¿SABES QUIEN VIENE A CENAR?

Del solitario apartamentero de viejas épocas, se ha pasado a verdaderos escuadrones de asalto que prefieren la noche

24 de noviembre de 1986

"Aló... Quiubo mija. Imagínate que anoche se nos metieron los rateros". Esta frase que se hizo famosa durante los últimos 20 años, cuando las señoras que tenían que contar que la noche anterior los ladrones habían ingresado a hurtadillas a su casa y la desocuparon mientras todo el mundo dormía, parece haber pasado a la historia. Hoy el comentario obligado va acompañado de dramáticas descripciones sobre las violentas escenas que vivieron cuando un grupo de hombres fuertemente armados asaltaron la residencia, redujeron a quienes se encontraban allí y en menos de 20 minutos arrasaron con todo lo que quisieron.
El nuevo modus operandi de los ladrones va dirigido fundamentalmente contra los sectores medios y altos de la población. En la mayoría de los casos conocen perfectamente cuántos son los miembros de la familia, a qué horas llegan y a veces hasta el sitio exacto donde están las joyas o la caja fuerte. Al contrario de los viejos ladrones que preferían dedicarse a las planchas, licuadoras, transformadores y hasta ollas de presión, y procuraban "trabajar" lo más lejos posible de los dormitorios para evitar los ruidos, los nuevos ladrones no se meten a la cocina. Van directamente a los dormitorios, abren todos los cajones de los closets, buscan debajo de los colchones, rompen las almohadas y en ocasiones gastan mucho tiempo buscando escondites en los techos o en los rincones más insospechados.
Lo primero que buscan es la caja fuerte o lo que pueda sustituirla. El dinero en efectivo, los dólares y las joyas finas son sus platos predilectos y para localizarlos recurren a las más espeluznantes técnicas de intimidación. En una residencia en donde se encontraban en una especie de reunión familiar, tomaron a los tres niños más pequeños, los subieron sobre una mesa y volvieron sus cañones contra los pequeños amenazando con dispararles si no decían cuál era el escondite de las joyas.
El "buen gusto", parece ser una de las características principales de los ladrones de nuevo tipo. Casi siempre van bien vestidos y en la mayoría de los casos son de buenos modales, pero lo más sorprendente es el conocimiento que tienen para distinguir las finas porcelanas o las valiosas antiguedades. De lejos conocen los diamantes y las piedras preciosas. A las señoras les preguntan por las pieles y miran cuidadosamente la clase de tapetes que hay en la casa.
LA TECNICA
La mayoría de los casos consultados por SEMANA tiene un común denominador: la hora y la forma de entrada a las residencias. Las diferentes familias que han sido víctimas de los asaltos y quienes prefieren mantenerse en el anonimato, afirman haber recibido la "visita", como ya empiezan a llamarla algunos para identificarla en clave, a eso de las ocho de la noche y justo en el momento en que llegaban y se disponían a guardar el carro en el garaje. En segundos, y como salidos de la tierra, irrumpen cuatro o cinco hombres armados de pistolas en unos casos y metralletas en otros y se hacen "invitar". Una vez adentro lo primero que hacen es preguntar por el jefe de familia para entenderse con alguien directamente. Reúnen a todo el mundo en un baño o en un cuarto que quede retirado de las ventanas que dan a la calle y los encierran. Algunas veces los amordazan y hasta los golpean, depende cuál sea la forma en que reaccionen los dueños de casa.
La entrada no siempre es a la brava. Algunas veces se hacen pasar por miembros del F-2, o del DAS solicitando algún tipo de colaboración. A una residencia ubicada en la avenida 127 golpearon y pidieron muy decentemente que les permitieran hacer una llamada para informar al comandante que ya tenían ubicado el laboratorio de cocaína en la casa siguiente. Sorprendidos, y ante la posibilidad de que los pudieran acusar de no colaborar con las autoridades, los ocupantes de la casa abrieron las puertas, les sirvieron tinto y los sentaron en la sala. Una hora después estaban repitiendo la escena pero esta vez con los verdaderos agentes del F-2, a quienes relataban cómo habían sido robados unas horas antes.
ASALTOS ANUNCIADOS
Con los asaltos a residencias sucede casi lo mismo que con las tomas guerrilleras a las poblaciones, las cuales en su mayoría han sido anunciadas. Casi todos los robos de esta clase han estado precedidos de algunos movimientos sospechosos de personas y de carros que han preocupado a los dueños de las viviendas. Estos dan aviso a la Policía o a la Defensa Civil y la respuesta es el envío de una patrulla por espacio de algunas horas.
La inoperancia de las autoridades en estos casos es otra de las constantes, según afirman casi todas las víctimas. En dos ocasiones y a escasos 200 metros en el barrio Santa Bárbara, en Bogotá, el policía encargado de la vigilancia vio a los ladrones y no hizo nada sino hasta después de que se fueron. En los alrededores de Unicentro, una familia que ha sido "visitada" dos veces, tuvo la oportunidad de llamar a la Policía la segunda vez, gracias a una clave que se habían inventado para esas eventualidades.
