DIETA: 10 ERRORES PARA NO COMETER

Todos los alimentos son indispensables. No hay prácticamente nada proscrito. La idea es comer poco y reducir grasas y aúcares. Pero hay un arte de adelgazar bien. Aquí señalamos algunos erores que comenten con frecuencia los que están a dieta.

13 de julio de 1987


1. Comer muy rápido. Se ha probado que los obesos comen muy rápido. Comer rápido tiene muchos inconvenientes. La sensación de saciedad (que resulta de la activación del intestino delgado y de los "receptores" situados en el estómago) no surge sino algunos minutos después de la señal que la desencadena. Durante esos minutos, el que come rápido absorbe mucha energía inútil, que será almacenada bajo la forma de grasas.

2. Suprimir cereales y legumbres secas. Arroz, pastas, pan, lentejas, alverjas, fríjoles, tienen la reputación de engordar. Sin embargo, aportan mucho menos grasas y, por consiguiente, menos calorías que la carne. Es necesario incluir una ración diaria de lo uno o de lo otro. Un desequilibrio dietético que de primacía a los lípidos sobre los glucósidos, no contribuye a perder peso, aunque el consumo calórico esté globalmente disminuido.

3. Ayunar. El organismo está adaptado para hacer frente a la comida en algunas horas. El hígado libera el azúcar (glucosa) indispensable a las células del cerebro, de la sangre, del intestino y de los riñones. Es su único alimento. Al mismo tiempo, las células adiposas liberan las grasas utilizables y utilizadas por las otras células. Enseguida, las reservas del hígado se agotan. Pero si el organismo puede transformar los azúcares en grasas, no tiene las enzimas necesarias para realizar la operación inversa. Es entonces con sus proteínas, las de los músculos--incluido el corazón--, con las que fabrica el azúcar indispensable. Por eso, uno de los principales efectos del ayuno es la destrucción muscular difusa y un debilitamiento del corazón. La grasa disminuye, pero poco, y el reinicio del consumo de alimentos beneficia más a las células adiposas que a las musculares.

4. Preferir el pan a las galletus. Se tiene la idea de que es preferible el pan a las galletas, porque éstas son más ricas. Esto es verdad, tienen más grasa y azúcar, y son deshidratadas.
Pero su poder de saciar es más elevado. Un experimento ha demostrado que los consumidores de galletas absorben menos calorías que los consumidores de pan.

5. Suprimir las papas. Hay el pretexto de que son ricas en almidón (cerca del 15%). Pero contienen 77% de agua y prácticamente nada de grasa, de tal suerte que, definitivamente, tienen menos calorías. Y ésto sin contar con su aporte de vitamina C y de proteínas (2%). Una porción de 200 grs., cocinada al vapor o asada, con una salsa de queso blanco o un poco de mantequilla, puede consumirse cada día, alternada con cereales o legumbres secas.
6. Creer que 100 calorías de grasa o 100 de glucósidos son equivalentes. La primera reacción cuando se inicia una dieta es disminuir considerablemente los alimentos glucósidos: azúcares "rápidos", y harinas. El organismo, que necesita un mínimo de energía, compensa su déficit por un consumo más considerable de alimentos ricos en grasas ocultas: la carne particularmente (20% de grasa en promedio) y los quesos (20 ó 40%). Es un error. La primera restricción debe caer sobre los lípidos, que hacen engordar aún más. Numerosas experiencias demuestran que por un mismo consumo calórico, es la grasa la que hace ganar más Peso.

7. No hacer ejercicio con el pretexto de que "uno se acaba". Se dice siempre con ironía, que basta comer un chocolatín después de una hora de ejercicio para recuperar las calorías quemadas. No es tan simple. Para empezar, el ejercicio estimula el metabolismo: la práctica de una actividad física regular, aun siendo moderada, aumenta el metabolismo basal que tiende a disminuir durante las dietas, al adaptarse al nuevo nivel de consumo calórico. Dicho de otra manera, no se quema energía solamente durante la hora de actividad deportiva, sino también horas después. Por eso es bueno combinar la dieta con ejercicios.

8. Consumir huevo en exceso. Los huevos duros son, por mucho, la base ideal de una dieta, tanto como la carne asada y las habichuelas. Pero el huevo es, de hecho, la combinación de dos alimentos: la clara, proteína pura, y la yema, rica en lípidos. Cada vez que se consume un gramo de proteínas de carne, se consume al mismo tiempo 0.5 gramos de lípidos en promedio. Pero cada vez que se ingiere un gramo de proteínas de huevo, se consume al mismo tiempo un gramo de lípido. Por eso no hay que convertir el huevo en una panacea.

9. Picar entre las comidas. Un chocolatín, dos dulces, una cucharada de miel, picar entre las comidas, en general, produce pocas calorías, apenas un poquito más que las que producen el jamón o el queso. Pero es suficiente para desencadenar un proceso infernal. El azúcar, cuando no es consumida en combinación con otros alimentos que hagan más lenta su asimilación, pasa muy rápido a la sangre. Se libera una considerable cantidad de insulina para utilizar ese azúcar que penetra muy rápido en el hígado (que lo transforma en grasa), y se instala en los tejidos grasos. Al mismo tiempo, el nivel de azúcar en la sangre desciende por debajo del punto de equilibrio, de donde se deriva un estado de baja de azúcar que induce a una nueva necesidad de consumo: el azúcar llama al azúcar. Así que... hay que suprimir el "mecateo" para recuperar el peso deseado.

10. Subvalorar los mini-gastos.
Basta quedarse en pie siempre que no sea estrictamente necesario estar sentado: en buses y busetas, en la oficina, durante una conversación... Pero no apoye la espalda contra la pared, estabilícese sobre los dos pies ligeramente separados y sin torcer la cadera. Todo ésto pone a funcionar los principales músculos del cuerpo. Aún inmóviles, sus contracciones estáticas queman calorías.