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Nuevas drogas y cirugías muestran avances en la investigación del mal de Parkinson.

4 de enero de 1999

Los seguidores de Michael J. Fox se sorprendieron al enterarse de que a sus 37 años el actor padecía del mal de Parkinson. No era para menos. Esta es una de las enfermedades degenerativas del cerebro que más intriga a los científicos. Se sabe que cerca de un 10 por ciento de los casos responden a causas estrictamente genéticas (Parkinson familiar), pero la verdad es que siglo y medio después de que James Parkinson la descubriera los expertos aún no saben con certeza qué ocurre en el resto de los casos.
Por ahora solo está claro que el Parkinson es la muerte prematura de algunas células de la sustancia nigra, una región del cerebro que produce el neurotransmisor llamado dopamina. Esta pasa instrucciones entre los núcleos involucrados en el control motor. Sin ella los mensajes tardan en circular y frenan al enfermo. Se calcula que cuando el 60 por ciento de las células de esta región cerebral se han deteriorado en forma irreversible se presentan los primeros síntomas: movimientos lentos, rigidez, alteración de los reflejos posturales y temblor en reposo.
El Parkinson generalmente se presenta en personas de 50 años en adelante. En los casos precoces, como el de Fox, la evolución de la enfermedad es más complicada.
Pero no todo está perdido para Fox. En cuestión de 20 años la lista de medicamentos y técnicas quirúrgicas para controlar los síntomas se ha ampliado considerablemente. El medicamento más efectivo hasta el momento es la levodopa, un precursor de la dopamina. Algunas drogas más recientes buscan mejorar la efectividad de la levadopa, mientras que otras tienen como objetivo activar los receptores de este neurotransmisor.
Recientemente se han perfeccionado dos técnicas quirúrgicas que buscan reducir los síntomas de la enfermedad así como algunos efectos secundarios de la levodopa (ver recuadro).
Mientras se evalúan estos procedimientos la ciencia sigue explorando nuevas opciones que apuntan a generar una vía para que en el cerebro se vuelvan a regenerar los tejidos muertos o bien puedan ser reemplazados. Una de ellas es el trasplante de células cerebrales de fetos de cerdos o de humanos, pero los resultados son contradictorios. "Uno de los limitantes al uso de células de cerdo es el rechazo del trasplante. El problema con las células de embriones humanos es que existe toda una polémica ética y sus resultados no han sido tan benéficos como para justificar su uso continuado", afirma el doctor Anthony Nicholas, neurólogo de la Universidad de Alabama en Birmingham.
También se están intentando trasplantes con polímeros encapsulados que contienen precursores de la dopamina y en el futuro los neurólogos piensan que será posible hacer esto mismo, pero inyectando en el cerebro células programadas para que produzcan la dopamina faltante en él.
Mientras tanto, los investigadores siguen tratando de descifrar la razón por la cual estas células mueren prematuramente. Una de las hipótesis establece que, en algunos pacientes, el cerebro genera sustancias potencialmente letales para las células dopaminérgicas. Otras teorías comprobadas en laboratorio, como la 'apoptosis', señalan que tal vez existe una especie de muerte celular programada en la que el propio organismo automodificaría algunas moléculas vitales para el equilibrio de la vida celular, desencadenando el proceso que conduce a la enfermedad de Parkinson.
Si la investigación sigue al mismo ritmo que ahora, los médicos piensan que en menos de 20 años se sabrá qué causa este mal para así desarrollar una cura o un tratamiento más efectivo. Por el momento el asunto en el país está tan candente que incluso Colombia será la sede del próximo congreso mundial sobre Parkinson que se llevará a cabo en 2002.