Tiempo de aprender

Toma auge una teoría que muestra cómo el cerebro tiene momentos más adecuados que otros para asimilar una materia. Los colegios empiezan a aplicar estas ideas en sus horarios.

12 de junio de 2005

S i en sus épocas de estudiante tuvo que soportar una clase de cálculo a las 7 de la mañana y sentir que no entendía ni jota, tranquilícese. No es que su cerebro viniera dotado con menos neuronas ni que fuera poco hábil para las matemáticas sino más bien que el horario para enseñar esa materia no era el más apropiado. A la luz de nuevas investigaciones esto se explica porque no todas las actividades cognitivas se pueden hacer en cualquier momento del día. Existe una hora ideal en ese ciclo de 24 horas para asimilar el conocimiento, otra para memorizar, otra para jugar y otra para dormir.

Anteriormente se establecían los horarios de clase sin ninguna racionalidad. Se tenía la idea de que mientras más temprano fuera, mejor se realizarían las actividades que demandaban una mayor complejidad, como las matemáticas. Pero con el desarrollo de la cronosicología, una ciencia que busca entender cuál es el ritmo del cerebro durante el día para optimizar el aprendizaje de los niños, ha quedado claro que hay una diferencia del cielo a la tierra si se dicta esa asignatura a las 8 o a las 10 de la mañana.

En Europa, por ejemplo, donde estos conceptos han sido más investigados y aplicados, en las primeras horas de la mañana los niños tienen un pequeño recreo, pues en ese momento el cerebro apenas está calentando motores. Las clases que requieren de mayor demanda intelectual se dejan para el horario comprendido entre 10 y 11 de la mañana o a momentos intermedios de la tarde, cuando la activación del cerebro, o sea qué tan dispuesto está para recibir señales externas, llega a su punto ideal: ni demasiado ni demasiado poco. Y las tareas que tienen que ver con la motricidad se programan para las últimas horas de la jornada.

También se consideran los ritmos semanales. Los cinco días hábiles que la conforman, según Christian Hederich, uno de los investigadores colombianos que más sabe del tema, conforman un ciclo muy largo y pesado. El fin de semana también lo es. Por eso es común que en algunos colegios franceses corten ese período con una tarde libre los miércoles. El ciclo semana-fin de semana es demasiado brusco incluso para los adultos "y por eso los lunes son terribles. Cuando el cuerpo se ha acostumbrado a otro ritmo le toca empezar nuevamente", afirma Hederich.

Esta rama de la sicología busca entender mejor los ciclos de la actividad cerebral humana, su periodicidad y sus momentos de mayor y de menor eficacia. Sus conceptos están inmersos en un campo aún más amplio, el de la cronobiología, que estudia todo tipo de ritmos fisiológicos como el latir del corazón, la respiración, las funciones digestivas e incluso la menstruación. Dichos ciclos conforman una especie de reloj que trabaja con gran precisión para controlar todos los procesos dentro del organismo.

El tema de la cronobiología ha sido ampliamente aplicado en la medicina para saber a qué hora del día es mejor hacer un examen diagnóstico o recetar la toma de un medicamento. También ha sido de gran utilidad en el incremento de la productividad de las empresas, para establecer turnos de acuerdo con los cambios de atención de los trabajadores.



Pero sólo desde la segunda mitad del siglo XX el tema se ha venido estudiando en el ámbito escolar con el fin de determinar los momentos óptimos para el aprendizaje. Según la cronosicología, la mente está sujeta al ciclo del sueño y la vigilia. Cuando despierta se sintoniza en un estado de vigilancia, pero no lo hace directamente, como un interruptor, sino en un proceso gradual. Por eso ese estado varía durante el día: al principio hay somnolencia, luego mayor atención pero aún con relajación, más tarde se está atento, luego emocionado y al final de la tarde, sobreexitado (ver gráfica) . Para sorpresa de muchos, "los mayores niveles de activación no aseguran una mayor eficiencia, afirma el experto. Todo depende de la tarea. Las más simples, como memorizar las tablas de multiplicar o un poema, requieren de menores niveles de activación", explica Hederich. Las actividades críticas y complejas son mejores a media mañana o a la mitad de la tarde, cuando la mente aún está en un nivel intermedio, ni muy fría ni muy caliente. Al final de la jornada, cuando el cerebro está muy excitado son más apropiadas las actividades que involucren la motricidad fina o gruesa, como practicar un deporte o una actividad artística. Así, las actividades menos exigentes en términos intelectuales se pueden realizar en los extremos del día.

El ritmo del cerebro es interrumpido sólo en un momento, entre las 13 y las 16 horas, después del almuerzo. "Es un descenso general en la actividad eléctrica del cerebro", explica Hederich, y se presenta aún cuando no ha habido ingesta de comida. Basados en esa teoría se puede afirmar que la siesta es un hábito sano que las sociedades modernas han ido perdiendo.

Hay factores individuales y culturales que influyen en estos patrones de tiempo. Todas las personas tienen un cronotipo. Algunas son diurnas, como las alondras: les gusta madrugar, trabajar durante el día y acostarse temprano. Otras son aves nocturnas, como los búhos, y prefieren la noche para sacarle mayor provecho al cerebro. En este caso lo que sucede es que la curva de activación del cerebro se corre de fase unas horas más.

Aunque muchos creen que el cronotipo es genético, hay otros expertos para quienes el ambiente también influye en este aspecto. Las investigaciones que ha realizado el grupo de Hederich demuestran que la población colombiana es mucho más diurna comparada con la europea, habituada a levantarse y acostarse más tarde. (Ver recuadro).

Lo que se pretende con el estudio del tiempo en la educación es conocer estos ritmos del cerebro para darles una base racional a la elaboración de los horarios en los colegios y evitar dejar este asunto a la costumbre o a la casualidad. No es que los niños sean malos para una u otra materia sino tal vez que las reciben a la hora menos apropiada.