PSICOLOGÍA

Se acabó el descanso

Regresar de vacaciones puede ser para muchos un proceso tortuoso. Los expertos explican por qué es tan difícil volver a la rutina.

15 de enero de 2011

Las vacaciones son el periodo del año más esperado. Pero cuando se acaban, es común que muchos experimenten un sentimiento de tristeza. Regresar al trabajo, prepararse para iniciar clases o volver a las actividades cotidianas del hogar puede ser un proceso traumático en el que la persona experimenta irritabilidad, desmotivación y hasta dolor físico. Incluso, en casos extremos, se puede producir estrés y depresión. Algunos han bautizado esa condición como síndrome postvacacional.

Aunque clínicamente no está catalogado como un trastorno, el psicólogo Juan Pablo Sánchez reconoce que casi el 100 por ciento de la gente lo padece, pues en vacaciones el cuerpo sufre un cambio físico y emocional, y se altera el ritmo de las actividades que la persona venía realizando durante casi un año. Este cambio, según la psicóloga María Elena López, tienen un efecto reparador en términos emocionales, ya que el descanso tiende a eliminar el estrés cotidiano en la medida en que la persona se desentiende de sus responsabilidades. "Es un estado del que las personas no quisieran salir nunca e incluso en algunos puede ser adictivo", anota López. La experiencia de la pediatra Patricia Rivera es un ejemplo de esto. Su ritmo de trabajo la deja extenuada y por eso considera sagradas sus vacaciones. "Aprovecho para desconectarme, para no revisar el correo y a veces ni contesto el teléfono. Procuro dedicarme a mí misma y a mi familia", cuenta. Este nuevo orden, señala Gabriel Pineda, experto en recurso humanos, incluye cambiar el horario de sueño así como la manera en que la gente se viste o come. El retorno es difícil porque "es como encender un carro que ha estado apagado durante un tiempo", anota Pineda.

El sufrimiento del retorno también depende de lo que la gente hace con su descanso. Para algunos, el padecimiento se debe a que llegan de las vacaciones más cansados de lo que salieron. Según Sánchez, esto se da porque no todos conciben este periodo como un espacio para el sosiego, sino que aprovechan para hacer en muy poco tiempo todo lo que el trabajo o el estudio no les permite. Es el caso de Mariana Quintero, quien se fue a un viaje de 25 días por Europa con su marido. El objetivo era visitar seis países, lo que implicaba quedarse tres y cuatro días en cada uno. Cuando terminaron, ambos sentían que necesitaban vacaciones de las vacaciones. "No hubo descanso pues uno se siente mal quedándose dormido porque cree que está perdiendo tiempo valioso para conocer -cuenta Quintero-. Al llegar, uno está enfermo por la comida, por el clima, y tiene que acomodarse nuevamente a los horarios", agrega.

Para que el cambio no sea tan abrupto, los expertos coinciden en que lo mejor es destinar un par de días antes de ingresar para adaptarse al retorno, especialmente a los horarios de sueño. El periodo de acoplamiento dura por lo general entre tres días y una semana. Sin embargo, si este se prolonga, podrían existir problemas de fondo que impiden que la persona se sienta bien y que requieren atención especializada.