SUENA LA CAMPANA

Recientes investigaciones revelan que "el crucero del amor" naufraga en el primer año.

11 de diciembre de 1989

En materia de matrimonios, hasta hace muy poco era algo sabido lo de la crisis del séptimo año. Muy pocas parejas escapaban, por razones objetivas o por presiones psicológicas, a esa tradicional movida de base. Ahora esto parece estar revaluándose. Pero no para mejor, sino para peor. Todo indica que el "crucero del amor" naufraga antes de lo esperado. No en el séptimo sino en el primer año de matrimonio. Al menos es lo que indica una reciente investigación adelantada en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.
Según el investigador Samuel Pauker, quien realizó un estudio con 346 parejas cuyo promedio de matrimonio no excedía los seis meses, el 38% de los relativamente recién casados aceptó que tienen "grandes peleas", al menos una vez por semana. Y una tercera parte de ellos confesó que las garroteras pueden durar horas. Como quien dice, la alcoba conyugal está lejos de ser un lecho de rosas y ha pasado a convertirse en un ring de boxeo, mucho antes de lo que señalaban las viejas estadísticas.
Dentro de los descubrimientos de Pauker está el hecho de que, aunque las parejas supuestamente se casan por amor, el 50% lo hace con la duda de si su matrimonio podrá durar "hasta que la muerte los separe", como dice pomposamente el sacerdote que oficia la ceremonia. El 4% afirma que en su primer año de casados ha montado rancho aparte por lo menos una noche y el 3% -quién lo creyera en tan corto tiempo- confiesa que se ha echado una cana al aire y que ha tenido un affaire. Si antes las parejas, especialmente la mujer, se preparaban para que el matrimonio al cabo de unos ciertos años empezara a hacer aguas, ahora las cosas se complican prácticamente antes de haber empezado y no bien se acaba la luna de miel. Roto el hechizo y con el primer desayuno de rutina, las parejas comienzan a pensar que eso del matrimonio es más duro de lo que habían anticipado. Ya ni siquiera funciona el viejo chiste según el cual "lo duro del matrimonio son los primeros 25 años". Para las nuevas parejas gringas, "lo difícil son los primeros 25 días". Después... después quién sabe. A lo mejor el divorcio. La capacidad de aguante no parece figurar en el menú y, más que para la convivencia, las parejas parecen estar preparadas para agarrarse de las mechas.
En cuanto al sexo, el 46% no se siente satisfecho en la materia y afirma que quiere más; el 30% reclama más intimidad, y el 37% expresa más deseo de aventura. Es como si en las mentes de los recién casados hubiera desaparecido el realismo para llenarse la cabeza de las fantasías de las viejas películas románticas y de las novelas de Corín Tellado.
Algo está pasando y está afectando seriamente la vida de pareja de los norteamericanos. Pero junto a los más lujuriosos, aparecen los desinteresados: 22% de las mujeres confiesa que no siente deseos, mientras el 11% de los hombres también se declara inapetente. Sin duda, algo está fallando. Por exceso o por defecto, pero fallando.
Y en cuanto a las peleas habituales que las parejas afirman sostener, el 42% grita, el 40% sufre en silencio y el 15% dice que arma una tempestad. Las peleas son de padre y señor mio: el 8% acepta que tira cosas, que rompe la vajilla y destroza lo que en cuentra a su paso, mientras el 4% reconoce que se curten a golpes.
Pero, ¿por qué pelean las parejas nuevas? Motivos siempre los hay y si no los hay se los buscan. El 23% dice que las peleas se originan en problemas de billete,14% por culpa de los suegros, 12% por oficios en la casa y 11% por cuestiones de gusto. Como quien dice, entre gustos sí hay disgustos. ¡Y muchos! El 5% acepta que las peleas se presentan por problemas sexuales -un tema muy caliente entre las parejas, pero sobre el cual muy pocos aceptan que hay discusiones.
Para armar una trifulca, pues, sólo bastan dos personas. Dos personas que, ante un altar, le hayan dicho a un sacerdote: "Acepto". Así de fácil. Y así de grave.