trasplante

Cosecha celular

Un grupo de médicos caleños ha convertido el trasplante de células madre en una esperanza de vida para pacientes con cáncer en la sangre y linfomas.

30 de julio de 2005

El primer médico que vio la radiografía del tórax de Claudia Lozano no podía creerlo: "Sólo se veía el pulmón derecho, el izquierdo era una mancha oscura", recuerda esta joven caleña que desde hace dos años le gana la batalla al cáncer. Ese mismo día, alarmado por el inusual resultado de la primera radiografía, el médico de turno decidió internarla de emergencia y ordenarle una escanografía. Dos días después, a Claudia, de 17 años, le diagnosticaron un tipo de cáncer bastante extraño y con alta mortalidad, conocido como linfoma de Hodgkin: una masa maligna que se aloja entre el corazón y el pulmón. "Yo no entendía la gravedad de lo que tenía. Uno piensa que eso sólo les pasa a los demás. Mi vida se volvió lenta y tediosa. Tuve seis ciclos de quimioterapia por espacio de un año. Permanecía más tiempo en la clínica que en el colegio", relata Claudia, mientras le sacan sangre para uno de sus periódicos controles. Pero el cáncer fue más resistente y al final del primer año de tratamiento no había desaparecido. Peor aun, le hizo metástasis al otro pulmón. Los médicos prácticamente la habían desahuciado. Aun así, Claudia y su familia se resistían a perder la esperanza. Por eso consintieron en que el equipo de trasplante de médula ósea del Centro Médico Imbanaco le hiciera unos estudios para definir un posible tratamiento alterno. Después de algunas biopsias y complejas pruebas de laboratorio, el equipo la clasificó como candidata a un trasplante autólogo de células madre, es decir, de selección y reimplante de sus propias células una vez desalojadas las células del cáncer. El trasplante comienza con intensas sesiones de quimioterapia, que dejan el cuerpo del paciente sin rastro de la enfermedad, pero bastante debilitado y expuesto. Posteriormente, en un proceso complejo soportado por alta tecnología, se estimula la médula ósea para que produzca un mayor volumen de células madre. Éstas son extraídas del torrente sanguíneo y llevadas al laboratorio, donde se las cosecha, procedimiento llamado aféresis, para ser inyectadas de nuevo en la misma médula de Claudia. "Aunque lesiona la médula, es factible recuperarla con el trasplante de las propias células progenitoras, logrando aumentar las posibilidades de curación en un mayor porcentaje que la quimioterapia convencional", señala Álvaro Guerrero, oncólogo de Imbanaco. La última parte del trasplante es un procedimiento dispendioso mediante el cual se le transfirieren al paciente un promedio de 120 millones de células procesadas, es decir, la cantidad suficiente para reparar la totalidad de la médula. Todo a través de un catéter central, colocado por debajo de la clavícula. El proceso de Claudia fue exitoso y, después de cinco días, la joven superó el período crítico de su insuficiente sistema celular y la severa disminución de sus defensas. "Las células progenitoras de la médula ósea puestas en la sangre viajan por todo el organismo, pero a su paso por la médula ósea encuentran los puntos de unión necesarios para quedarse y replicarse nuevamente", dice el hematooncólogo Rigoberto Gómez al explicar el proceso que cumplen las nuevas células en el cuerpo de Claudia. Una semana después, los estudios sanguíneos confirmaron que la médula renovada había comenzado a producir la cantidad necesaria de células sanguíneas. "He vuelto a hacer una vida normal y eso es lo más importante. Ingresé a la universidad y estoy feliz", dice sonriente Claudia. Ocho meses después del trasplante, no sólo los estudios confirman que el linfoma de Hodgkin ha desaparecido, sino que las células madre viajan por su torrente sanguíneo y cumplen de manera sorprendente su proceso regenerativo y reparador. Hoy otros cinco pacientes, en iguales o peores condiciones que Claudia, esperan encontrar entre sus propias células la solución a sus padecimientos. (Artículo publicado en la edición 1212)