Una voz de aliento
La Universidad Nacional desarrolló un programa radial para prestar ayuda sicológica a las víctimas en caso de desastre natural.
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En el momento del terremoto me encontraba trabajando en el sexto piso del edificio. Yo ya estaba para salir cuando de pronto sentí un ruido horrible. Todo se movía, todo se sacudía, se caían losvidrios, todo lo que había por ahí se caía. Yo no escuchaba nada. No pensaba sino en mi familia, oía gritos, empecé a correr, veía heridos por todos lados y yo no sabía lo que estaba pasando, lo único que quería era llegar a mi casa".
La voz de este hombre suena entrecortada y la desesperación con la que habla hace fácil suponer el estado alterado en el que se encuentra. No es para menos. El forma parte de los miles de damnificados que el 25 de enero de 1999 perdieron todo lo que tenían como consecuencia del terremoto que azotó la zona cafetera.
Pero su voz no es un simple lamento predestinado a perderse como un susurro en una calle solitaria o un quejido que se ahoga en la barra de un bar.
Su testimonio, junto a los de decenas de personas más, hace parte de un novedoso proyecto radial de la Universidad Nacional con el que se pretende prestar ayuda sicosocial a las personas que han sido víctimas de un desastre natural.
La iniciativa surgió meses después de ocurrido el terremoto, cuando una estudiante que venía de la zona afectada se acercó a las oficinas del Servicio de Atención Sicológica de la Universidad y le manifestó a la terapeuta Myriam Rodríguez su preocupación por la terrible crisis emocional por la que estaban atravesando los sobrevivientes del sismo ante la pérdida de sus seres queridos y de sus bienes materiales. La imagen de gente estresada, triste, deprimida, ansiosa y angustiada motivó a Myriam y a sus colaboradores, Ivonne Páez y Mauricio Gallego, a diseñar una terapia que les permitiera a estas personas recuperar su estabilidad emocional y afectiva.
La importancia de atacar ese frente era crucial pues, como suele suceder en la mayoría de las tragedias naturales, las autoridades y los diferentes organismos humanitarios dan respuesta a las necesidades básicas de alimentación, techo y atención médica a los heridos, pero una vez superada la etapa de emergencia los organismos se retiran para atender nuevas crisis y los afectados deben comenzar a reconstruir su vida desde cero en un panorama que a todas luces es desalentador.
De un momento a otro miles de familias se quedaron en la calle, perdieron a sus seres queridos, se quedaron sin hogar, sin comida, sin abrigo y sin dinero. "Después de la tragedia casi no podía conciliar el sueño. Hacíamos turnos con mi esposa para cuidar a nuestros niños y las pocas cosas que nos quedaron. Ahora me sobresalto con el menor ruido, camino de arriba a abajo, no me dan ganas de hablar con nadie, todo el tiempo no hago sino temer que de un momento a otro vuelva a presentarse un nuevo temblor".
Dramas como el de este hombre merecían la atención especializada de un sicólogo y, entonces, Myriam recordó esos consultorios radiales en los que los pacientes llamaban y hacían consultas al aire en busca de una asesoría. Se ha demostrado que en estos casos la radio es el medio más eficaz para llegarle a la gente en crisis pues la televisión, al emplear imágenes crudas y desgarradoras, genera rechazo en la víctima, que se siente más vulnerable al ver estas escenas.
Con esta idea se fue para la emisora de la Universidad y allí se puso en contacto con Olga Marín y Edgar Guasca, quienes se interesaron en el proyecto y se pusieron en la tarea de transformar la terapia de estrés postraumático en un programa radial que pudiera ser emitido en las zonas afectadas por el desastre.
Con el apoyo de la Cruz Roja Colombiana y la Cruz Roja Japonesa un grupo de sicólogos y comunicadores sociales se trasladaron al Eje Cafetero para realizar una investigación de campo que les permitiera identificar los principales problemas emocionales de los sobrevivientes. Para ese entonces ya habían transcurrido nueve meses desde la tragedia y durante ese tiempo muchas personas habían guardado silencio sobre lo ocurrido.
Sentimientos de culpa, remordimiento, rabia, miedo, depresión, alcoholismo, peleas maritales e inclinaciones suicidas fueron algunos de los problemas que los especialistas descubrieron en su visita. Con este material los investigadores regresaron a Bogotá y durante un año trabajaron escribiendo libretos, en los cuales mezclan los testimonios de los sobrevivientes con sesiones terapéuticas, en las que se le explica al paciente qué es lo que le está pasando, por qué se siente de esa manera y cuál es la mejor forma de superar la crisis.
La serie, llamada Después de la tragedia, consta de 12 capítulos con estructura de radiodrama y efectos especiales en los que se abordan temas como la confusión, la tristeza, la culpa, el control de pensamientos, la negación, la ira y el duelo, entre otros. Para darle un carácter más universal a la obra los testimonios abarcan todo tipo de tragedias, como inundaciones, huracanes, incendios, deslizamientos o avalanchas.
Aunque los sobrevivientes del Eje Cafetero no alcanzaron a ver el resultado de la investigación su historia ha servido para ayudar a otras personas, como ocurrió en enero de 2001 cuando el programa fue enviado a El Salvador para asistir a los damnificados del terremoto. La serie fue trasmitida por Radio Nacional de El Salvador y el éxito fue rotundo. Incluso en las zonas más alejadas se movilizaron carros con megáfonos para que los habitantes escucharan los programas y se organizaran en grupos de terapia.
En un país con tanto sufrimiento Myriam y sus compañeros tienen ahora un nuevo reto, pues quieren producir una serie de ayuda para los familiares de los desaparecidos y en un futuro ampliarla a las víctimas del secuestro y la violencia. Una prueba más de que la esperanza sobrevive a la tragedia.