero las investigaciones recientes muestran que los seres humanos no pueden hacer varias tareas simultáneamente. Clifford Nass, una autoridad en el tema, señala que aquellos que usan varios medios de comunicación al tiempo muestran muchos déficits cognitivos. “Básicamente son malos para casi todas las tareas”, dice.

Maggie Jackson señala que los seres humanos no pueden hacer multitareas excepto cuando se trata de rutinas muy sencillas, pero ese no es el caso de la comunicación, una habilidad altamente compleja. “Cuando una persona está cambiando constantemente su foco de atención entre dos actividades, los procesos cognitivos son más lentos, cometen más errores y tienen una menor capacidad de discernir qué es relevante en el contexto en el que se trabaja”, dice la experta.

Un experimento realizado por Andrew Przybylski, de la Universidad de Essex, Inglaterra, concluyó que discutir problemas íntimos e importantes cuando hay un teléfono celular cerca es peligroso para las relaciones personales, porque si el interlocutor mira o contesta el aparato, el otro se sentirá amenazado. “Se incrementa la idea de que eso que se está divulgando no se recibió con cuidado y empatía”, dice el experto. 

Lo grave es que la gente está perdiendo información valiosa de la conversación pues, al enfocarse en un celular, no observa los gestos que le dan contexto a los diálogos. “Las personas que están muy ocupadas para tener conversaciones reales no están haciendo las conexiones emocionales importantes”, dice Sherry Turkle, autora de Alone Together. 

La tesis de ese libro es que es posible estar constantemente involucrado en conversaciones instantáneas en el celular y aún sentirse solo. En entrevistas con adultos y niños, esta psicóloga del Instituto Tecnológico de Massachusetts encontró que todos se dejan atrapar por lo mismo: “Lo seductor del chat y el mensaje de texto, de tener el teléfono encendido y estar chequeando la lucecita roja en el BlackBerry es que cada cual quiere saber quién me está necesitando, quién quiere hablar conmigo”.

Muchos psicólogos creen que detrás de estos malos modales también se esconde un problema de adicción. Aunque mucho se ha debatido sobre qué significa exactamente ser adicto a un teléfono celular, a grandes rasgos señalan que muchas personas sienten el mismo síndrome de abstinencia de otras adicciones cuando no pueden usar ese aparato todo el tiempo. Algunos incluso llegan a sentir la vibración aunque no se haya activado. Así, no sorprende que la gente revise qué hay de nuevo en el celular cada cinco minutos. 

Haigh no sabe si la campaña logrará detener del todo este fenómeno, pero sí espera al menos que la gente revalúe la manera como usa su teléfono en presencia de otras personas. Jackson aconseja hablar del tema con los colegas del trabajo, los amigos y los familiares para tratar de establecer normas en conjunto.

La idea es que todo esto pueda llevar a que la gente vuelva a disfrutar la compañía física de los otros. Los seres humanos no siempre se conectan de manera profunda pero si el celular deja de estorbar, dice Jackson, serán menos probables las conexiones superficiales y los malentendidos con amigos y familiares.