Pequeños gigantes

¿Incomprendidos o rebeldes? Aun cuando se debaten entre la niñez y la adolescencia los jóvenes de 13 años tienen gran poder para imponer la moda y los hábitos de consumo.

23 de octubre de 2000

Qué a quién admiro?”, contrapregunta Pablo llevándose la mano a la cabeza. “Pues admiro a Oscar Córdoba porque soy el arquero del equipo del colegio. Me gustan los Dragon Ball-Z y llevo el pelo como ellos, llego tarde a mi casa y me acabo de cuadrar con una niña del colegio que me gustaba desde hace rato”, confiesa. A su lado, Catalina toma un sorbo grande de malteada antes de responder a la misma pregunta: “Me gusta la música de Britney Spears y los niños cuando saben comportarse”, dice sin separarse de sus amigas de octavo grado.

Acaban de conocerse en el centro Andino de Bogotá y, a primera vista, sólo tienen una cosa en común: sus 13 años. Ella se vuelve hacia su grupo de amigas y él las invita con uno de sus amigos a la tienda de discos. “Una tanda de música no nos caería mal”, dice Roberto, el mejor amigo de Pablo. Todos son jóvenes de 13 años y comparten el gusto por grupos como Korn, los Backstreet Boys o cantantes como Shakira. Pablo y Catalina hacen parte de los 337.000 jóvenes colombianos que tienen 13 años. De ellos, 172.000 son hombres y 165.000 mujeres.

¿Quiénes son estos jovencitos? ¿Cuándo nacieron y qué se les pasa por la cabeza? ¿Cómo explicar que sean ellos los que imponen la moda y los éxitos musicales a nivel mundial, los que más navegan por Internet? ¿Por qué son tan importantes para la industria y el comercio si todavía reciben la mesada de sus padres y tienen poca capacidad adquisitiva? SEMANA habló con ellos y con un grupo de expertos que analizan ‘el fenómeno de los 13’ en Colombia.



Volver al futuro

Hace 13 años el país estaba a merced del narcoterrorismo y las bandas de sicarios a su servicio: jóvenes entre 13 y 15 años de las comunas de Medellín a quienes les pagaban dos millones de pesos por asesinar policías, jueces, magistrados y periodistas. Hace justamente 13 años fue extraditado Carlos Lehder, uno de los capos de las organizaciones de la droga. Por aquel entonces la alegría de los colombianos estaba en las piernas de Lucho Herrera, quien se coronaba campeón de la Vuelta a España, y en el boom de las telenovelas, que los mantenían en vilo siguiendo el desenlace de Los ricos también lloran o Leonela. Entre los jóvenes mandaba la música de Los Prisioneros, Franco de Vita y Wilfrido Vargas y se imponían los jeans desteñidos, los tenis de colores sin amarrar y el famoso ‘copete Alf’ entre las niñas. No había Internet y la posibilidad de un chat era apenas un producto de la imaginación. Los jóvenes se enamoraban con tarjetas de Timoteo, con credenciales de Garfield, o se dedicaban canciones de Yordano por la Super Estación. El único universo posible era el que difundían la radio y la televisión. Los magníficos, Don Chinche y Dejémonos de vainas estaban en furor y antes de la llegada de los Dragon Ball-Z o los Pokémon las escenas de acción corrían por cuenta de Mr. T. y el Super Agente 86. Los Play Station y los Nintendo tenían en las consolas de Atari o Activision a sus primeros ancestros en lo que a juegos de video se refiere. A nivel mundial, Estados Unidos y la entonces Unión Soviética apenas dejaban atrás las tensiones de la Guerra Fría y la amenaza nuclear. Los países de América Latina hacían lo propio con el fantasma de las dictaduras. Fue por esa misma época en que la ciencia y la tecnología apenas anunciaban que se masificarían en un futuro cercano y que nacían todos los jóvenes que, como Pablo y Catalina, hoy tienen 13 años de edad.



Cómo duele crecer

Basta mirarlos para darse cuenta de que no han entrado de lleno a la adolescencia, pero tampoco son propiamente niños. Quieren ser libres y, ante todo, dueños de su propio mundo, pero la gran mayoría depende de las mesadas que les dan sus padres. Antes que tomar las sopas que se preparan en casa se desviven por las hamburguesas y las gaseosas. Según María Claudia Avello, sicóloga del Colegio Andino, “es normal que a esta edad reaccionen con rebeldía y que busquen la independencia. Es por eso que no les gusta que los consientan delante de sus amigos o que los recojan en el paradero del bus. Lo más importante para ellos es demostrar que han dejado de ser los niños de papá y mamá”. Algunos estudios realizados por una importante agencia de mercadeo en Estados Unidos señalan que al llegar a esta edad los jóvenes son conscientes de sus cambios físicos y emocionales y se adentran en la construcción de su propia identidad. La atención que antes tenían el hogar y los padres empieza a ceder espacio frente al mundo escolar y los grupos de amigos, pues todos andan en busca de aceptación. A los 13 años los jóvenes se vuelven conflictivos, chocan con las figuras autoritarias y con los horarios que se les imponen en casa pero, a la vez, se vuelven más emocionales, afectuosos y hasta previsivos. Muchos de ellos sufren su primera decepción amorosa a los 13. Igualmente, están en la edad en la que empiezan a ahorrar a corto y largo plazo y se vuelven más conscientes del valor del dinero y de cómo gastarlo. Fenómenos como Internet, la televisión por cable, los mundos virtuales y los videojuegos los han convertido en jóvenes hiperactivos que se valen por sí mismos para divertirse, para hacer sus tareas y hasta para conseguir novia a través de la red. Un joven de 13 años siempre está procesando y reteniendo información e incluso se da el lujo de enseñarles a sus padres cómo abrir una cuenta de correo electrónico o hacer una compra sin salir de casa.

