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PSICOLOGÍA

Un truco simple para mejorar la memoria

Según la teoría, uno debe poner a prueba lo que ya ha aprendido para asegurar poder recordarlo.

Alianza BBC
30 de diciembre de 2014

Si le pidieran que se sentara un momento y se aprendiera una lista de números telefónicos de memoria, ¿cómo lo haría?

Por mucho que lo intente, hay altas probabilidades de que lo haga mal.

Una de las cosas interesantes de la mente es que aunque todos tengamos una, no conocemos la mejor manera de aprovecharla al máximo.

Esto es en parte causa de las dificultades que tenemos para reflexionar sobre nuestra forma de pensar, algo que se denomina metacognición.

El estudio de nuestros procesos mentales revela que la mente humana tiene puntos ciegos. Y un área en la que estos puntos están particularmente presentes es la del aprendizaje.

Somos especialmente malos a la hora de reflexionar sobre la mejor manera de aprender.

La mejor manera de aprender

Los investigadores Jeffrey Karpicke y Henry Roediger III se propusieron estudiar un aspecto en particular sobre nuestra forma de aprender: cómo las pruebas pueden consolidar nuestra memoria de los hechos.

En su experimento pidieron a estudiantes que memorizasen pares de palabras en inglés y swahili.

Por ejemplo, tendrían que aprender que si se les daba la palabra en swahili mashua, su correspondencia en inglés era boat (barco).

Podrían haber usado el tipo de preguntas que se emplean en un examen normal de secundaria, pero el uso del swahili implicaba que no podían apoyarse en el conocimiento ya adquirido.

Tras aprenderse todas las parejas de palabras, el examen se planeó para la semana siguiente.

La importancia de probarse

Si algunos de nosotros tuviésemos que aprendernos esta lista, lo que haríamos sería estudiarla, ponernos a prueba y después no pensar en los términos que pudimos memorizar. Esto acelera el estudio y hace que podamos enfocarnos en lo que todavía no aprendimos. Es un plan que parece perfectamente lógico, pero es desastroso si lo que queremos es aprender de manera correcta.

Karpicke y Roediger pidieron a los estudiantes que se preparasen para los exámenes de distintas maneras y compararon los resultados obtenidos.

Por ejemplo, a un grupo se le pidió que continuara poniéndose a prueba sin dejar a un lado las respuestas que eran correctas, mientras al otro se le dijo que podían dejar a un lado lo que ya sabían.

En el examen final las diferencias entre ambos grupos fueron enormes.

Mientras dejar de estudiar los términos aprendidos no tuvo mucho efecto, a aquellos que no siguieron comprobando si los recordaban les fue mucho peor que a los que sí lo hicieron.

Los que dejaron de ponerse a prueba sólo recordaron el 35 % de los términos, y los que siguieron haciéndolo consiguieron recordar el 80 % de las palabras.

Parecería que la mejor manera de recordar es practicar y recuperar los datos de la memoria, y no tratar de mantenerlos aislados para continuar con el estudio.

Además, olvidarse totalmente de las partes ya revisadas, como recomiendan algunos manuales de estudio, es totalmente incorrecto.

Puedes dejar de estudiarlas si ya te las aprendiste, pero debes seguir probando si las recuerdas si quieres acordarte de ellas cuando llegue el momento del temido examen final.

Guiarse por la evidencia

Por último, los investigadores preguntaron a los participantes cuánto recordarían de lo aprendido.

Los dos grupos consideraron que aprenderían el 50 % de los términos.

Esto fue mucho más de lo que esperaban los que no lo hicieron tan bien y bastante menos de lo que consiguieron los que mejor memorizaron.

La conclusión podría ser que tenemos una especie de punto ciego metacognitivo para el cual las estrategias de recuperación de la memoria podrían funcionar muy bien.

Estamos ante un escenario en el que, por lo tanto, tenemos que guiarnos más por las pruebas que por nuestro instinto.

Pero la evidencia esconde también una moraleja para los profesores: las pruebas no sólo sirven para ver si los alumnos saben algo, también les pueden ayudar a recordar.