Una mala jugada

En una insólita demanda, un ex jugador culpa al casino por los 25 millones de dólares que perdió en una mesa de blackjack

10 de mayo de 1993

QUIZAS EL NOMbre de Leonard Tose pase a los anales del juego como el hombre que más dinero ha perdido en una mesa de juego: 25 millones de dólares en 12 años. Pero de lo que no cabe duda es que quedará registrado como el peor enemigo que ha tenido la próspera industria del juego en los Estados Unidos.
Aunque siempre se ha dicho que las deudas de juego son sagradas, este ex jugador ha puesto a temblar a los casinos de Atlantic City y Las Vegas, al presentar una insólita demanda en la cual alega que el casino lo incitó a apostar millonarias sumas. Tose le echa la culpa de sus pérdidas al whisky que le ofrecían a rodos mientras estaba sentado ante la mesa de blackjack.
"Cada sorbo era impuesto", dice el ex jugador. "Ellos hacían cualquier cosa para seducirme a apostar".
Como su mejor cliente, el Sands -uno de los más famosos establecimientos de Atlantic City- no sólo le ofrecía a Leonard Tose todo el trago que quisiera por cuenta del casino, sino que además enviaba un helicóptero a recogerlo a su oficina, lo alojaba en la más lujosa suite de su hotel y le tenía lista su propia mesa de blackjack, donde cada noche lo esperaba una atractiva rubia con un trago servido en un vaso marcado con su nombre.
Ahora que el casino trata de cobrarle los millonarios vales que firmó en sus habituales largas noches de tahúr, Tose no sólo se niega a pagar sino que los culpa de su estrepitosa quiebra. Lo que este hombre de negocios arruinado aduce en su defensa es que el casino lo atendía de tal forma que lo único que él tenía que hacer era sentarse ante la mesa de blackjack y firmar millonarios vales. Leonard Tose por lo general jugaba siete manos al mismo tiempo, apostando 5.000 dólares en cada una. Algunas veces firmaba vales por 100 mil dólares cada cinco minutos.
"Después de seis o siete tragos ya no sabía lo que hacía. Todo lo que tenía que hacer era decir '50 ó 100 mil...' Eso no puede ser real".
Lo que sí es real son sus pérdidas, que han sido estimadas en más de 25 millones de dólares. En lA mesa de blackjack, Leonard Tose perdió no sólo toda su fortuna sino a su familia, sus dos hijas y su cuarta esposa lo abandonaron a causa de su compulsión por las apuestas. Hoy, arruinado y arrepentido, intenta que el casino le condone las deudas y para ello ha ido a la Corte.
Esta vez, sin embargo, la suerte estuvo de su lado. Mientras Tose trataba por todos los medios de eludir el cobro de los millonarios vales que tiene el casino, un juez de Nueva Jersey, Joseph E. Irenas, dictó una reglamentación que ha puesto a temblar los intereses de la industria del juego. Según el juez, los patrones que siguen los casinos inducen a los clientes a apostar mientras están "visible y obviamenTe intoxicados", lo cual los hace propensos a grandes pérdidas.
Ahora, Tose simplemente tiene que probar ante un jurado que estaba completamente borracho en por lo menos siete ocasiones en las cuales apostó más de un millón de dólares. El Sands, que admite ofrecer trago libre a los jugadores, niega que Tose estuviera bebido en esas oportunidades. "Esto es un claro intento para eludir el pago de las deudas", dice Jim Wise, vocero del casino. Leonard Tose espera, sin embargo, que su arguento lleve al juez a una nueva interpretación de la ley, que le permita ganar su demanda ante los tribunales. "Si usted es un jugador compulsivo y bebe, no tiene ninguna oportunidad", señala en su defensa.
El otrora próspero hombre de negocios de Nueva Jersey no ha vuelto a pisar un casino desde 1985, cuando se vio obligado a vender a su equipo de fútbol, las Aguilas de Filadelfia, por 65 millones de dólares, para pagar sus deudasde juego. Aunque Tose fue durante mucho tiempo un fuerte apostador en las carreras de caballos, sostiene que nunca mezcló las apuestas con el trago, hasta que descubrió los casinos de Atlantic City, en 1978. Lo cierto es que la demanda de Leonard Tose ha generado una gran polémica y ha estremecido los cimientos de los casinos norteamericanos que hoy intentan demostrar ante los tribunales que su negocio no es un juego.