SANTA TERESA

La madre Teresa podría saltarse varios de los requisitos exigidos por la Iglesia para ser canonizada y muchos apuestan a que será santa antes de 2000.

20 de octubre de 1997

Juan Pablo II, en sus 20 años de papado, ha canonizado a casi 300 personas pero nunca había tenido tanta presión para acelerar un proceso de santificación como en el caso de Teresa de Calcuta, 'la madre de los pobres'. Y es que pocos delos candidatos que han llegado a las más altas esferas de los altares cristianos habían sido tan conocidos universalmente como ella.
Desde que en 1969 se difundió un detallado documental sobre su vida y obra en el bajo mundo de la India, sor Teresa no ha dejado de interesar a la comunidad internacional, llegando incluso a ganarse el publicitado Premio Nobel de la Paz en 1979. Su labor con los descastados de la India fue seguida por los reportes de su trabajo con las víctimas de la guerra del Líbano, de las radiaciones de Chernobyl y de la hambruna de Etiopía, entre otros. Ultimamente a su ejército de desprotegidos se unieron las víctimas del sida, quienes también la nombraron su patrona.
Toda esta trayectoria, el crecimiento de su orden religiosa y el retrato de su generosa personalidad ha sido seguida paso a paso por los medios, los cuales la han convertido en una de las figuras más populares del siglo XX. Estos tampoco se quedaron cortos en el cubrimiento de su funeral. Y claro, en este punto y hora la leyenda viva de sor Teresa, la abnegada mujer que dio una lección de caridad y tolerancia sin precedentes a oriente y occidente, está pidiendo a gritos la resolución lógica de este tipo de historias heroicas. Es decir, sus fervientes adoradores no van a conformarse con las expresiones de "parecía una santa". No, la quieren declarada oficialmente santa y en el acto. Pero aunque parece ser un consenso compartido incluso por el Papa, los simpatizantes de la madre desconocen el lento proceso que debe seguirse en estos casos, el cual como promedio puede demorarse 50 años o más.
En primer lugar, reglamentariamente se debería esperar a que pasaran de cinco a 10 años sólo para empezar el proceso, un tiempo que se considera prudencial para que su figura y reputación maduren y se extiendan en la comunidad. Este paso, según los especialistas del Vaticano, en este caso sería innecesario: nadie duda que el prestigio de la madre crecerá.
Pero aun, en el supuesto de que el Papa obvie este lapso e inicie inmediatamente el proceso, las cosas apenas están en el principio y además empiezan a salirse de la esfera humana. La Iglesia Católica ya no se satisface aquí con la frágil opinión de los hombres y sus débiles juicios. En este punto exige la opinión divina. Sólo si Dios da una señal de aprobación con un milagro que suceda por intermedio del candidato a santo el proceso puede seguir adelante. Es decir, falta un milagro de sor Teresa muerta (ni siquiera bastaría que hubiera hecho milagros viva) y quién sabe cuánto tiempo tardaría en manifestarse esta fuerza sobrehumana. Son muchos los candidatos que están haciendo fila desde hace centenares de años, pues un santo no es sólo un modelo digno de imitar sino también una fuerza a la que se puede invocar.
Sin embargo el Papa también podría saltarse estos pasos y decidir continuar adelante. Pero aquí quedaría faltando todavía un minucioso proceso de investigación de la vida de la madre. Sor Teresa vivió en 25 países y esto ameritaría la creación de igual número de tribunales que recogieran testigos a favor y en contra de su supuesta santidad en todos estos lugares. Estos procesos, además, deberían acompañarse de una extensa documentación y los conocedores calculan que su recolección necesitaría mínimo de 10 años. Y otra vez, para terminar, haría falta un nuevo milagro divino. Es decir, que haciendo todas estas cuentas, los más optimistas calculan entre 10 y 15 años una canonización ultrarrápida.
Sin embargo, por tratarse de un caso tan excepcional, muchos apuestan a que el Papa usará su poder de emperador, obviará todas las etapas y milagros requeridos y entregará al mundo una nueva santa para empezar el tercer milenio, incluso antes de que se resuelvan los casos de monseñor Escrivá de Balaguer (fundador del Opus Dei, muy admirado por Juan Pablo II) o de Juan XXIII y Pío XII, que están hace décadas en el tintero. Pero si esto no sucediera oficialmente, para millones de sus seguidores en todo el mundo la madre de los pobres ya es la tercera Santa Teresa de los católicos y la Diosa Madre de los hindúes, una extraña mezcla que muy pocos humanos han logrado conseguir, mucho menos en este descreído fin de siglo.