TERAPIA

Remedio infalible

Nuevos estudios demuestran que la risa ayuda a los pacientes de enfermedades graves a curarse.

25 de abril de 2009

En 1964, el periodista Norman Cousin fue diagnosticado con spondilitis anquilosante, una enfermedad reumática que endurece las articulaciones y que para la época sólo era superada por uno entre 500 pacientes. Pero Cousin estaba tan aferrado a la vida, que investigó todo lo que pudo y se aplicó él mismo un tratamiento que finalmente lo salvó. Compró un proyector y consiguió varios rollos de películas cómicas de los hermanos Marx y cámaras escondidas graciosas. Después de las primeras sesiones notó que algunas horas de buenas carcajadas le aseguraban un sueño sin dolor. A las pocas semanas volvió a trabajar y llevó una vida casi normal. En 1979, su libro, Anatomía de una enfermedad, se convirtió en best seller y con él se inició la investigación sobre la risa terapéutica. Hoy se sigue debatiendo si aparte de los beneficios sicológicos y analgésicos, el buen humor contribuye en aspectos físicos y a reacciones químicas benéficas. Los últimos hallazgos apuntan a que sí.

Los resultados del estudio más reciente, dirigido por el doctor Lee Berk, se presentaron la semana pasada en el congreso de Biología Experimental 2009, que se realizó en Nueva Orleáns. La conclusión de los autores es que complementar la terapia normal con risa terapéutica reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular en pacientes con diabetes mellitus y síndrome metabólico. La investigación se hizo con 20 diabéticos con alto riesgo de hipertensión. Estos se dividieron en dos grupos que empezaron a tomar los medicamentos comunes y a recibir terapia común. Aparte de eso, un grupo vio videos cómicos, escogidos a su gusto, durante media hora diaria por un año.

Los pacientes del que llamaron grupo de la risa tenían menores niveles de estrés y más bajos los de epinefrina (adrenalina) y norepinefrina, neurotransmisores estimulantes que aumentan el ritmo cardíaco y la vasoconstricción. Además, el porcentaje de colesterol bueno fue mayor en estos pacientes, que tuvieron un incremento del 26 por ciento frente a un escaso 3 por ciento en el otro grupo. Y la proteína creactiva, involucrada en procesos inflamatorios, se redujo en 66 por ciento entre los risueños y sólo 26 por ciento en el otro grupo.

En una investigación anterior, el mismo Berk encontró que los cerebros de pacientes que veían videos graciosos liberaban 27 por ciento más de betaendorfinas, neurotransmisor que ayuda a mejorar el estado de ánimo, y 87 por ciento más de hormona de crecimiento. También que reírse reducía la producción de hormonas perjudiciales para el sistema inmune y que causan estrés, como el cortisol.

En 2005, médicos de la Universidad de Maryland les mostraron videos humorísticos a 20 voluntarios. Después midieron con ultrasonido el flujo sanguíneo y la dilatación arterial. Hicieron lo mismo luego de ponerlos a ver una película de guerra (Rescatando al soldado Ryan), y descubrieron que en el primer experimento la relajación arterial fue mayor y el paso de sangre más fluido.

Otros estudios relacionan la risa con la liberación de endorfinas que alivian el dolor y han mostrado que la corteza prefrontal del cerebro se vuelve muy activa, como ocurre cuando se tiene un recuerdo agradable. Un estudio que fue publicado en el Journal of Applied Behavioral Analysis halló que en niñas que habían sufrido quemaduras graves y eran sometidas a hidroterapia, el dolor era menor en aquellas a quienes se les habían mostrado tiras cómicas durante el procedimiento.

Aunque hace falta más evidencia científica y hay quienes permanecen escépticos sobre las propiedades físicas y químicas de una carcajada, sus bondades sicológicas están comprobadas. Las personas que tienen buen humor se deprimen menos porque están sicológicamente más protegidas y logran ver sus problemas desde afuera y con perspectivas más positivas. Hasta el momento, sigue siendo válida la pregunta con la que Cousin empezó su recuperación: si las emociones negativas como el odio y la frustración pueden contribuir a una mala salud, ¿por qué las emociones positivas no harían lo contrario?