TODOS AL DIVAN

Según nuevas tendencias en sicología, para lograr la solución de un problema individual hay que llevar a la terapia a la familia entera.

9 de noviembre de 1998

Cuando se habla de ir al sicólogo o al siquiatra la imagen que suele venir a la mente es la del individuo acostado en el diván que lentamente relata sus cuitas al terapeuta. Y, efectivamente, a lo largo de este siglo lasdiversas disciplinas de la sicología han insistido en la importancia de centrar la mirada en el individuo para solucionar los problemas de su siquis. La premisa era que mientras más íntimo y discreto fuera el encuentro entre paciente y terapeuta mejor irían las cosas. Pero en los últimos años ha aparecido una nueva terapia que, según sus gestores, puede llegar a ser incluso más efectiva que sus antecesoras. Es la terapia sistémica y se basa en que el paciente comparta su sesión con su familia o con aquellas personas con quienes se relaciona en su vida diaria.
Aunque para muchos es una locura, pues no hay nada más confidencial que una cita al sicólogo, la verdad es que esta nueva tendencia es ya muy popular en Europa y Estados Unidos. Su propuesta se basa en la teoría de que los problemas de las personas se crean en sus relaciones interpersonales y no en su interior. Por tal razón es necesario que el paciente se haga acompañar de las personas más cercanas a él, dependiendo del motivo de la consulta. "Lo que se mira es el sistema y no el individuo", explica Eduardo Villar Concha, médico sicoterapeuta y uno de los pioneros de este método en el país. Agrega que el concepto de sistema en este caso abarca mucho más que la familia. "Si vemos que es necesario, también la profesora, el jefe o la empleada del servicio pueden participar", añade.
Este método no siempre es fácil para el paciente y mucho menos para sus allegados, pues no está muy claro qué papel pueden desempeñar en una terapia que ellos no han pedido. En general existe un rechazo a cualquier tipo de intervenciones sicológicas y muchos declinan la invitación cuando se les pide que acudan. "Pero si el loco es mi hermano, no yo, es lo que generalmente dicen", afirma Villar Concha. "Sin embargo, si se les explica que para entender el problema del paciente es preciso mirar el entorno en el que se desenvuelve, muchos aceptan el reto", agrega. Si no es posible convencer a los familiares queda una última opción: que el mismo paciente asuma el papel de su hermano, de su madre o del personaje que se relacione con su terapia, como en una obra de teatro. "De pronto se le pide que pase a otra silla a hablar como el papá", explica Alvaro Pinilla, abogado y sicoterapeuta de familia. De cualquier forma si la familia falta de todas maneras recibe un reporte de cada sesión para hacer partícipe a sus miembros de lo que allí sucede.

Trapos al sol
Aunque en la terapia hay un paciente identificado, que es quien hace la consulta en un primer momento o quien aparentemente tiene mayores problemas, la terapia sistémica no busca encontrar cuerdos y locos en el sistema familiar. "Aquí no se enjuicia y no hay víctimas ni victimarios. No hay buenos ni malos y mucho menos culpables o inocentes", dice la sicoterapeuta Janet Samper. "Otros modelos terapéuticos hablan de que hay un malo que siempre es quien debe cambiar, pero aquí todos pueden ser como son", añade la especialista.
El concepto que se maneja es que todos interactúan creando un estilo de relación. Cuando el sistema no logra comunicarse en forma clara y eficiente se atasca y comienza a mostrar síntomas en sus diferentes miembros. Y aunque unos son los que muestran los síntomas, en realidad todos tienen que ver en la construcción de la problemática.

No tan nueva
La terapia sistémica nació en Europa en la segunda mitad del siglo. En esa época algunos especialistas, como el antropólogo Gregory Bateson, observaron que ciertos pacientes siquiátricos mejoraban considerablemente cuando eran aislados de su entorno familiar y que empeoraban cuando regresaban a sus hogares. Se dieron cuenta de que, aunque era probable tratar al individuo solo, la intervención de toda la familia podría ser mucho más eficaz para la mejoría de ese paciente. El antropólogo pensó entonces que era necesario ver cómo el funcionamiento del sistema producía malestar en el individuo, contrario a lo que sucedía en la época en que las terapias se dedicaban a ver al individuo solo.
Pese a que tiene muchas diferencias con las terapias tradicionales, Villar aclara que la sistémica no está en contra del sicoanálisis ni de otro tipo de terapias. "Yo pienso que es una alternativa, una manera diferente de ver las cosas que no excluye la importancia que tienen otras maneras de abordar al individuo". Aunque para algunos la terapia sistémica parece tener el mismo empaque de las grupales, la verdad es que son muy distintas. Mientras en la última las personas que se reúnen no están ligadas por ningún lazo, en la sistémica los actores son todos personajes que día a día interactúan. Además la dinámica de las sesiones es diferente. En la sistémica se da un espacio para que todos los actores hablen en forma respetuosa y tolerante sobre un determinado problema que los afecta. Allí, en un mismo momento, circula mucha información que al finalizar la sesión queda al servicio de todos. "Lo anterior en otras circunstancias sería muy difícil de lograr porque la gente no tiene tiempo o nunca encuentra la oportunidad de discutir sus problemas, necesidades o temores con quienes convive", dice Samper.
Pero no solo se trata de encontrar un espacio para hablar. También es importante el enfoque que el terapeuta le da al grupo y a su problemática. A diferencia del sicoanálisis, que escarba en los traumas de la niñez las raíces de los problemas actuales, la terapia sistémica se concentra en proyectar la persona hacia el futuro. "Por ejemplo, si el paciente es paranoico, tratamos de que vea esa condición desde un punto de vista positivo, como una persona alerta, perceptiva, y no como un enfermo que tiene que resignarse a ser paranoide", afirma Pinilla.
El tratamiento suele ser más breve que en otras terapias porque por lo general trabaja sobre temas muy concretos, como por ejemplo la mala relación de la madre con la hija, la timidez de una joven, las dificultades de comunicación entre una pareja, etc., cuyo promedio de tratamiento no supera las 10 intervenciones.

El metodo
La terapia sistémica utiliza con frecuencia la cámara de Gesell. El terapeuta se sienta con el grupo en un salón mientras un equipo interdisciplinario se encierra en una cámara desde la cual observa lo que pasa en la sesión. Esta cámara permite a los especialistas ver el grupo de dos formas diferentes, como parte y como observador. Los terapeutas aislados pueden observar situaciones que el que está con el grupo no logra captar. En ese sentido le puede indicar qué estrategias tomar o lo que debe tener en cuenta durante la sesión. En pocas palabras, es como mirar los toros desde la barrera. "La idea es que con estos distintos observadores el sistema pueda construir historias alternativas, distintas maneras de entender la problemática y diferentes soluciones a la misma", agrega Pinilla.
En algunos casos, como en los de los pacientes con problemas de alcoholismo o de siquiatría, o cuando es necesaria la intervención de un abogado, la terapia sistémica puede ser complementaria, es decir, como alguien ajeno a la familia pero clave en la toma de decisiones.
A pesar de que existe todavía mucho tabú alrededor de este tipo de terapias los expertos aseguran que no es tan dramático como lo pintan. Al fin y al cabo siempre es mejor sacarse los trapos al sol en una sesión controlada que al calor de unos tragos durante algún cumpleaños familiar.