DE TABU A TERAPIA

La masturbación tiene su lado bueno.

14 de diciembre de 1987

A pesar de ser una de las prácticas sexuales más comunes, de la masturbación sólo se habla en los foros científicos y en las reuniones de adolescentes. Hoy en día esa práctica, gracias a las nuevas investigaciones médicas y a los cambios en las costumbres y rutinas de la vida moderna, es materia de estudios que tienden a desmitificarla para darle la dimensión real que tiene dentro de la sexualidad humana.
A diferencia de lo que ocurría hace varios años, los más recientes estudios muestran, no sólo que la gente está en mejor disposición para abordar el tema, sino que la mayoría acepta con naturalidad que la masturbación es una práctica que ha ejercido, por lo menos ocasionalmente. Parece que, día a día, se alejan las épocas en las cuales los maestros le hablaban a sus alumnos sobre el asunto en términos moralistas, que llevaban a que el joven sintiera que la masturbación era una práctica pecaminosa y dañina. Se ha comprobado por medio de encuestas y trabajos realizados por sexólogos, que la masturbación puede cumplir funciones tales como la de liberar un exceso de tensión en personas de todas las edades. Las investigaciones han revelado que 6 de cada 7 adolescentes hombres y alrededor del 70 por ciento de mujeres en edad universitaria se masturban regularmente.
Actualmente los adultos jóvenes no se averguenzan al reconocer que practican la auto-estimulación sexual. El incremento en la separación de las parejas jóvenes, el aumento del número de personas que deciden vivir alejadas de sus familias y los temores a los contagios de graves enfermedades por contacto sexual (el SIDA por ejemplo), han llevado a que, cada vez más y más personas, encuentren en la masturbación una vía fácil y segura de alcanzar placer sexual. En lo matrimonios modernos, en los que ambos cónyuges deben ausentarse por obligaciones profesionales, es costumbre recurrir a la autoestimulación como un recurso válido En personas mayores -de más de 45 años- que se han divorciado o han quedado viudas, esa práctica los releva de la tensión que se puede acumular por la soledad y las dificultades para rehacer su vida sentimental.
Todo parece indicar que, no importa cual sea la etapa de la vida por la que se atraviese, la autoestimulación, contrariamente a lo que se pensaba, puede cumplir roles de importancia. Por ejemplo, en la pubertad ayuda a que el adolescente descubra cómo responde su organismo ante la sexualidad, lo prepara para relaciones sexuales maduras y le ayuda a comprender cuál es su posición en la actividad sexual de pareja. Varios trabajos señalan que los adolescentes que se masturban están mejor preparados para encarar cualquier dificultad que se les presente en su vida sexual adulta. Actualmente los médicos aconsejan a los padres que, en caso de descubrir que sus hijos se autoestimulan sexualmente, no los repriman ni les hagan creer que es algo malo, pues aquellas personas que lo hacen con la creencia de que se trata de una práctica prohibida moral o religiosamente, no logran liberar toda la tensión acumulada y adquieren un dañino complejo de culpa.
Pero en todo lo anterior juegan papel esencial las razones que llevan a la persona a la auto-estimulación. Cuando se abusa de ella, puede llegar a ser perjudicial, como en las personas que recurren a su práctica para evitar las dificultades que representa el acercamiento a una persona del sexo opuesto y les sirve como un sustituto compulsivo del amor y la intimidad. En realidad, la masturbación se convierte en un problema si interfiere en el desarrollo sexual del individuo, si sirve para disfrasar la falta de capacidad para comunicarse con las otras personas o si se convierte en una carga por culpa de los prejuicios morales o religiosos.