Dominique Strauss-Kahn Los estudios muestran que los poderosos, como el exdirector del FMI, son más optimistas frente a la percepción de interés sexual de sus potenciales parejas y tienden a verlas como objetos.

Comportamiento

Poder y Sexo

Los numerosos escándalos que protagonizan hacen pensar que los hombres poderosos son más infieles que los demás. ¿Qué hay de cierto?

28 de mayo de 2011

Cuando se ha-bla de hombres prominentes que, como Dominique Strauss-Kahn, han sido atrapados con los pantalones abajo, a la gente le vienen a la mente escándalos pasados y recientes como los del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi; el expresidente norteamericano Bill Clinton; el candidato John Edwards; el exgobernador de Nueva York Eliot Spitzer; el senador Newt Gingrich o el golfista Tiger Woods, entre otros.

Pero sería injusto considerarlos a todos iguales. Como sostiene la revista Time en su más reciente edición, unos, como Spitzer y Gingrich, son adúlteros hipócritas, pues al tiempo que promulgaban la ética o acusaban a otros de lo mismo, sostenían un affaire o relaciones con prostitutas. En la lista también hay mujeriegos empedernidos que no pueden controlarse, como Clinton, cuya relación con Monica Lewinksi puso en peligro su Presidencia. En otra categoría están los ingenuos, como Tiger Woods, a quienes la fama les desboca su pasión al punto de tener demasiadas amantes y muy pocas precauciones. Y están los que traspasan los límites de lo legal, como Strauss-Kahn y Berlusconi, quienes podrían ir a la cárcel por sus conductas sexuales. El hecho de que todos estos hombres tengan, en apariencia, más dificultades para serles fieles a sus parejas lleva a la pregunta de si el poder incrementa la infidelidad. Y si es así, ¿por qué lo arriesgan todo por un rato de placer?

El psicólogo Joris Lammers, de la Facultad de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Universidad de Tilburg, en Holanda, se hizo esa pregunta. Si bien es cierto que la gente más prominente tiene encima los ojos de la sociedad y por ello se podría argumentar que sus devaneos gozan de más atención que los deslices de la gente del común, el experto encontró que, evidentemente, mientras más se sube en la escalera del poder, aumentan los reportes de infidelidad o las intenciones de cometerla.

Antes de este hallazgo, publicado el mes pasado en la revista Psychological Science, se sospechaba que el poder favorecía la infidelidad por el distanciamiento de la pareja, pues los hombres exitosos se ausentan más de sus hogares. Pero fue una sorpresa encontrar que esta variable no es tan importante como la relación entre poder y autoconfianza. "Los poderosos son más seguros, más asertivos e impulsivos que la gente común, que, por el contrario, tiene más presentes las sensaciones de amenaza y peligro", señala el psicólogo. Esto lo demuestran con su actitud. "Hacen contacto visual por más tiempo, se acercan más a los demás, tienen una postura muy afianzada, y todo eso es seductor para los demás", explica.

La evidencia científica muestra que quienes tienen los cargos más altos de la sociedad enfocan su atención en el atractivo físico de los demás y casi siempre tienen una percepción optimista del interés de los otros sobre ellos. En otras palabras, creen que son monedita de oro. Y no solo eso. Adam Galinsky, de la Universidad Northwestern, encontró que los más poderosos son menos precisos para leer las emociones en los rostros de la gente, lo que sugiere que, al estar cegados en este aspecto, podrían ver a las personas como "objetos que pueden utilizar a su antojo". El resultado aplica tanto a hombres como a mujeres. Y si no se oyen tantas historias de ellas, es porque hay menos en la cúpula.

