alcoholismo

Víctimas anónimas

Los familiares de un alcohólico pueden desarrollar una situación llamada codependencia. Antes que tratar de sacarlo a toda costa del problema deben aprender a distanciarse y ponerle límites

22 de septiembre de 2003

Nelly es la esposa de un alcohólico. Durante años ha tratado de enseñarle de una y otra forma a Mauricio, su esposo, que el trago desestabiliza su hogar y que debe moderar su consumo para darbuen ejemplo a sus hijos. Pero todo ha sido en vano y por eso últimamente decidió aplicar unas medidas desesperadas, como dejar de salir a cine y teatro y quedarse en casa vigilándolo para evitar que tome solo. En otra ocasión quiso acompañarlo a los bares y tomar a la par con él a pesar de que el plan le parecía de lo peor. Hace poco desocupó en el sifón del lavaplatos todas las botellas de vino de la alacena para que cuando él llegara no tuviera nada qué beber. Pero en un momento de descuido su marido se le escapó y se fue a tomar a un bar de la calle. Ella, sumida en la frustración y la rabia, se puso a llorar porque sintió que sus esfuerzos por ayudarlo han sido inútiles. Aunque cualquiera pensaría que Mauricio es un caso patológico la verdad es que Nelly también está enferma. Su problema: ser codependiente de un alcohólico.

Hasta hace poco se creía que los alcohólicos eran los únicos que debían someterse a tratamiento pero desde 1991, cuando los sicólogos descubrieron ciertas características similares entre las esposas de estos individuos, se dieron cuenta de que ambos pueden estar neurotizados por la situación. Aunque no tienen problemas de alcohol ni de otras sustancias adictivas sufren mucho con el problema del otro. Por lo general son mujeres pues la mayor parte de los alcohólicos son hombres, pero también pueden ser madres de hijos con adicciones u otro miembro de la familia muy cercano a la persona enferma. Se identifican porque se sienten frustradas y deprimidas de manera permanente y son hostiles con su pareja y las demás personas que las rodean. Se posicionan en el papel de víctimas porque creen que el borrachín de la casa es el causante de sus desgracias. La contradicción es que en muy raras ocasiones estas personas los abandonan. "En la mayoría de llamadas que recibimos se escucha decir a las madres que sus hijos drogadictos arruinaron sus vidas pero muy pocas dicen haber sido capaces de ponerles límites", dice la sicóloga Mónica Pérez.

Es frecuente que este perfil pase inadvertido o se confunda con otros problemas. Pero un reciente estudio realizado entre 300 personas por los sicólogos Augusto Pérez y Diana Delgado, de la fundación Nuevos Rumbos, señaló que entre las características más distintivas de estos individuos está la tendencia a evitar los conflictos, a vivir en función de los demás y a sufrir depresión. El estudio, hecho entre voluntarios colombianos y publicado en la revista Sicothema, de España, también mostró que tienen baja autoestima y mienten para proteger a las personas que quieren. "Hay una inclinación marcada por controlar el comportamiento de su marido o su hijo para 'ayudarlo", dice Pérez.

Sin embargo no hay energía peor invertida que esa. Lo cierto es que los alcohólicos no sienten la necesidad de ese control y se molestan con las cantaletas, insultos y las explosiones de rabia de estas personas. "El codependiente, por hacerse el redentor, termina crucificado", dice el siquiatra José Posada. La situación genera un círculo vicioso en el que ambos perciben que su problema se debe al otro. Y como no se puede obligar al alcohólico a someterse a un tratamiento es el codependiente quien debe buscar ayuda. La terapia debe enfocarse hacia un aumento de su autoestima para mostrarle que la razón de su vida no depende de los buenos resultados del otro sino de los propios. "Es vivir y dejar vivir", dice Mónica. Es enseñarle a responsabilizarse de su propia existencia y tomar un poco de distancia de la persona enferma. Pues su vida no tiene que ver con los problemas del alcohólico y haga lo que haga sus esfuerzos no marcarán ninguna diferencia en el consumo de la persona adicta.

En muchas ocasiones esta recuperación del amor propio propicia la imposición de límites al alcohólico, algo que en ocasiones resulta difícil porque el codependiente lo confunde con el desamor. La idea es tener seguridad sobre el cariño que existe pero también claridad sobre el sufrimiento que causa el alcoholismo y la necesidad de no soportarlo más. Por eso dentro de esos límites también se contempla el divorcio. "La persona debe estar en capacidad de decidir qué está dispuesta a soportar y qué no, sin ninguna culpa", dice Pérez.

Un tratamiento adecuado es importante porque puede evitar que los hijos reproduzcan este modelo cuando crezcan. Además, si no se ha hecho un buen trabajo, es muy posible que la persona con estas características siga buscando en forma inconsciente a otras en situaciones similares para salvarla y poderse sentir como un héroe.



Una epidemia

en aumento

Los expertos opinan que la principal sustancia adictiva en el mundo es el alcohol. Como consecuencia, es la que más efectos tiene no sólo en la salud sino también en la sociedad y la familia. Antes se consideraba que la puerta de entrada a otras drogas más fuertes, como la heroína y la cocaína, era el tabaco, pero los expertos hoy sugieren que es el trago. La gran preocupación es que el consumo ha aumentado entre los jóvenes, quienes cada vez lo inician más temprano, alrededor de los 12 años. Una encuesta realizada en 2001 con más de 190.000 individuos entre 10 y 24 años señala que 83 por ciento ha consumido alcohol alguna vez. La encuesta advierte que la edad de mayor consumo está entre 17 y 25 años. También preocupa que el consumo y el alcoholismo entre las mujeres va en aumento. Todo esto no sería tan grave si no fuera porque uno de los principales motivos de consumo es el ejemplo. "Los papás tienen la costumbre de decirles a sus hijos 'moje el dedo en el whisky' y se lo dan a probar desde muy temprano en la vida", dice Posada. Esto luego se refuerza con la publicidad que estimula la necesidad del consumo.

Otro problema es que hay licores a precios muy asequibles para el bolsillo de los jóvenes. Un estudio de la Organización Mundial de Salud (OMS) indica que si se aumenta 10 por ciento el valor del licor disminuiría el consumo en 10 por ciento para los jóvenes y en 4 por ciento para los adultos.

El hecho de ser legal ha influido en las pocas campañas preventivas como, por ejemplo, en la que se debe hacer con madres embarazadas. Tan sólo media copa de licor puede generar un riesgo alto del síndrome alcohólico fetal, el cual implica deformidades en la cara y retardo mental. "Ni el público ni los médicos saben que una gota de alcohol es muy nociva para el feto", comenta Posada.

El tratamiento para el alcoholismo es posible siempre y cuando el afectado lo consienta. Se estima que uno de los más exitosos es Alcohólicos Anónimos, que han organizado grupos como Al-anon, exclusivos para los familiares del enfermo. Y aunque no se trata de satanizar el trago, pues nadie duda que el licor es un estimulante que no cae mal de vez en cuando y que incluso ha demostrado tener beneficios para la salud, es importante recalcar que su consumo debe ser moderado.

Vea el informe 'La coodependencia en familias de consumidores y no consumidores de drogas: estado del arte y construcción de un instrumento' en la página web de la Fundación Nuevos Rumbos