QUE NOS LAS ENSEÑE ...

Con la ayuda de la cirugía, los senos grandes y redondos vuelven a estar de moda.

6 de febrero de 1989

"Llegó el Sida, disminuyó la promiscuidad, se acabó el sexo a la carta, resucitó el condón, regresó la monogamia, de vuelta a la tradición, como hombres y mujeres, hagamos el amor.Ya no quiero ser andrógino.
Que me devuelvan mis senos..."
La canción no es de Boy George; la cantan algunos grupos fatalistas en los trenes de Nueva York, pero resume de manera inmejorable la lógica de una civilización que, en medio de tantas contradicciones, ha decidido dar de nuevo su bienvenida a los senos. Sí, señoras y señores, porque los senos grandes, firmes y redondos se han puesto otra vez de moda, y son millones las mujeres que, en el mundo, andan buscando un buen par.
La que fue exclusividad masculina en otros tiempos, es ahora obsesión compartida por numerosas damas que realizan enormes esfuerzos por conseguirlos. Sólo para fortuna de los cirujanos plásticos, los senos grandes dejaron de ser el privilegio de un grupo de mujeres consentidas por la naturaleza y se pueden adquirir, made in USA, por tres mil dólares, sobre una camilla de hospital.
En 1973, una encuesta de la revista norteamericana Psychology Today reveló que una de cada cinco mujeres de los Estados Unidos estaba insatisfecha con el tamaño o con la forma de su busto. En 1986, la misma encuesta estableció que una de cada tres lo estaba. Hoy, dos años después de la operación quirúrgica de implantes en su pecho, el 96% de las pacientes en Estados Unidos expresó que volvería a hacer lo mismo.
Y es que la montaña crece. En Star 80, Mariel Hemingway, conocida "tabla" internacional, mostró sin verguenza alguna al mundo entero la nueva forma y tamaño de sus senos aumentados. Brigitte Nielsen, la corpulenta ex mujer de Sylvester Stallone, considerada prototipo de la belleza femenina en nuestros tiempos, agradeció frente a la prensa el trabajo de su especialista y contó cómo había decidido regalarle a última hora una operación similar a Kelley Gatzman su asistente personal. Otra modelo Jessica Hahn, pasó de talla 36C a 36D, apenas justo a tiempo para su reciente aparición en Playboy. La WYMY FM, estación de radio en Nashville, obsequió una operación de aumento de pechos en un concurso, y lo entregó, no precisamente, como premio de consolación.
En la derrota de lo andrógino, ninguna parte del cuerpo para acentuar más las diferencias entre los sexos que unos senos pronunciados. Los desfiles y las revistas de moda exhiben ahora modelos con pechos prominentes. Twiggy ha muerto. Viva Elvira. La ropa debe entonces revelar más curvas. Lo dice Nina Blanchard, superagente de modelos como Elle Mac Pherson: "No hay duda. El busto ahora se muestra más".
Las famosas están dando el ejemplo. Joan Collins, por ejemplo. Y montones, que siguen detrás. Para hacerse a un buen par de senos, las mujeres no han sido límidas frente al doctor: hasta la fecha, más de un millón de norteamericanas se han hecho operar y agrandar sus pechos mediante el método conocido como mamaplastia. Con un promedio anual aproximado de 100 mil operaciones, a un costo de 2 mil a 4 mil dolares por cirugía, los especialistas hacen a su vez un negocio, también redondo, que les deja entre 200 y 400 millones de dólares al año.
En busca de la voluptuosidad perdida, mujeres entre los 20 y los 35 años se someten a la operación, a pesar de algunos riesgos, por ejemplo que los implantes queden tan duros como rocas, y deban ser removidos. O que generen o escondan pequeños tumores en las mamas y hagan difícil el diagnóstico de un cáncer. O que si los implantes son de agua salada se desinflen, si son de silicona sufran filtraciones y dejen pasar sustancias químicas a otros órganos del cuerpo. O que sé presenten problemas en el sistema inmunológico. O infecciones. O cicatrices enrojecidas y que pican, como ocurre hasta en un 33% de los casos. En Suecia, después de escuchar esta lista de posibles peligros, un tercio de las pacientes retiró su deseo de ser operadas. Ninguna en los Estados Unidos.
Muchas que no han agrandado su busto, aducen como razón el no tener dinero para hacerlo. En diversas encuestas, esposos y novios de las agraciadas aseguran que jamás han criticado los pechos de sus mujeres o presionado para que se hicieran practicar la operación. Todos los cirujanos plásticos parecen, en efecto, tener montones de historias en las que, literalmente, las mujeres sorprenden a su pareja con nuevos senos. Algunos maridos se muestran complacidos. Otros expresan inseguridad. Creen que sus mujeres han aumentado su busto para el gusto de otros hombres.
Pero la sicóloga Carolyn Cline sostiene que, además de las razones personales de cada cual, hay una gran cantidad de presión social sobre la mujer para que remodele su figura. "Los hombres siempre están hablando de los cuerpos de las mujeres--dice--y eso influye".
Para el cirujano hindú Ravin Thalte, la responsabilidad recae en una sociedad dominada por el hombre y motivada por la ganancia económica. Otros médicos, estos norteamericanos, añaden que todo se debe a las ventajas ofrecidas por la cirugía cosmética y a la tendencia de los expertos a promocionar sus virtudes. Pero la sicóloga Rita Freedman, autora de "El límite de la belleza", tiene un argumento tan triste como demoledor: "Los implantes de busto son un símbolo de status. Son la prueba de que la mujer puede comprar un cuerpo perfecto, de la misma forma que compra cualquier otra cosa".
La misma sociedad que trata a la mujer como un objeto, le ordena que en su afán de mejorar, se quite, se añada, compre y se arregle. Según los sicólogos, si bien las mujeres que se agrandan los senos no son neuróticas, todas de alguna manera, antes de la operación, están sufriendo. Sufriendo inseguridad e insatisfaccion. La mayoría son casadas, muchachas en sus veinte, que desde la pubertad no se sienten mujeres, en todo el sentido de la palabra. Un 20 ó 30% están en sus treinta, también casadas, pero con hijos. Casi todas se quejan de que después del embarazo sus glándulas mamarias resultaron atrofiadas. "Los senos me quedaron viejos y flácidos--dicen. -No me veo atractiva y necesito sentirme mejor".
El feminismo intelectual de los últimos tiempos, apoyado en la imagen de la diosa Afrodita, que tenía según las descripciones los senos pequeños, establecio dentro de sus códigos arbitrarios que las mujeres curvilíneas, de senos y caderas pronunciados, pertenecían a una clase aparte, frivola y comestible, que no pensaba. Debbie Lynn, de 31 años, que trabaja como directora de ventas y se hizo agrandar el busto, les entrega hoy su concepto personal de liberación, cuando dice que ésta consiste en "hacer lo que a uno le da la gana. Y yo me siento de ataque con mis senos nuevos". La sicóloga Marcia Hulchinson, autora del libro "Aprenda a amar el cuerpo que usted tiene", no está de acuerdo con ninguna de esas opiniones e intenta un punto oficial cuando expresa que "con el implante, las mujeres admiten su impotencia. La cirugía significa que una mujer tiene el poder y el dinero para cambiar su apariencia. Pero al cambiarla de esa manera, le hace una concesión a esa sociedad que juzga a la mujer por la presentación de su empaque. No sólo es entonces victima de esa sociedad. También es su creadora. Participa de una perversión colectiva e, irónicamente, con su busto de mentiras, la respalda".