ESPECIAL

A votar desde más jóvenes

El Partido Verde presentó en el Congreso un proyecto de ley que disminuye a 16 años la edad requerida para votar.

Antanas Mockus
31 de agosto de 2010

Lo contó una niña de diez años. Antes de la segunda vuelta en un salón de colegio un niño se da cuenta de que el profesor ha abandonado el salón. El niño cierra la puerta e invita a todo el curso: “Votemos”. Y votan.

Como esta hay miles de anécdotas que atestiguan el deseo de participar que rodeó la ola verde. Estamos ante un claro avance en el desarrollo de uno de los derechos de los niños, el más esquivo: el derecho a participar. Un avance que ya tiene consecuencias en varios planos.

Según centenares de miles de testimonios en las redes sociales, jóvenes que no podían votar anunciaron que estaban persuadiendo a sus padres a favor de la opción electoral verde. Muchos compartieron la alegría de haberlos convencido.

Explíquele usted a uno de estos niños o jóvenes por qué tienen que esperar hasta los 18, por qué no pueden votar desde los 16.

Ya fue presentado en el Congreso (por Jorge Londoño, senador y copresidente del Partido Verde) un proyecto de ley que disminuye a 16 años la edad requerida para votar.

En las decisiones electorales intervienen intereses, razones y emociones. Se supone que el joven es más proclive a dejarse llevar por las emociones, que su relación con los intereses puede ser muy inmediatista, que los argumentos racionales pueden quedar silenciados ante las opiniones del grupo o ante la moda. Pero, precisamente, al ejercer la participación es cuando se forma en el joven la capacidad de juzgar y de argumentar. Los colegios que forman en cultura democrática preparan a sus alumnos en prácticas bastante más sofisticadas que las del adulto promedio. La elección en los colegios de representantes de curso y personeros, las experiencias de gobierno escolar y las vivencias en ambientes democráticos preparan a niños y jóvenes para ser ciudadanos democráticos en ‘condiciones reales’.

En la pasada campaña electoral se constató que muchos niños y jóvenes se tomaban en serio -más que muchos adultos- los debates, la búsqueda de información adicional y la defensa de sus posiciones con argumentos.

Los niños pueden tener cuenta bancaria a los 7 años. Pueden conducir un carro desde los 16. Tienen responsabilidad penal desde los 14 y mucho antes de los 18 pueden acudir a la emancipación voluntaria para manejar de manera autónoma bienes y negocios y representarse judicialmente. ¿Qué esperan para movilizarse y pedir el derecho al voto?

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Otras formas de decir ¡No Más!

Los jóvenes vivieron invisibles a los ojos de sus sociedades. Durante mucho tiempo se consideraron mero tránsito de la niñez a la adultez o, en el mejor de los casos, como la edad de la aventura y la inestabilidad.

Solo en Occidente, en el siglo XVIII, aparecen como imagen del romanticismo. En el siglo XIX, gracias a la industrialización y urbanización de las sociedades, la tendencia de los jóvenes a asociarse se incrementa y como una efervescencia de los tiempos modernos los jóvenes se anuncian como futuro.

Llegados al siglo XX los horrores de las guerras mundiales marcan el destino de una generación perdida en medio de las luchas globales por el poder. Como respuesta se dinamiza la metáfora de la juventud como cuerpo social, así como los obreros y los proletarios del siglo XIX. Las marchas, la generación Beat, los hippies, Mayo del 68, en fin, íconos de un momento eufórico de utopías y de alternativas.

Llegarían las décadas de los 80 y 90 para los jóvenes colombianos, con una historia de guerra y sangre que también los obligaría a salir a las calles y decir ¡No Más! Era le época del narcotráfico, del genocidio de la Unión Patriótica, de los asesinatos a dirigentes como Luis Carlos Galán, entre otras acciones que amenazaban no solo el presente sino el futuro del país.