El poder, además, da la sensación de que todo está al alcance y que quienes lo detentan son inmunes al fracaso. La sexóloga Martha Lucía Palacio sostiene que los abusos de poder han sido una constante en la historia porque ellos desarrollan apetitos ilimitados motivados por los privilegios que tienen. En ese sentido, los miembros de las familias reales, los dictadores y déspotas han sido más propensos a estos escándalos porque no han tenido que desarrollar el autocontrol que ejercitan los de a pie. En los tiempos modernos, esto se aplica a los famosos y poderosos que comienzan una vida normal pero a medida que avanzan hacia la gloria van encontrando a su alrededor gente que los complace e incluso que perdonan sus errores en nombre de su talento o inteligencia. Por eso es muy probable, según Palacio, que ninguno de ellos sienta que está arriesgando algo cuando se sobrepasa. Y en ese sentido, señala Lammers, el efecto no solo se limita a lo sexual, sino a la corrupción.

Otros expertos, sin embargo, sostienen que el poder no lo explica todo porque no cambia a la gente. De hecho, muchos lo alcanzan y siguen siendo esposos fieles y padres dedicados. Explican que en estas decisiones desempeñan un papel importante los motivos personales. En el caso de Clinton, dicen los conocedores, fue la incapacidad para autorregularse, producto de una niñez conflictiva, lo que lo llevó a ser un mujeriego. En otros, la motivación puede no ser el sexo sino probarse a sí mismos que son capaces de conquistar. "El poder solo facilita en la medida en que le incrementa las posibilidades a aquel que está más inclinado a hacerlo", le dijo a SEMANA Ronald Levant, profesor de Psicología de la Universidad de Akron, Ohio."Un gobernador o un presidente de una compañía tienen más opciones que un mecánico", agrega, porque el poder es un afrodisíaco de vieja data.

Daniel Kruger, científico de la Universidad de Michigan, señaló a esta revista que, efectivamente, los hombres poderosos y con estatus han tenido históricamente más acceso sexual a las mujeres, "y toman esas oportunidades cuando se les presentan porque se benefician". Las mujeres, por el contrario, están enfocadas en el cuidado de sus hijos y son más selectivas para escoger al padre de ellos y, por lo tanto, su radar se especializa en detectar a los buenos proveedores. Los osados son atractivos porque asumen los riesgos que las mujeres evitan.

La gente con poder, según esta teoría, tiene menos sensibilidad a los riesgos y hace valoraciones optimistas de los resultados de una situación, por lo que nunca creen que van a fallar. Frank Farley, psicólogo de la Universidad de Temple, sugiere que existe una personalidad tipo T, por thrill, que en inglés significa excitación, y que se aplica a aquellas personas que buscan emociones fuertes. "La política es una vida excitante y es atractiva para estos hombres. Muchos de ellos toman riesgos pese a que saben que su vida y su comportamiento son objeto de escrutinio público", dijo Farley a SEMANA. Pero antes de ser poderosos son arriesgados, por eso, para Farley, lo clave aquí es la personalidad T y no el poder. "El estatus les ayuda a atraer potenciales amantes, pero la personalidad arriesgada es la que los lleva a cometer el adulterio", dice. De hecho, muchos de los hombres involucrados en este tipo de escándalos ya tenían antecedentes. Schwarzenegger fue acusado de acosar sexualmente a varias mujeres durante su campaña para gobernador de California, mucho antes del escándalo que suscitó la semana pasada la divulgación de su relación con una empleada doméstica.

Lawrence Josephs, psicólogo de la Universidad de Adelphi, en Nueva York, cree que la gente con poder tiene rasgos de lo que él llama la 'triada negra', una mezcla de narcisismo, inteligencia maquiavélica y gran psicopatía: "Tienen una visión más explotadora y oportunista de la sexualidad, son más promiscuos, más infieles y menos comprometidos con las relaciones". Calígula, el emperador romano cuyos apetitos sexuales son leyenda, sería el máximo exponente de esta categoría.

En conclusión, ya sea por una personalidad más propensa a engañar o por el efecto embriagador del poder, quienes están arriba tienden a ser más infieles. Por eso, lo más seguro, conociendo la evidencia, es que el de Strauss-Kahn y otros poderosos como él difícilmente será el último escándalo de un personaje célebre que se porta mal.