| Foto: Fotomontaje SEMANA

CURIOSIDAD

Plantean autorizar uso del celular en el cine para atraer público

La iniciativa busca especialmente incentivar a los adolescentes que se han alejado de las salas por esta prohibición

4 de mayo de 2012

Lo dicho: el teléfono celular es una de las maravillas más útiles de los avances tecnológicos y, lastimosamente, una de los aparatos más molestos de la vida cotidiana. Suenan en los teatros, timbran en los ascensores, interrumpen en los velorios, alteran el silencio de las bibliotecas y también el ánimo de los espectadores en las películas.

Y ahora lo que faltaba: en Estados Unidos se plantean autorizar su uso como una manera de atraer más público, en especial a los adolescentes que se han ido alejando de las salas al considerar que allí se sienten "atrapados".

La iniciativa fue impulsada por Amy Miles, presidenta de una de las cadenas de cines más importantes de Norteamérica (los Regal): "Hay que permitir a los jóvenes que usen el teléfono celular durante la proyección". Sus palabras no fueron una simple ocurrencia sino que las pronunció en la CinemaCon en Las Vegas, una trascendental reunión a donde acuden los propietarios de cines estadounidenses, distribuidores, periodistas y ejecutivos del séptimo arte, y en la que en la practica se define lo que podrá verse en este verano de 2012 y lo que estará en cartelera en 2013.

Para Miles el gran problema y la causa por la que los adolescentes han dejado de ir al cine es que "allí se sienten esposados" porque no pueden usar con libertad sus celulares móviles.

Si bien para muchos esta propuesta es descabellada lo cierto es que en tan cinéfila cita caló. Greg Foster, uno de los directivos de IMAX, se puso del lado de ella al contar su situación personal. Foster, padre de un niño de 17 años, relató que a su hijo le molesta que no le dejen usar el teléfono cuando está en la sala y que creía que relajando los controles los jóvenes volverían al cine. Por si fuera poco, Jeff Blake, otro ejecutivo de Sony Pictures, argumentó que si esta propuesta se hacia real podría servir para que la juventud estadounidense volviera a abrazar los cines como lugar de ocio.

Los relatos de lo sucedido allí, según El País de Madrid, son bastante coincidentes en el sentido de que buena parte de la audiencia no pareció en absoluto disgustada con las ocurrencias de los antes citados ponentes. "El único que saltó como un resorte fue Tim League, fundador y propietario de los archifamosos Alamo Drafthouse de Austin (que abrirán este mismo año en Nueva York), cines que son la quintaesencia de la cinefilia moderna y en los que el uso del móvil está vetado bajo riesgo de expulsión".

En conversación telefónica con este periódico, League se reafirma en lo que ya dijo en Las Vegas: "Por encima de mi cadáver se van a usar los móviles para chatear en nuestros cines. Las salas –y eso es lo que muchos no parecen entender- son un lugar sagrado y hay que enseñar a los espectadores a comportarse en las mismas".

League, uno de los tipos más respetados por los amantes del séptimo arte en Estados Unidos, reconocía que es difícil predecir lo que va a pasar en el futuro: "Soy el primero que cree en introducir nuevos estímulos y considero absolutamente necesario innovar, ya que esa es la columna vertebral de este negocio. Ahora bien, no creo que dejar a la gente que envíe sus mensajes de texto durante la función vaya a conseguir que más jóvenes acudan a las salas. Lo dudo mucho, la verdad".

El periódico cuenta que algunas cadenas, como AMC, ya habían especulado con la posibilidad de acotar una zona para que los que no pueden dejar de manosear el celular ni durante dos horas se explayaran a gusto (previo pago de una entrada obviamente), y en el Reino Unido algunos exhibidores empezaban a promover sesiones donde el usuario podía enviar sus mensajes de texto directamente a la pantalla, en lo que vendría a ser una experiencia interactiva.

Para otros sin embargo la pesadilla de tener que aguantar las lucecitas y los ruiditos de rigor en lo que –en teoría- es una pacífica sala oscura se convierte ahora en algo inquietantemente tangible.