Vladdo encontró que, como con todos los productos Apple, la experiencia fue única desde el momento de abrir la caja. Le halló grandes virtudes, pero también algunas carencias.

TESTIMONIO

Yo y mi iPad

El caricaturista Vladdo cuenta su experiencia con el más novedoso invento de Steve Jobs. Luego de ser un escéptico, se dejó conquistar.

30 de octubre de 2010

Por primera vez en mucho tiempo, el anuncio que hizo Steve Jobs del iPad, a finales de enero pasado, no despertó en mí el entusiasmo de otras épocas. La falta de puertos USB sumada a la imposibilidad de conectarla a una impresora hacían que la nueva tableta de Apple se quedara corta en desempeño y funcionalidad, motivo por el cual no serviría para reemplazar mi MacBook Pro, sino que, por el contrario, iba a representar un peso adicional en mi maletín.

Unos meses después, cuando el iPad salió al mercado en Estados Unidos, seguí inamovible en mi posición. Desde un comienzo esperaba que este, o cualquier aparato que hiciera sus veces, me diera mayor libertad y me ofreciera la posibilidad de trabajar sin necesidad de llevar conmigo un pesado e incómodo portátil, sobre todo en los aviones. En las semanas y meses subsiguientes entré a las tiendas de Apple en algunas ciudades de Estados Unidos y Europa y, para sorpresa mía, fui capaz de resistirme a la seducción de su inigualable diseño.

No obstante, hace poco más de un mes, cuando el iPad fue lanzado en Colombia, llegó a mis manos uno que la tienda Mac Center me dio de cortesía, gesto que me tomó por sorpresa, puesto que mis críticas al famoso juguete ya eran de público conocimiento. Y como a caballo regalado no se le mira el colmillo, resolví aceptar el reto de dejarme conquistar.

A esas alturas del partido, yo tenía claro que el iPad era demasiado grande como para reemplazar un iPod y muy limitado para ocupar el lugar de un laptop. Así que asumí que se trataba de un aparato más que llegaba a mi vida y a mi equipaje tecnológico, y con el cual tendría que lidiar a partir de ese momento. Con esa salvedad, decidí hacerle caso a Steve Jobs, quien en enero había insistido en que se trataba de un gadget para entretenerse, no para trabajar.

Al igual que con todos los productos de Apple, la experiencia fue única desde el momento mismo de abrir la caja. La sincronización con el computador, para pasarle videos, fotos y canciones, fue muy sencilla. Sin duda, este es el fuerte del iPad: no hay un aparato con el cual el tacto, la vista y el oído se puedan deleitar más. La navegación con los dedos es incomparable, las imágenes adquieren una nitidez impresionante y el sonido es de excelente calidad.

Aunque la pantalla brilla más de la cuenta, otro punto fuerte de este dispositivo es la lectura de documentos, bien sean páginas web directamente, archivos en PDF o libros electrónicos. De lejos, son las empresas periodísticas las que más están aprovechando las capacidades del iPad, ya que aquí pueden combinar lo mejor de su contenido convencional con lo mejor de su contenido interactivo (videos, fotos, gráficas y animaciones); todo envuelto en dinámicas interfaces que hacen más interesante y amena su consulta.

Pese a las limitaciones antes señaladas, para un consumidor promedio el iPad cumple las mismas funciones que un portátil, pues permite redactar documentos, trabajar con hojas de cálculo, armar presentaciones, navegar casi sin inconvenientes por Internet y enviar y recibir mensajes (la configuración del correo es sencillísima). Además, aplicaciones como YouTube, Twitter, Facebook o MSN Messenger funcionan aquí sin contratiempos, excepto por la ausencia de la cámara, otra de las fallas que yo no le perdono a este aparato.

En resumen, si en vez del portátil quiere llevar un aparato más liviano y menos voluminoso (sí, también menos potente), si puede hacer su trabajo con una suite estilo Office, y además le gusta dibujar con los dedos sin manchárselos, el iPad es una buena opción. Yo sé por qué se lo digo.