Cuando la Policía llegó y los ladrones se dieron cuenta, la gente prefirió indicarles a los ladrones el camino para salir rápidamente de la casa, ante la perspectiva de quedar entre dos fuegos. Las cosas han llegado a los extremos en que un vigilante se da cuenta de todo y no hace nada con el argumento de que esa casa no le toca cuidarla a él.
CAMBIO DE CARRO
La modalidad de asalto a residencias tiene también otra particularidad. En casi todas partes se llevan los carros. Aunque cuando apareció este tipo de hurto, como lo clasifican las autoridades, hace más de dos años, no se presentaba el robo del vehículo. Ahora se lo llevan, pero tienen preferencias por algunas marcas. Por ejemplo el Renault cuatro o el seis, no les gusta mucho. "Le tiran más que todo a los Mazda", dice un miembro de los cuerpos de seguridad de la sección de propiedad. Sin embargo, si las víctimas tienen la suerte de poseer un Mercedes o un BMW, los ladrones les dejan los carros en que llegaron en el garaje y se les llevan los suyos.
De acuerdo con las averiguaciones hechas por SEMANA en las divisiones de hurto y propiedades del F-2, se presentan entre 20 y 25 robos de este tipo al mes en Bogotá, casi uno diario. Las horas son preferiblemente entre 8 y 10 de la noche, pero se dan algunos casos (tal vez un 10 por ciento, dicen las autoridades) tempraneros. De siete y media a ocho y media, hora en que normalmente se abre el garaje.
La Policía considera que en esta modalidad en Bogotá participan por lo menos tres bandas, de acuerdo con algunas pistas. Unos son los de las metralletas, quienes al parecer sacan las cosas robadas del país. Están muy bien equipados y cuentan inclusive con equipos de radio. Su cerebro es un hombre muy fino y se ha llegado a pensar que se trate de un extranjero, probablemente del Cono sur. Estos al parecer tienen algunas conexiones con choferes y empleadas de servicio, quienes se encargan de suministrar la información. Y las casas que prefieren son las que pueden tener marfiles, bronces, pinturas, colecciones de estampillas o de monedas y antiguedades.
Una segunda banda estaría conformada por hampones de vieja trayectoria que han perfeccionado sus métodos criminales y buscan todo lo que pueda ser fácilmente revendible. Joyas, dólares y porcelanas. Estos son los que no desperdician la oportunidad para llevarse algunos electrodomésticos, aparatos de betamax y televisión casi siempre. Algunos investigadores de los servicios secretos afirman que estos últimos nacieron hace un par de años y que desde sus orígenes estaban estrechamente ligados a los narcotraficantes. Su objetivo inicial era robar a los mafiosos ya que en sus casas encontrarían dólares, oro y, en el peor de los casos, algunos kilos de cocaína. De acuerdo con esta información, estos casos casi no se denuncian pero los cuerpos de seguridad han tenido conocimiento de muchos.
La tercera banda que actuaría en Bogotá está integrada por un grupo de gente relativamente joven y drogadicta, no están muy bien armados pero son más agresivos. Son un poco cascareros. Se roban los relojes de pared y envuelven las porcelanas sin mucho cuidado. Estos son los que amordazan y en ocasiones golpean a sus víctimas. Son muy peligrosos cuando no encuentran mucho que robar y les disgusta sabre manera no encontrar en la casa a la persona que se sabe la clave de la caja fuerte. Este último grupo no vacila para robarse unas gafas de lujo, una chaqueta de cuero o una botella de trago.
Este nuevo estilo de robos, que dejó out a los saltadores de tapias y a los violadores de cerraduras, no es exclusivo de Bogotá. Aunque no hay estadísticas que lo confirmen, porque muchos casos no son denunciados, también en Medellín, en Cali y en Barranquilla se han dado muestras de que la modalidad "pegó".
Las consecuencias que han dejado este tipo de robos van desde lo trágico hasta lo cómico. En una residencia de la avenida de Suba murió de ataque al corazón el dueño de casa en el momento en que la asaltaron y en la calle 92 cuando no les prendía el carro que se iban a robar, le pidieron al hijo del dueño que los llevara. Como no lo soltaron sino hasta el otro día, no avisaron a la Policía y esperaron pacientemente hastas que apareciera. Pero en algunas casas se han dado el lujo de darle jabón y ayudar a la señora para que se afloje el anillo de diamantes, y en otras se han puesto a discutir sobre la utilidad o no de llevarse un tapete persa.
Aunque tiene de trágico y de cómico, ya los tiempos de los ladrones que inclusive servían de inspiración para los autores de zarzuelas en las que se cantaba: "Soy el rata primero y yo el segundo y yo el tercero", quedaron en las páginas de la historia.