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La resistencia de las bacterias a los antibióticos y las malas condiciones ambientales aumentan el riesgo de contraer pulmonía.

19 de diciembre de 1988


Se trata de una enfermedad traicionera. Aunque sus síntomas a veces pasan inadvertidos, la pulmonía cobra cada vez más víctimas, no solamente entre la población más susceptible, esto es, la mayor de 60 años, sino entre los jóvenes.

Entre los factores que se mencionan para el incremento del número de víctimas de la pulmonía se afirma que cada vez son más las bacterias que se vuelven resistentes a los antibióticos comunes. Pero también se le echa la culpa al deterioro ambiental de las ciudades, donde la polución hace que los pulmones sean más susceptibles al ataque de los microbios.

Para empeorar las cosas, un factor que se menciona con creciente insistencia es la actitud complaciente tanto de los enfermos como de médicos que, ante el gran número de casos de gripe severa que se presentan por esta época, no diferencian sus síntomas de los de una peligrosa pulmonía.

Esta enfermedad es una inflamación del tejido pulmonar causada, en la mayoría de los casos, por una infección. Cuando todo es normal, los pulmones están en un medio estéril, protegidos tras un contingente de defensas. Solamente cuando esas defensas son derrotadas, o cuando se encuentran bajas de forma, los agentes de la enfermedad pueden entrar al tracto respiratorio y alojarse en los pulmones. Aunque suene raro, la temporada invernal, con sus fríos extremos y su lluvia constante, no tiene ninguna responsabilidad en la enfermedad y ni siquiera incrementa los riesgos de atrapar un resfriado.

La pulmonía puede ser causada por bacterias, virus, hongos u organismos parecidos a bacterias llamados Mycoplasmas. La pulmonía bacterial que es la que se presenta con mayor frecuencia en las personas de mayor edad, es causada por organismos que viven normalmente en la boca y la laringe de la persona, pero que consiguen superar las defensas naturales e invadir los pulmones. Se trata del tipo de pulmonía que se presenta con mayor frecuencia como complicación de una gripe.

Con creciente preocupación los médicos señalan que el uso inapropiado de antibióticos puede producir un tipo de pulmonía especialmente difícil de tratar. El caso se presenta, por ejemplo, cuando se administran antibióticos sin consultar al médico para tratar una infección viral como la influenza o la gripe común.

Los Mycoplasmas son la causa principal de una forma de pulmonía suave o ambulatoria que afecta principalmente a los adultos, jóvenes y a los niños. Pero los virus, poco frecuentes en los adultos, son la causa más común de la pulmonía entre los niños. Tanto los unos como los otros se transmiten de persona a persona por varios medios. Uno es a través de pequeñísimas gotas que viajan por el aire. Los demás pueden ser mediante las manos contaminadas del enfermo o sus objetos de uso personal. Ese tipo de pulmonía puede pasar lentamente de un miembro a otro de una familia, hasta afectarlos a todos. .

Otra bacteria que se adquiere en el ambiente es la Legionella, que según los expertos es la responsable de una cuarta parte de todos los casos que se presentan. Se moviliza a través del aire contaminado, por ejemplo por medio del sistema de aire acondicionado de un edificio.

En contraste, la pulmonía causada por hongos es rara. Se presenta principalmente en sitios donde la contaminación ambiental ha llegado a extremos. Pero una de las formas de pulmonía más peligrosas no tiene nada que ver con la contaminación. Se trata de la pulmonía causada por el mismo virus de la influenza. Lo peor es que ataca con mayor frecuencia a las personas que tienen algún tipo de desorden cardiaco o pulmonar y a las mujeres embarazadas. El riesgo de desarrollar este tipo de pulmonía o de la pulmonía bacterial llamada neumococica, es la razón principal para que muchos médicos recomienden a ciertos pacientes que se vacunen anualmente contra la gripe. Los mayores candidatos para este tipo de precaución son los mayores de 65 años.

Los síntomas de la neumonía no son fáciles de reconocer para quienes no son médicos. Se trata de tos, fiebre, pero sobre todo de un dolor fuerte cada vez que se tose o se respira profundo. En algunos casos el paciente respira con un ritmo ligeramente más rápido de lo normal.

Lo que los médicos hacen generalmente es preguntar al paciente sobre las enfermedades que puedan haber precedido inmediatamente a la actual condición y la presencia de síntomas similares. Además, examinan el pecho del paciente con el estetoscopio para ver si hay síntomas de congestión pulmonar. En condiciones ideales, una muestra de sangre es analizada para detallar si se presenta un incremento en los glóbulos blancos que son parte de las defensas inmunológicas del organismo, o para detectar la presencia de agentes infecciosos que puedan haber invadido la sangre. Con frecuencia el médico también le pide al paciente que tosa fuertemente, con la esperanza de obtener un esputo que pueda ser examinado en el laboratorio. Por último, unas radiografías de los pulmones del paciente son una prevención adicional.

Todas esas precauciones son reemplazadas casi siempre, sin embargo por la experiencia y los conocimientos del médico, que puede descubrir la presencia de la pulmonía con los meros síntomas externos y, sobre todo con su ojo clínico.

En efecto, la pulmonía con frecuencia no se presenta en su forma clásica. En ocasiones, por ejemplo no es posible detectar que el paciente tiene los pulmones congestionados ni con la ayuda de los rayos X, por la sencilla razón de que se encuentra deshidratado. El estetoscopio a veces no revela nada anormal y hasta el esputo, que es difícil de obtener y analizar apropiadamente, puede resultar también engañoso.

Pero sobre todo, en opinión de varios facultativos consultados por SEMANA, a veces resulta poco prudente esperar a que se produzcan los resultados del laboratorio para comenzar el tratamiento con antibióticos. Para los síntomas molestos, como la tos, muchos médicos prefieren dejarla desarrollar normalmente, sin medicación, a no ser que se trate de una situación extrema, que produzca dolores intensos. El descanso en cama es casi siempre recomendado, pero no es absolutamente indispensable. Y sobre todo, los médicos insisten en que los pacientes se tomen toda la dosis de antibióticos prescrita. Se quejan de que con demasiada frecuencia los enfermos se sienten tan bien tras unas cuantas dosis, que se creen curados y abandonan el tratamiento. Es entonces cuando los médicos reciben una de las llamadas que más les quitan tiempo: "Doctor, me dio una recaída".--

Las defensas del cuerpo contra la pulmonía

La primera línea de defensa es la epiglotis, un tejido que cubre la traquea. Para permitir respirar se abre, pero se cierra alternativamente para evitar que los organismos que viven en la boca y la garganta entren al tracto respiratorio bajo. Pero si los reflejos se han deteriorado, puede permanecer abierta.

Si un microbio pasa la barrera de la epiglotis, generalmente es atrapado por la mucosa que cubre la traquea y los bronquios.
Unos delgados pelillos, llamados cilios, barren el material mucoso contaminado en dirección a la boca.

Para expeler las bacterias, el organismo dispara el músculo diafragma para toser.
La polución, el fumar y las infecciones virales, entre otras cosas, pueden obstaculizar este proceso.

Los agentes infecciosos que alcanzan los alvéolos son atacados por los macrófagos, las células cazadoras del sistema inmunológico. Luego de devorar los organismos, los macrófagos son expulsados por el sistema linfático.