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Adiós a una obsesión

Un reciente estudio encontró que no existe relación entre la dieta baja en grasa y el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.

11 de febrero de 2006

En la película El dormilón, una sátira futurista de la sociedad contemporánea, Woody Allen se burla de la obsesión por las dietas, cuando en una escena se plantea que los científicos del año 2173 tienen muy claro que los alimentos con alto contenido de grasas y carbohidratos son muy buenos para la salud.

La comedia, filmada en 1973, pudo haber sido una premoción de lo que está sucediendo hoy. Un estudio publicado la semana pasada en la revista de la Asociación Médica Estadounidense (Jama, por su sigla en inglés) encontró que la dieta baja en grasa no reduce el riesgo de desarrollar cáncer de seno o de colon, ni previene los infartos ni otras enfermedades del corazón, como muchas hipótesis sostenían.

La investigación estudió durante ocho años a alrededor de 49.000 mujeres entre los 50 y los 70 años. A un grupo de ellas, aproximadamente a 19.500, se les pidió que mantuvieran una dieta baja en todas las grasas y rica en fruta y vegetales, mientras que al resto se les dio la libertad de comer lo que quisieran. Al final, no hubo una diferencia significativa en la incidencia de estas enfermedades en ambos grupos.

El trabajo cayó como un baldado de agua fría para los que seguían al pie de la letra la recomendación, aunque al mismo tiempo sintieron que ahora tenían una licencia para dejarse tentar por la grasa. Pero la verdadera polémica se suscitó entre la comunidad médica, hoy dividida por la investigación. En un lado están los especialistas que consideran que la dieta no lo es todo en materia de prevención y que no hay suficiente evidencia para recomendarles a las personas que adopten un régimen alimenticio bajo en grasa para prevenir estas enfermedades. En la otra orilla se encuentran los que están convencidos de que la dieta baja en grasa sí hace una diferencia enorme para mantener ciertas enfermedades a raya.

Las críticas de estos últimos se han concentrado en la metodología de la investigación. Dicen que la dieta no era realmente alta en frutas y verduras y que se requería de más tiempo para ver sus efectos en la prevención de enfermedades. También argumentaron que los niveles de sal no disminuyeron y que muchas de las mujeres tenían sobrepeso o estaban obesas, condiciones que fomentaban la presencia de enfermedades.

También criticaron que no se hubiera diferenciado entre los distintos grupos de grasa. Como se sabe, algunas de ellas, como las grasas trans, son consideradas malas para la salud. Pero otras, como las que se encuentran en pescados y aceites vegetales, tienen beneficios para la organismo. En el estudio, todas las mujeres tuvieron que reducir el consumo en todas las grasas.

Otros saltaron en defensa del estudio, tras argumentar que es un trabajo bien diseñado y que por su costo y duración debe ser considerado como uno de los más ambiciosos que se hayan hecho sobre el tema hasta el momento. Por eso piensan que sus resultados se deben tener en cuenta e incluso como la última palabra en la materia. "El estudio es importante porque es un examen directo y detallado sobre este asunto", dijo a SEMANA Jules Hirsch, un experto en el tema de la Universidad Rockefeller, en Nueva York. "Los datos son claros. No hay un incremento en la incidencia de cáncer de colon ni de enfermedad coronaria (con la dieta baja en grasa)".

En medio de estos dos extremos ha surgido una posición intermedia, la de los expertos que, a pesar de los resultados, sugieren seguir teniendo una dieta balanceada y baja en grasa, pues dicha recomendación muy seguramente no va a empeorar la salud de nadie. "Tiene sentido tratar de mantenerse delgado", dice Hirsch. Él y otros aconsejan ceñirse a las guías alimenticias establecidas, lo cual incluiría consumir granos, frutas y verduras, y menos grasas saturadas y trans. Según los expertos, la gente también debe contemplar hacer ejercicio y procurar mantenerse en el peso ideal.

La relación entre dieta y enfermedad ha sido una hipótesis que ha interesado a muchos investigadores. En la mayoría de estudios esta conexión ha resultado ser indirecta. Y ha sido aun más difícil probar que un hábito alimenticio puede producir una enfermedad crónica. Hace unos años, por ejemplo, llamó la atención un amplio estudio en el que se demostraba que consumir alimentos ricos en fibra no protegía contra el cáncer de colon, como lo sugerían algunas evidencias preliminares.

Por eso, en el fondo lo que se demuestra con el estudio es que la dieta no es suficiente para mantenerse sano ni se les puede echar la culpa de las enfermedades a la alimentación. El estudio tambien sugiere que "debemos hacer evaluaciones científicas adecudas antes de hacer recomendaciones", asegura Hirsch. Tal vez la lección más dolorosa sea tener que reconocer que las enfermedades muchas veces suceden no por uno, sino por diferentes factores, como los genéticos, y por ello, para prevenirlas, hay que enfocarse no sólo en la dieta, sino en el ejercicio, el cigarrillo, la vida sedentaria, y que la grasa no sería el único villano. n