Según Alberto Saldarriaga, gerente general de Starmedia en Colombia, “estos jóvenes son los grandes navegantes del futuro. Son ellos quienes introducen a los padres en el mundo de Internet y quienes los presionan a hacer compras a través de la red. Igualmente, manejan a la perfección el MP3 y el Napster, queman sus propios CD y los intercambian entre ellos. Creo que hay una tendencia muy clara entre los jóvenes y es que pasan cada vez menos tiempo frente al televisor y más frente al computador. Juegan, chatean y hasta bajan sus tareas escolares. Internet les viene como anillo al dedo”, dice.

Otro fenómeno interesante tiene que ver con el cambio en los hábitos de lectura, pues ahora consultan con facilidad bases de datos y enciclopedias virtuales. “Se han vuelto mucho más recursivos e independientes”, concluye Saldarriaga. Aún así, las cifras de la encuesta TGI 1999 muestran que 33,6 por ciento de los jóvenes colombianos de 13 años leen diarios y 34,7 por ciento revistas. De cualquier forma la debilidad de los treceañeros está en la radio y en la televisión, mientras que 99,7 por ciento son considerados televidentes frecuentes, 93,6 son leales radioescuchas. “Me gusta escuchar la radio cuando llego del colegio y cuando estoy haciendo las tareas programo mi emisora favorita en el computador”, cuenta Andrea, una jovencita que cursa noveno grado en el Colegio Santa Francisca Romana.

Otros campos que han enfocado sus baterías hacia estos jóvenes son los de la publicidad y el mercadeo. Para Claudia Blanco, directora de investigaciones de McCann Erickson en Colombia, “el posicionamiento de las grandes marcas no descuida a los jóvenes de esta edad pues su búsqueda de cambio e identidad los lleva a explorar en lo innovador, a buscar la moda. La publicidad no debe ser excesivamente formal pues esperan que se les hable en su propio lenguaje. Quien logre comunicarse en sus términos tendrá el éxito asegurado. Ellos son los más grandes consumidores de videojuegos, canales de música, gaseosas y comidas rápidas y representan un mercado sumamente importante para las industrias”.

A los 13 años la mayoría de los jóvenes sólo piensan en divertirse. Tanto en Estados Unidos como en Europa el 70 por ciento de la teleaudiencia de canales como MTV o Discovery Channel está en esta franja de edad. “Además del Nintendo y el patinaje extremo me desvelan los videos. Casi siempre me acuesto con la televisión encendida”, dice Pablo. Para Annie Acevedo, directora del Colegio Nueva Granada, “Internet todavía no desplaza del todo a la televisión entre los jóvenes pues la gran mayoría tiene sus series y dibujos animados favoritos. La televisión sigue siendo un punto importante de conexión con el mundo. Por ello resulta fundamental que los padres estén enterados de qué clase de programas y qué clase de páginas web están consultando. A esa edad es muy fácil caer en excesos que pueden resultar dañinos tanto para su salud física como mental”.



¿Quién manda a quién?

De la casa van al colegio, del colegio al centro comercial y del centro comercial a las fiestas en casa de sus amigos. La variedad de planes y programas es casi inagotable. Muchas videoconsolas, poco de trago y algo de cigarrillo. Unos se declaran timidos y otros alardean de sus conquistas en el curso de arriba. La vida social se concibe por fuera de casa y los padres son una suerte de detectives a los que se les tiene una cierta consideracion a la hora de prender un VHS o hacer una consulta en Internet. Unos se llevan bien con ellos y se consideran sus amigos. Otros simplemente obedecen y cumplen con arreglar el cuarto y estar a tiempo para la cena. Bailan lo que les pongan pero tienen sus favoritos. Por algo ha vendido Shakira más de 460.000 copias de su reciente disco Dónde están los ladrones. Entre las niñas son comunes los clubes de fans y se saben de cabo a rabo la vida de N’sync y de los Backstreet Boys. Contra esas modas, el rebelde Pablo se define como un amante del rock clásico y en medio de su habitación, llena de afiches de Boca Juniors, los Dragon Ball-Z y la selección Colombia, se escucha a los Beatles y a los Rolling Stone. “Los clásicos son los clásicos”.

Pero si hay discusión acerca del gusto musical no dudan al momento de cuestionar los límites de horario que les imponen en casa. “Vivimos en una puja permanente por vivir más de lo que nuestros padres quieren que vivamos”, dice Roberto. De allí que recurran a toda clase de trucos para estar más tiempo fuera de casa. Algunos se escapan y otros acuden a las mentiras piadosas, “sobre todo cuando es el corazón el que manda”, sostiene Roberto. Tratar de controlarlos no parece tarea fácil pero los expertos coinciden en señalar que la mejor manera de entenderse con ellos es, precisamente, evitando la confrontación. “A esa edad cada joven es un mundo diferente”, señala la sicóloga María Claudia Avello. Lo importante, agrega, es no perder el contacto con su mundo y asumir que a esta edad, los padres necesitan grandes dosis de paciencia y tolerancia, concluye.

Actualizados e hiperactivos, emotivos e irreverentes, los jóvenes de 13 años no se desviven por el futuro. Si acaso sueñan con tener 18, manejar su propio carro y no tener que llegar antes de la hora establecida porque la vida a esa edad tiene otro sabor.